Con la arrasadora victoria de Donald Trump, a través de un proceso electoral suigéneris por cuanto quien decide es un colegio y no el voto popular y dónde nadie sabe cómo se ganó porque no se presentan las actas, aunque el imperio y sus satélites las exijan a otros, se habla nuevamente sobre lo que podría pasar o pasará en las naciones o con la humanidad, con la llegada nuevamente, en enero de 2025, de un magnate y empresario que vuelve a ser inquilino de la Casa Blanca, pero con poderes más robustos a los que tuvo en su primer periodo.
Desde mi propio alcance no fueron los republicanos los que ganaron fue Trump que se echó a tuto a un elefante que está en el suelo, ni tampoco fue la Kamala Harris la que perdió sino Joe Biden, que no renunció a la candidatura cuando debió hacerlo, y Ucrania, que sepultó a los burros demócratas que se metieron a guerras que Estados Unidos perdió en todas partes junto con Europa Occidental.
Como siempre he sostenido sin temor a los decires el resultado de la política exterior norteamericana es una línea trazada por los poderes fácticos que sostienen al imperio y no necesariamente por los inquilinos de la Casa Blanca.
El concepto moderno de imperialismo es la práctica de dominación llevada a cabo por naciones con mayor poder económico, y potencial militar con el objetivo de ampliar sus influencias sobre naciones menos desarrolladas y en el caso de nuestra américa latina aplicado a Cuba, bloqueada desde hace seis décadas, Venezuela a la que han empobrecido a pesar de su riqueza petrolera con una campaña de asedio criminal feroz y Nicaragua que con una dignidad espartana ha sorteado todo tipo de misil lanzado desde Washington contra la paz que sigue construyendo.
Ya antes he abordado sobre las particularidades históricas de cada una de estas naciones en sus relaciones con Estados Unidos, pero la nuestra con el imperio es específicamente especial porque en el caso de Nicaragua no hemos sido bombardeados con misiles a larga distancia, no, aquí hemos peleado cuerpo a cuerpo, a pedradas, con flechas y en guerras convencionales y de guerrillas contra el filibustero y el invasor que siempre ha tenido la misma nacionalidad y de la misma manera siempre ha contado tristemente con la colaboración de lacayos nacionales, de vende patria, que como Judas, nos dieron un beso para entregarnos pero sin tener como el apóstol traidor la valentía para colgarse una vez que realizaron el inmenso daño que le causaron al país.
Estados Unidos con el apoyo de las mismas miserias humanas que desde aquí siempre lamieron los pies del emperador de turno ciertamente nos ha golpeado, pero al final la más adolorida ha sido el Águila Real y esta situación repetida tantas veces contra otras naciones en el mundo despedazó la pretendida imagen que de libertador algún día quiso colgar sobre sí el imperio.
Esta política reeditada del nazi fascismo, insaciable en esa voracidad sin límites de expandir su dominio más allá de sus fronteras y de creerse el policía del mundo no debe desenfocarnos de la realidad y es que seguirá siendo la misma, pero la misma para ellos en el fracaso de sus intentos y la misma para nosotros en el éxito de la defensa nuestra verdad, de nuestra auto determinación y de nuestra soberanía.
No perdamos de vista que Donald Trump en su primer periodo de 2017 al 2021 fue el ejecutor financiero e intelectual de aquel golpe de estado de 2018 a través del cual el estadounidense Gene Sharp diseñó promover la defensa de la libertad y la democracia mediante el uso de acciones no violentas a través de cinco pasos para provocar “golpes suaves”, siendo estos el ablandamiento, la deslegitimación, el calentamiento de calle, la combinación de formas de lucha y la fractura institucional.
¿Ahora que Trump se alista para asumir un nuevo mandato habla de continuar sacando a Estados Unidos de cualquier guerra, de la misma manera que cuando fue presidente por primera vez, , , y es que eso es cierto y entonces que fue lo que hizo contra Cuba, contra Venezuela, contra Nicaragua, porque hasta donde se sí fuimos víctimas del odio ario de este emperador?
