Este texto es una respuesta al extenso reportaje de Erik Halkjaer publicado en el número 3-2019 de Ordfront Magasin titulado "Sandinistregimens svek mot folket" [La traición del régimen sandinista al pueblo de Nicaragua]. En este texto no incluiremos muchas notas al pie, ya que todas las pruebas de lo que decimos (artículos, vídeos y documentos varios) están disponibles en español y en inglés en el libro electrónico de 300 páginas "Nicaragua 2018: ¿levantamiento popular o golpe de Estado?", una obra colectiva de decenas de investigadores publicada este año por la Alianza para la Justicia Global. En esta obra los autores desmenuzamos el mal llamado y fallido “golpe suave” contra el pueblo de Nicaragua desde todos sus ángulos: la historia de este país, su economía, los intereses geopolíticos, las tácticas utilizadas y los daños humanos y materiales causados por los golpistas. Recomendamos al lector interesado en profundizar en el tema que descargue y lea ese texto. Aquí tampoco nos dedicaremos a refutar cada una de las afirmaciones de Halkjaer porque el suyo es un escrito de odio. Simplemente expondremos por qué creemos que lo es y recomendaremos al público en general que se forme su propia opinión sobre Nicaragua viniendo al país a constatar con sus propios ojos cuál es la realidad que se vive aquí.
El cuadro que pinta Halkjaer en su reportaje es el de un pueblo nicaragüense prisionero de un dictador malvado y su igualmente malévola mujer que comandan un régimen sin ningún respaldo popular a punto de colapsar gracias a un pueblo insurrecto bajo la moralmente impoluta conducción de inefablemente puros y democráticos estudiantes. Según Halkjaer esa pareja infernal de autócratas sandinistas en un lapso de 12 años, desde que supuestamente “echaron” a la inefable embajadora sueca, Eva Zetterberg, ha convertido a Nicaragua, de un país con un cierto concepto de la institucionalidad democrática, en un reducto en el que imperan la dictadura y el terror. Ante esa caricatura se puede contraponer otra imagen: La de un fallido "golpe suave" a cargo de los poderes fácticos que todos conocemos, como la Usaid, la mafia de Miami, las derechas más reaccionarias de toda la región, la oligarquía local y ONG occidentales, entre ellas el ASDI sueco que desde hace ya muchos años tiene un programa de “diplomacia secreta” (actividades desestabilizadoras contrarias al derecho internacional) en una treintena de países cuya lista el Estado sueco se niega a divulgar.
De participar en ese brebaje neosomocista que es el golpismo fracasado en Nicaragua no se escapan algunos renombrados exsandinistas que traicionaron a su pueblo o que tal vez todo el tiempo estuvieron en el Frente Sandinista como quinta columna de los Estados Unidos. Tal es el caso del expresidente del mal llamado “Movimiento Renovador Sandinista”, Edmundo Jarquín, que durante la dictadura de Somoza fue dirigente de UDEL, el brazo político de la oligarquía conservadora que hasta el último momento luchó por que la dictadura fuera reemplazada por un “Somocismo sin Somoza”. En realidad, todo el universo de los operadores golpistas gravita en torno al retorno al somocismo, que no es otra cosa que el retorno al país que era una finca en la que las oligarquías libero-conservadoras se repartían las reses y los indígenas bajo la mirada complaciente de la potencia colonial de turno. Esa Nicaragua se acabó el 19 de julio de 1979 y no volverá jamás.
En realidad, la gran burguesía de Nicaragua nunca quiso cumplir su parte del trato y pagar impuestos. Hoy en día hay razones para sospechar que esta oligarquía traicionó a toda la sociedad al no cumplir su parte del trato y más bien conspirar durante largo tiempo para derrocar al Gobierno con el que supuestamente estaba en alianza y del que sacaba fabulosas ganancias. Aparentemente, las grandes familias de oligarcas razonaron que preferían un país en ruinas con jugosos dividendos monopólicos que un país próspero y desarrollado productivamente. Se equivocaron, se lanzaron a la aventura golpista que planificaron sectores de poder estadounidenses y europeos, y perdieron. Creyeron que aún controlaban un país que ya había cambiado profundamente frente a sus narices.
Sobre los denominados “paramilitares” existe una grosera campaña de mentiras. En primer lugar, en la legislación nicaragüense existe la Policía Voluntaria, una institución que ha existido desde los años 80 y que es parte del exitoso modelo de seguridad ciudadana que la ha valido al país tantos elogios –hasta de Suecia. Sí hubo ciudadanos civiles que apoyaron a la Policía a levantar los tranques. Y sí es cierto que llevaban máscara, igual que todas las fuerzas de seguridad del mundo (incluso las de Suecia), especialmente tomando en cuenta que los golpistas tenían por hábito amenazar a las familias de todos los policías y de todos los sandinistas. Es una absoluta mentira que la Juventud Sandinista estuviera involucrada en actividades de represión, ni contra estudiantes ni contra la población en general:
Notas:
(1) Lasermannen: Asesino en serie que a inicios de los años 90 mató e hirió gravemente a inmigrantes con una pistola láser.
(2) Drag under galoscherna: “Zuecos con agarre”. Lema del movimiento xenófobo “Nueva Democracia” en los años 90.
(3) Mantengamos a Suecia Sueca: Movimiento racista sueco de los años 80.
(4) C.-H Hermansson: Secretario general del Partido Comunista de Izquierda (VPK) sueco en los años 60. Hizo varios estudios sobre el imperialismo sueco y sobre las 15 familias que en esos momentos controlaban el poder económico en Suecia. Falleció en 2016, lejano a las ideas antiimperialistas que mantuvo la mayor parte de su vida.