Un joven y vigoroso Edén Pastora, con el rostro descubierto y los brazos al aire en símbolo de victoria, sonríe desde una fotografía que cuelga en su despacho.
La instantánea es el recuerdo de un plan suicida que marcaría la ventaja a favor de los guerrilleros sandinistas, en un momento en que el somocismo parecía más fuerte que nunca.
El pueblo había sufrido más de cuarenta años de asesinatos, torturas, miseria e ignorancia y a pesar de las hazañas y el sacrificio de miles, la comunidad internacional alababa los esfuerzos de un gobierno al que consideraban democrático solo por responder obedientemente a las políticas de ultraderecha expandidas en Latinoamérica.
Tenían el aval del presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, quien elogiaba y decía ver avances de la dinastía Somoza en materia de derechos humanos, según los estándares creados en Washington.
Incluso había ofrecido un préstamo de 70 millones de dólares de la época en una carta que escribió orgullosamente con su propio puño y letra.
Sería un monto que en la actualidad sumaría unos 300 o 400 millones de dólares, según cálculos al aire.
Mientras tanto, en las casas de seguridad los jóvenes sandinistas se encontraban sin alimentos, armas ni dinero.
Pero teniendo al hambre como mejor consejero, surgiría un plan descabellado que inclinaría la balanza al lado de los guerrilleros.
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Con él herirían de gravedad a la bestia y daría inicio a la insurrección popular a nivel nacional que un casi un año después resultaría en victoria.
El comandante Edén Pastora, responsable del asalto al palacio, adquiere el número cero por ser quien encabezaba el operativo.
Desde entonces ese es el seudónimo por que es más fácil reconocerlo.
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Él es justamente el indicado para comentar los pormenores e interioridades poco contadas sobre la acción, de los temores y los riesgos, poniendo por delante el interés inmensamente superior del pueblo por encima del suyo propio.
Hoy en su oficina, ya con el cabello gris y con signos visibles del paso del tiempo sobre su rostro, el combatiente asegura que se trata de un acontecimiento que debido a su magnitud el pueblo recuerda tal como si hubiese sucedido ayer.
"Y Somoza estaba fuerte, estaba poderoso. Acababa de asesinar a Pedro Joaquín Chamorro. Nosotros Octubre Victorioso y nada había pasado. Entonces había que hacer algo que estremeciera a la sociedad nicaragüense porque la sociedad nicaragüense le tenía miedo a la guardia y al somocismo lo veíamos los nicaragüenses, yo en lo personal, y los sandinistas en lo personal no, pero la inmensa mayoría lo veía como invencible. La comunidad internacional se encogía de hombros ante el sufrimiento de nosotros los nicaragüenses. No se fijaba la comunidad internacional ante el horror, el espanto, el llanto, el dolor de un pueblo. Entonces era necesario un operativo de esa magnitud", explicó.
La idea original fue puliéndose desde inicios de la década de 1970. La primera vez que surgió fue en un momento en el que los miembros de la dirección nacional Ricardo Morales Avilés, Pedro Aráuz Palacios y Óscar Turcios compartían casa con el comandante Edén.
En ese momento tenían que matar el hambre en algunas ocasiones con café y pan y otras con iguanas que cazaban en los alrededores, pero debían acabar con la dictadura. Había que jinetear el macho, afirma Pastora.
Durante una noche en la mente del guerrillero las ideas se iban acomodando, haciendo cálculos y planes que refutaba él mismo, evadiendo el sueño.
"(Ese día) muy temprano a las cuatro de la mañana yo le estoy tocando los pies a Óscar Turcios. ‘Ronco, ronco, ronco, despertate’. Y aquel: ‘¿Qué pasó, qué pasó? ¿Cuántos millones de dólares querés? Me quedó viendo como loco’. Ha de haber dicho 'a este jodido el hambre lo volvió loco'. 'Tengo un plan genial', le digo… Ya se despertó Ricardo, se despertó el otro y todo ese día fue platicar sobre ese operativo, preguntas y respuestas; cómo, cuándo, quiénes, la reacción del gobierno, la reacción nacional, la reacción internacional, los gringos… Todo ese día fue platicar y al otro día platicamos y pasamos dos, tres días platicando y llegamos a la conclusión que lo podíamos hacer, pero que no teníamos la capacidad de desarrollo orgánico para capitalizar los efectos políticos que eso iba a generar", describe con detalles el comandante cero.