Donald Trump enfrentó fratricidamente a los pueblos del mundo con una metodología violenta que ensayó primero en Nicaragua sobre la que se orquestó una campaña de desprestigio que tenía como fin que sus lacayos nacionales, algunos obispos en la iglesia católica, medios de comunicación mercenarios claramente identificados, empresarios de maletín en el COSEP y politiqueros y distribuidos en siglas de las que saltan como pulgas sobre un petate a cada momento, se hicieran del poder que Washington les serviría en bandeja porque por sí mismos son ineptos e incapaces de poder hacer la misma conexión con un pueblo que jamás recibió de ellos una sola propuesta electoral que no fuera la intensión de saquear el erario público para seguir robando a manos llenas.
En Nicaragua, Donald Trump y sus más extremos arios pretendieron un golpe de estado que no era porque el pueblo nicaragüense estuviese en contra de la realidad económica, social o política que tenía antes de abril de 2018, sino porque Nicaragua era un mal ejemplo para el imperio que no quería que los latinoamericanos emularan nuestros grandes logros de los que aquí renegaban únicamente los frustrados suspirantes del poder porque entre más se establecía la versión de una revolución en paz a más distancia se ponía el erario público de las garras de quienes lo deseaban únicamente para sus bolsillos.
Aquí en Nicaragua el golpe fue un fracaso y los que salieron trasquilados fueron aquellos que hicieron despertar a los pueblos que con lo que pasó en Nicaragua se dieron cuenta que el neo liberalismo, el que se revuelva con el capitalismo salvaje, el que arrebata hasta las esperanzas y las ganas de vivir a los que menos tienen, venía con todo para imponer la supremacía de las familias adineradas por encima de la dignidad de los demás.
Contra esa voracidad diabólica, mientras aquí el pretendido golpe de estado quedaba controlado por el pueblo, dejando en llanto partido a los que no pudieron ni podrán, en Honduras, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Brasil, Argentina, Chile y hasta en el propio Estados Unidos los pueblos se fueron a las calles contra sus gobiernos y empezó así una corriente de dignidad que terminó haciendo cortocircuito en la enferma visión de Donald Trump al extremo que su propia perversidad se salió de sus manos y lo llevó a la locura de ordenar una sublevación que invadió el mismo capitolio en Washington.
Donald Trump regresa a la Casa Blanca a partir del 20 de enero próximo a batallar con los asteriscos de una deformada y cuestionada democracia norteamericana que está conflictuada por el choque de valores, tan contradictorios, que mientras su propaganda sostiene que ellos son los “libertadores del mundo”, el mundo señala que Estados Unidos es un sistema vencido donde el bipartidismo está en el suelo, donde el presidente aparenta ser un poder y Trump lo aparenta más, pero quien manda y decide es la industria militar, el poder económico y la estructura del capitalismo salvaje, mientras en contraste el planeta, donde pueblos y civilizaciones están en rebelión, contra quien viene incluso por su raza para exterminarla, construye una nueva visión del mundo desde el multilaterismo.
Yo no soy de esos que cree que después de éste o aquel presidente de los Estados Unidos, porque me cae mal, que venga cualquier cosa porque en el caso de cualquier inquilino que habite la Casa Blanca, no aplica porque el que se va siempre será igual al que llega. Claro de eso el mundo de hoy es más pragmático y menos emocional y está cierto, al menos el mundo que desea ser libre del neo colonizador y de sus perros de pelea en Europa, que ninguno de los que fueron o sean los gerentes de la oficina oval son santas palomas, aunque sí buitres porque su característica fundamental es sobrevolar todo lo que matan a nombre de la libertad y la democracia para devorarlo.
