Hay muchas personas que imaginan -y están en lo cierto- que, desde el ejercicio periodístico, donde no todo lo que se dice es cierto, es más me atrevo a decir que la gran mayoría de lo que se dice no es cierto, sobre todo cuando viene de esos que se llaman falsamente “independientes”, hasta individuos aparentemente serios, que se convierten en “fuentes u oráculos de la verdad” para los mentirosos que desinforman, viven en un mundo francamente incierto porque cuando uno los oye decir lo que dicen nos vamos de espalda por el contenido absurdo de lo que sueltan ante las cámaras y que se vuelven cosas verídicas, imposibles de manipular, y que al escucharnos nos rompen los tímpanos por el nivel de barrabasada que dejan ir.

Los que trabajamos en este medio, el periodismo, sabemos de qué hablo. Algunos tenemos más conciencia que otros de la responsabilidad que está en nuestras manos para que la sociedad viva en paz lo que al final determina el grado de credibilidad que nos puedan conceder.

En nuestro oficio o profesión no somos los periodistas los que determinamos quien dice la verdad desde los medios de comunicación en los que trabajamos, no es cierto. Podemos sin duda alguna poner la mejor cara de presentadores, algunos que conozco hasta asumen poses al estilo de Jorge Ramos o Fernando del Rincón –ambos me caen de patada- por lo falso que son y los de aquí en Nicaragua los imitan porque no tienen cómo asumir una imagen propia y creen que con eso ya son la verdad personificada.

Los periodistas, que de independientes no tenemos nada, porque podemos ser oficialistas, trabajar para un medio privado, ser de izquierda o de derecha, ateos o cristianos y nada de eso nos hace independientes porque tenemos una línea editorial, que unos abrazamos porque la compartimos ideológicamente y otros porque lo hacen por la paga que reciben y no es que yo no reciba paga, la diferencia es para qué servimos y eso lo determina el contenido de tu opinión editorial, el formato que apliques a tu crónica, el respeto que concedas a la entrevista que realizas para que desde ella no interrogues o te conviertas en un fiscal inquisidor.

Los periodistas con mucha frecuencia manipulamos, descontextualizamos, ponemos en boca de personas cosas que nunca dijeron, desinformamos, calumniamos, difamamos y todo eso se hace porque a nombre de la libertad de expresión, se volvió norma, que nos dejen pasar todas esas violaciones éticas a la conducta que ante la sociedad debemos asumir como principio moral de nuestro ejercicio profesional ante quien nos sintoniza no por nuestra cara bonita sino porque busca información veraz y responsable y eso lo determina la credibilidad.

En este medio las pasiones políticas y el sensacionalismo muy fácilmente le gana la partida a muchos que se dicen periodistas porque con tal de vender lo que ellos consideran una primicia no les importa dejar en ridículo a quienes han sido incluso sus caballitos de batalla para meternos el mono de que aquí todo está mal, que el país está en guerra, que las calles de Managua están tomadas por los mismos cuatro gatos que salen a ladrar a Metrocentro o desde el edificio Pellas, y que al final dan pena ajena, pues esos que se prestan a eso deberían darse cuenta que dan vergüenza.

Desde mis propias experiencias en el ejercicio del periodismo, que ya me toma 37 años, muchas veces tuve que detener más de una entrevista porque quien me la estaba ofreciendo era además de mi fuente un amigo y por añadidura alguien que estaba en mi misma línea de ideales porque al menos yo trato de ser consecuente y coherente, pero aquí me dio pena ver en un medio televisivo como expusieron al Cardenal Leopoldo Brenes al decir este, primero, que la Iglesia Católica no estaba dando ayudas sociales porque Caritas no estaba recibiendo asistencias desde afuera como antes y después que lo importante no era eso sino que el gobierno le tenía retenido varios contenedores de Vino de Consagrar y que eso tiene preocupada a la Iglesia porque ya se les estaba terminando y que por eso había recomendado a los sacerdotes poner menos vino a los Cáliz.

El periodista que lo entrevistó debió pensar en la buena oportunidad que se le ofrecía para lanzar piedras al gobierno cuando en realidad a quien dejó muy mal parado fue a su entrevistado, Polito Brenes, porque eso de que la ayuda social para los pobres no es lo importante pero la falta de vino sí, eso, si me chocó, pues resulta inconcebible que una iglesia que ha tenido y tiene a Papas que desde sus balcones pontificios te hablan de que la opción cristiana es preferencialmente con los pobres y que esta máxima sea relegada por la altísima preocupación de la ausencia de vino en sus Cáliz, no me hizo clip para nada, es más lo escuché ofensivo.

Aquí eso de que la aduana se convirtió en una pasa factura contra el oposicionismo ya es cajonero. Lo dijo mientras estuvo vivo El Nuevo Diario que ya descansa en paz, lo dice La Prensa S.A que va por el mismo camino rumbo al cementerio lo que es cosa de tiempo, pero lo que no dicen es que le estaban dando mal uso al papel que se les estaba exonerando y que a través de editoriales que imprimían otras cosas, hasta propaganda subversiva, y que nada tenían que ver con el periódico ellos evadían los impuestos, le robaban al fisco y eso en cualquier parte es pecado y en consecuencia debo pensar también que ante la crisis que vive el país, gracias a los golpistas, hay una política de que así como el de más abajo paga sus impuestos, así debe hacerlo el más encopetado de arriba, sea quien sea, sin importar que algunos piensen que por vestir sotanas ya están en el cielo.

Aquí hay dos cosas de fondo ente la evidencia que pone en nuestras manos el propio decir del Cardenal Leopoldo Brenes quien fue expuesto por uno de esos canales y que al final ningún favor le hicieron. La primera es que es una pena que la iglesia esté más preocupada por hacer política que por hacer gestiones para que venga la ayuda social para sectores pobres a los que dicen asisten desde Cáritas de Nicaragua y que terminan en realidad repartidos entre gentes que francamente no necesitan de esas confiterías de marcas, de esas poterías exóticas u otras especies refinadas que terminan comerciando y lo segundo es que a Leopoldo Brenes no le luce, no le queda, no le corresponde sudar las preocupaciones de un borracho público como el dizque sacerdote, Edwin Román, que seguramente, tendrá abarrotado su apartamento, en la iglesia que le sirve de cuartel general en Masaya, desde donde dirigía los tranques, de cajas de Vino de Consagrar o de Victorias o de Toñitas o de quien sabe cuántas cajas de Mombacho con el que se cree más muchacho.

Si es uno o dos o tres contenedores o lo que sea que están retenidos en la aduana, llenos de vinos de consagrar, a pesar de que los impuestos de introducción correspondientes ya fueron pagados, no me parece correcto que no hayan sido entregados a sus dueños los sacerdotes católicos, pero si están retenidos porque esos mismos sacerdotes católicos no han pagado los impuestos correspondientes de introducción de esos vinos de consagrar, pues que bien porque Polito Brenes más que nadie debe saber que hay que dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.

Esos Vinos de Consagrar hace muchos años, cuando todavía tomaba mis traguitos yo los llegue a comprar aquí en Nicaragua en licorerías que ni por cerca tenían porqué hacerlo y que tenían por proveedores a iglesias cercanas. Esos vinitos son dulcitos sabrosos y muchos sacerdotes los usan para sus fiestas entre ellos y de verdad que los ponen encalichaditos y esos terminan siendo vicios que el fisco no tiene porqué perdonar sobre todo en un contexto de crisis económica como la que vivimos, donde los que no se salvan son los suntuarios, licores, cigarrillos y cualquier vicio adicional.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.