La dirección nacional, comprendía que en esas condiciones, los que sacarían partido serían los conservadores y la burguesía en general, mientras el pueblo continuaría sumido en el terror.
Pasado un tiempo, la misma idea fue planteada en la montaña al comandante Tomás Borge, a Henry Ruiz y a Víctor Tirado López.
"Hagamos una acción de esa Magnitud. Tomás, tomémonos el cuartel de Matagalpa y hablábamos y hablábamos de eso y llegábamos siempre a la misma conclusión: que no teníamos el desarrollo orgánico para capitalizar y manejar los efectos políticos", cuenta Pastora sobre lo que propuso allí una vez más.
No fue hasta en 1978 cuando Carlos Coronel, Herty Lewites, Daniel Ortega, Humberto Ortega y Víctor Tirado López, citaron a Edén para pedirle sugerencias de qué hacer con los últimos fondos que les restaban.
"¿Qué hacer? Ya llegó el momento de hacer la operación chanchera, tomémonos el palacio", inicia nuevamente Edén a sumergirse en su memoria.
"Cuando yo digo eso Herty pega el grito, Herty era campechanote: ‘Qué jodés vos con esa locura, estás obsesionado con esa locura, vos lo que querés es que el asesino ese de Somoza los mate a todos metidos en la asamblea, en el congreso, en el palacio’", dice reviviendo las primeras impresiones de ese último encuentro.
"Parala Herty, parala. Vos cuando hacés tu propuesta yo te respeto, además… Proponé vos otra. Yo creo que eso es lo único que hay que hacer. Empezamos a discutir todo ese día y por la tarde los sometemos a votación. Herty dice que no, Carlos Coronel dice que sí, Humberto Ortega dice que no, Daniel Ortega dice que sí, Tirado López dice que no y yo digo que sí. Entonces estábamos empatados, tres a tres. Otro día de discusión", resume Edén la conversación sostenida en ese par de días.
El plan finalmente fue aprobado y empezó su marcha.
Pastora, con traje de alta costura, zapatos de cuero Florsheim y corbata comprada en el mismo lugar donde compraba Winston Churchill, se haría pasar por un magnate que viajaría hasta la Isla de San Andrés con el presunto objetivo de adquirir un barco camaronero.
De esa manera pasaría desapercibido y podría entrar nuevamente al país pero por el sector norte, pues en el sur estaba plenamente identificado.
Sin embargo, una de las condiciones del frente interno, era la de hacer que el operativo se llevara a cabo sin uniformes, pero el comandante exigía lo contrario.
"Hay un momento que le digo a Óscar Perezcassar, dame un canasto de piedras y unos garrotes, pero me das uniforme que yo me tomo la Asamblea", relató.
Las niñas tenían que celebrar sus quince años con su traje de gala. Los uniformes se confeccionaron en Costa Rica por varias esposas de varios colaboradores y guerrilleros.
Fueron creados con tal precisión, que la única diferencia con los originales fue La Magnífica, una oración católica bordada en el interior del cuello de las camisas.
"Una oración católica que lo apoya y lo protege a uno. Así llegaron los uniformes y ya con los uniformes aquí, el Frente Sandinista habló con la GPP. La GPP tenía otro plan de dar el golpe el mismo día y el mismo 22, ellos lo iban a dar a las dos de la tarde y nosotros lo dimos a las 12 del día. A tal extremo que cuando el golpe, en los primeros momentos sonó el teléfono, levanto el teléfono (y digo) ‘Palacio Nacional, Territorio libre Nicaragua, habla el FSLN’ y oigo en el teléfono ‘en la montaña enterraremos en corazón del enemigo’, la consigna de la GPP", relata como poseído de nuevo por la adrenalina que lo embargó y le ayudó a vencer el miedo ese día, hace 41 años.
Durante ese acontecimiento, la muerte siempre fue lo único que tenían garantizado.
Los combatientes populares pusieron como principal objetivo el tener finalmente un país que hoy, en la segunda etapa de la Revolución, rescata la dignidad del pueblo con 42 programas sociales, con un 97% de electrificación, un pueblo que viaja por las mejores carreteras de Centroamérica, que construye hospitales cada año, que ha vencido el analfabetismo y que lucha a diario por la vida, para avanzar en paz y progreso con verdadera inclusión y oportunidades iguales para todos.
"Y nos queda esa satisfacción Daniel de haber cumplido tu orden. Salió bonita la cosa", culmina Edén su relato con la sonrisa idéntica a la del retrato en blanco y negro de su oficina.