Estados Unidos tiene una relación fatal suigéneris con Nicaragua y no al revés. Ellos fueron quienes nos invadieron, nos intervinieron, nos impusieron una dictadura que nos bañó de sangre, nos saquearon, nos empujaron a guerras fratricidas y financiaron golpes de estado para arrebatarnos la paz. Nosotros no les hicimos nada y si nos defendimos fue en nuestro legítimo derecho de la misma manera que si alguien insiste en venirnos a matar, quien lo haga debe también venir dispuesto a morir porque majes, tontos y mancos no somos.
Esta relación fatal de Estados Unidos contra Nicaragua prevalece hasta hoy porque el imperio no perdona que siendo nosotros un país pequeño fueran vencidos y expulsados por la dignidad de patriotas y héroes de carne y hueso que les hicieron morder el polvo de nuestras agrestes montañas, pero al final esa es una historia de la que nosotros nos sentimos orgullosos, que nutre el pensamiento que de hombres libres tenemos, pero que no debe continuar estimulando el odio de quienes no dejan ir las pesadillas que ellos mismos crearon por sus apetitos de dominio porque el mundo ya no funciona así y porque el planeta demanda el respeto entre las naciones.
La política real es una cosa muy distinta del discurso electoral, allá en Washington los burros y ahora el elefante de Donald Trump podrá decir cualquier cosa sobre nuestro país para acariciar la quijada rabiosa del terrorismo oposicionista que mandamos allá y que ahora está desdentado, pero lo cierto es que Donald Trump tiene muchas cosas que rehacer y reinventar en un país que como el suyo está dividido y quebrado moralmente y difícilmente tendrá espacio para satisfacer a la propia jauría que le rodea y que lo jocha para que muerda como lo hizo antes a Nicaragua porque no lo del lanzado al futuro inmediato son solo cuatro años que se van en un suspiro y los que más deberían saber esto son los mercenarios y traidores desnacionalizados que son responsables de la derrotas de sus amos en la Casa Blanca en Nicaragua y asunto que ya comienza a ser un periódico de ayer para los que les financiaron porque hoy se sienten estafados y no quieren tratar con más pichurrias, puchos, miserias humanas, chingastes, asesinos y terroristas que deberían preocuparse más bien por poner allá sus papeles en reglas porque cuidado y Donald Trump los deporta y nos toque a nosotros la desgracia de recibirlos aquí.
Nicaragua tiene intereses comunes con Estados Unidos, ideológicamente no compartimos la misma visión social, ni política, ni económica, ni cultural y menos moral, porque cada pueblo determina a quien pone o a quien quita de acuerdo a lo que desea, como lo acaban de hacer ellos los norteamericanos, aunque no sepan dónde están las actas, pero aquí hay una relación comercial que no se detiene y que tampoco es única con ellos porque la mayor es con China, con Rusia, con Irán, con México y Centroamérica; hay un narcotráfico que combatir; hay temas migratorios que tratar y por encima de eso está la auto determinación de los nicaragüenses de ser nosotros los constructores de un mañana donde Estados Unidos nos vea como amigos, no por ser imitadores de la tal “democracia norteamericana”, sino porque aquí tenemos la propia con nuestros propios ingredientes pero respetando la libertad, el orden, la seguridad, la paz y la justicia que solo se alcanza con una voluntad negociadora que nos distingue a la mayoría de los nicaragüenses.
Estados Unidos ante de pretender ser un imperio debería recuperar la decencia, para tal vez se una nación admirada. Debe borrar la imagen que tiene de un rottweiler y buscar recuperar el liderazgo sano y moral, que por mucho tienen China, Rusia y otros países que juntos se volvieron defensivamente contra él y tanto que rompieron la unipolaridad que hasta hace unos años atrás tenía Norteamérica sobre el planeta. Estados Unidos debe recuperar el respeto perdido por su propia soberbia y para sus efectos debe escanear su propio interior antes que su soberbia lo empuje a una guerra civil enfrentada por el odio.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.