El respeto es la piedra angular de la convivencia y es uno de los valores fundamentales que debemos cultivar desde la primera escuela que es el hogar, desde el colegio donde aprendemos, desde la universidad donde nos preparamos profesionalmente, desde nuestro trabajo desde donde construimos el desarrollo y es algo tan determinante que corresponde implementarlo con nuestra familia, entre amigos y todas las personas que nos rodean.
El respeto es la base sobre la que sustentamos las relaciones con las personas, con nuestro medio ambiente, por tanto, es esencial para que exista una sana convivencia y para que se imponga la armonía entre la comunidad que habitamos. El respeto es el norte para el desarrollo sano en cualquier nación porque sin él la razón se convierte en nada en un mundo donde lo único que puede imponerse es el caos y la anarquía como principal estímulo para la delincuencia.
El respeto es una vía que nos conduce hacia lo correcto. Sin él las relaciones interpersonales se llenan de conflictos e insatisfacciones porque entonces dejamos de tener parámetros civilizados que como fronteras nos tracen una raya para tener una idea clara entre lo que se puede permitir y entre lo que no podemos traspasar. Si no respetamos a los demás, no van a respetarnos a nosotros, y si no nos respetamos a nosotros mismos tampoco vamos a ser respetados por los demás.
El respeto es esencial para sentirnos ocupantes de un espacio de seguridad donde nos podamos expresar sin miedo a ser juzgados, humillados o discriminados, por el pensamiento ajeno, por muy contrario que este pueda ser al nuestro, porque que el respeto es el padre de la tolerancia, porque la tolerancia, de la misma manera, es la que nos conduce a la paz pues de ella surge la auténtica democracia donde las mayorías respeten a las minorías pero donde también las minorías respeten a las mayorías sin pretender por razones políticas recurrir a sofismas para arrebatar espacios que ni les corresponden ni están dentro del consenso de las grandes mayorías.
El respeto no es guardar nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestra ideología o nuestra preferencia política porque a alguien, a pocos o muchos nos les agrada lo que vaya a expresar, sino que el respeto es aceptar que el que está al otro lado tiene derecho a decir lo que piensa y que el que no está de acuerdo con mi línea de pensamiento puede hacérmelo ver pero sin insultos, sin descalificaciones, sin odio, sin creer que por no estar en su misma frecuencia entonces yo soy su enemigo y tan enemigo que me desee por eso la muerte o me quiera matar.
El respeto en la familia es aquel amor que no se mide en función de la igualdad de pensamientos, porque es una falta de respeto que, entre padres e hijos, entre hermanos y primos, entre tíos y sobrinos, tomemos distancias porque pensamos diferentes o políticamente andamos por caminos diferentes.
El respeto debe ser por lo que profesamos o pretendemos representar como por ejemplo no confundir el hábito, que definitivamente no hace al monje, con la politiquería.
Escucho cada vez con más recurrencia cómo feligreses católicos desdicen de quienes pretenden ser pastores como profesionales de la fe. En este caso cuando obispos y sacerdotes utilizan los templos, que son casas de oración, ofenden a su feligresía sí, pero también, que es más grabe a Dios, a nombre de quien santifican las más grandes barbaries que el nicaragüense ha sufrido desde el 18 de abril de 2918.
Es una falta de respeto que medios de comunicación que se autoproclaman como abanderados de la verdad absoluta todos los días mientan por un interés tan fanáticamente polítiquero, que como en el caso del Nuevo Diario, lo hizo desaparecer por el peso de sus propias mentiras, de una era en el que el periódico impreso se extingue y claro por su nula o escasa demanda por su ya conocido veneno y por el mismo camino, sin duda, va La Prensa S.A, que por el momento sobrevive gracias al financiamiento que le pasa la embajada americana que no es poco por lo que hasta ahora la convierte en el diario al servicio de la mentira y la calumnia y en consecuencia en el más grande irrespetuoso del periodismo y de la verdad.
Yo quiero decir, a propósito del tema del respeto y todo lo que representa, qué, por mis ideas, por la forma en que pienso, en que digo las cosas sobre aquellos con los que un día estuve y que conozco muy bien, a los que me refiero y condeno por su decisión de abrazar el terrorismo, no por lo que políticamente piensen, que lamento que su irrespeto los haya llevado a odiarme, sentimiento que desde mi persona no les corresponde en la misma medida. Lo lamento por ellos porque lo que de su intransigencia resulta es que se visibilizan como anti demócratas, como individuos peligrosos que de alcanzar el poder no dudo impondrían un nivel de irrespeto contra las minorías, de tal magnitud, que nos pondría a las puertas de una guerra civil.
Esta gente irrespeta todos los días a Nicaragua. No les bastó lo que hicieron después del 18 de abril del 2018, sino que siguen insistiendo en destruir al país. Ellos, como si fuera gracioso o les aplaudieran por lo que hacen, pintan en estado de zozobra la paz y lo hacen con el auxilio de supuestos empresarios y jerarcas católicos muy reconocidos pidiendo nos sancionen por el pecado de querer vivir en paz.
Señores el respeto no se impone el respeto se gana, el respeto se siembra y se cosecha. Puedo ser lo más feo del mundo, pero si hago cosas buenas la gente me mirará bonito y me respetará y eso tiene que ver no con el cosmético que me pueda poner para hacer amable mi rostro porque eso no es lo que influye en el respeto sino lo que cada quien pueda ser capaz de irradiar desde su propio testimonio de vida.
Como dije antes hay gentes que fueron mis amigos y que por no pensar ahora como ellos me irrespetan pero no son tantos como aquellos que habiendo sido antes mis enemigos ahora me estiman y me respetan, no por pensar igual que ellos sino porque fui capaz de ver desde el terreno de la realidad quienes hacen por la paz, quienes hacen obras, quienes hablan de reconciliación, quienes han sido capaces de poner la otra mejilla, quienes no se detienen frente a la adversidad, quienes son capaces de luchar contra monstruos desde la razón que les asiste y aun así sobrevivir y estar de pie con la frente en alto, digno ante el poderoso, que cree que es grande por su tamaño pero al final enanizado por la historia de un David que venció al gigante.
El respeto no puede ser exclusivamente para los superiores. Es una norma indispensable para tener relaciones armónicas con quienes nos rodean. Y por eso es una cualidad que debemos cultivar con esmero en la familia.
Todos necesitamos que nos respeten para sentirnos apreciados y valorados. No solo hay que respetar la ley, las normas de cortesía, los horarios, los reglamentos, sino que, ante todo hay que respetar a los demás, a los padres y a los abuelos, a los jóvenes y a los pequeños, a los conocidos y a los desconocidos y, en primer lugar, a los seres más queridos que suelen ser a quienes más nos atrevemos a irrespetar porque damos su amor por descontado. El respeto no hay que demandarlo si no ante todo hay que merecerlo y modelarlo. Son nuestras conductas, actitudes, y virtudes, y no el temor que infundimos. Es la amabilidad con que tratemos a los demás y que les demostremos a nuestros seres queridos, lo que nos hará dignos de su respeto y admiración. Respetarnos es también lo mejor que les podemos enseñar con nuestro ejemplo y lo mejor que podemos aportar al bienestar de nuestro hogar.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.