Hace 43 años, en Nicaragua la gesta de la Gran Cruzada Nacional de la Alfabetización marcó un hito histórico al llevar el pan del saber a miles de nicaragüenses que no sabían leer ni escribir, restituyendo así un derecho que la dictadura somocista les había negado.
Uno de estos nicaragüenses alfabetizados fue Emiliano Andrés Herrera Rodríguez, quien habitaba con sus padres y hermanos Carretera a Poneloya en el sector conocido como Finca La Presa, en el departamento de León.
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“Tenía 14 años, cuando nos anunciaron después del Triunfo de la Revolución que iba a haber una campaña nacional de alfabetización para enseñarnos a leer y escribir”, dijo Herrera, en una entrevista concedida a El 19 Digital.
Para este protagonista, trasladarse a ese momento de su vida le hizo recordar con emotividad su infancia.
“Yo era en ese tiempo un campesino, me crié cortando algodón en el campo Carretera a Poneloya y hasta allá se desplazaron los brigadistas a mi casa. Mis primeros compañeros de clase fueron mis cinco hermanos, mi padre (q.e.p.d.) y mi madre. Todos los días, a partir de las 6 de la tarde arrancaban las clases con unas lámparas Coleman, que siempre era una odisea por los mosquitos, pero esto representó una alegría porque por primera vez yo pude leer y escribir”, aseveró Herrera.
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“Ellos (los brigadistas) siempre hacían énfasis en el tema de familia, escribir papá, mamá, tu nombre y apellido, que es algo muy grandioso para uno que no sabe leer ni escribir, para mí, es como que estés en lo oscuro y te lleven a la luz. Ha sido el momento más grande para mi familia, porque significó no solo romper las ataduras, sino darnos a entender y saber que la dictadura de Somoza había hecho mucho daño a través de la educación a nosotros, los nicaragüenses”, añadió.
En muy poco tiempo, ya alfabetizado, pudo culminar sus estudios de Primaria y Secundaria en León, estudió un técnico en Contabilidad y luego terminó su carrera universitaria en Medicina en la UNAN-León.
“La alfabetización no solamente enseñaba a leer y escribir, también te planteaba metas y te enseñaba a conocer el contexto histórico de Nicaragua y también a formarte propósitos muy claros, que la educación debe ser importante para los niños. Ya estaba grande con 14 años cuando aprendí a leer, yo dije que había nacido pobre, pero no estaba condenado a morir en la pobreza. Y eso lo aprendí cuando pude leer y escribir y a partir de ahí dije: yo quiero ser médico”, indicó el protagonista.
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Compartió que después de terminar sus estudios en la UNAN-León en 1994, fue contratado como docente en 1995 y a partir de ahí aplicó a una maestría en México y un doctorado como médico filósofo en Suecia. Logró aprender el idioma inglés y un poco de sueco y portugués. Además, en Toronto, Canadá, realizó un Postdoctoral para rehabilitación de adictos, del 2008 al 2013.
Actualmente, es un Médico en Salud Mental y Adicciones muy reconocido en la UNAN-León y Director del Centro de Investigación Demográfico de la Salud (CIDS-UNAN-León).
“La campaña de educación en Nicaragua no solamente representó la oportunidad de aprender de los más pobres, sino de la gente que estaba marginada”, señaló.
“Yo siempre digo que la educación es lo más grande que los seres humanos podemos tener. Yo creo que el Comandante siempre ha apuntado hacia lo correcto. Siempre ha tenido la razón en enseñarnos”, agregó.
A la vez, destacó que la alfabetización fue una lección enorme tanto para brigadistas como alfabetizados, porque aprendieron a contar las cosas diferentes y les dio la capacidad de ser más sensibles y ver las cosas de otra manera.
“En mi caso, ahora que soy médico, me permite llegar a la gente con mucha más facilidad. Trabajo con jóvenes para rehabilitarlos de adicciones y reintegrarlos a un modelo educativo”, puntualizó.
Valió la pena y no volvería a ser analfabeta
El entrevistado manifestó que siempre el pensamiento revolucionario sigue siendo válido, porque se llevan proyectos innovadores como la educación para la gente que no tiene oportunidades y permite diseñar modelo social y más igualitario.
“Yo siempre lo digo, cuando me preguntan, después de haber nacido y creer en Dios, yo creo que la tercera cosa más grande es lo que la Revolución me ha dado, a mí, como Andrés Herrera y ha sido enseñarme a leer y a escribir. Ha representado una oportunidad para servir a mi Patria”, afirmó.
“Yo he servido doble a mi Patria, cuando me recomendaron tenés que aprender a leer y escribir, esa fue mi primera misión para la Revolución y la segunda es cuando me integré al Servicio Militar. He cumplido dos misiones y la tercera es enseñar un poquito lo que yo he aprendido... esto representa un esfuerzo colectivo, vale la pena, es algo que si se volviera a repetir lo volvería hacer, pero lo que no volvería hacer es ser analfabeta”, expresó.
De igual manera, señaló que después de Dios y sus padres, también se siente orgulloso de la Revolución porque cumplió sus sueños de leer y escribir.
“El ser analfabeta significa como que vos tengas una nube sobre tu techo, que no podés ver más allá, pero al saber leer y escribir se traspasan fronteras con la enseñanza y se puede decir ‘Yo sí Puedo’ y si se puede, claro que se puede”, reiteró.