I
Hay que dejar claro, para empezar, que no son “los yanquis enemigos de la humanidad”. Los verdaderos enemigos del género humano son los cínicos, los que se lavan las manos y los traidores. Y, por supuesto, los hipócritas.
De esa logia cruel, refinada y desalmada, son aquellos que en los años 80 impulsaron el enfrentamiento contra los Estados Unidos porque lo odiaban “a muerte”.
Los extremistas y codiciosos que escalaron el pináculo de las tentaciones consumadas en el poder, han causado terribles devastaciones a Nicaragua.
Washington debería examinar bien quiénes son estos señores que fueron dictadores y semidioses, y hoy no escatiman ni medios ni artimañas para enmascararse de grandes y solventes demócratas.
Ayer fueron los primeros en dar voces estridentes “contra el imperialismo yanqui”, creando las condiciones propicias para una guerra a la que fue sometido el pueblo de Nicaragua.
Ahora quieren otra conflagración, azuzan la violencia y se han movido en el exterior para terminar de arrasar la economía, esa que, por su incompetencia, colapsaron en los 80.
Quien osara cuestionar entonces el rumbo de la Revolución, de reclamar la pluralidad de partidos y la libertad de expresión, todo eso de lo cual ahora son los “abanderados”, iba derechito a la cárcel cuando menos.
La noche del miércoles 28 de abril de 1982, una voz hacía retumbar el Teatro “Popular” Rubén Darío, aplaudido frenéticamente por los que hoy invocan la injerencia norteamericana:
“Los somocistas derrotados, las clases reaccionarias y sus fuerzas políticas de derecha y los ex sandinistas que se enfrentaron a Somoza, pero por sus flaquezas ideológicas jamás abrigaron los intereses populares, son hoy dirigidos por la maquinaria imperialista en el vano intento de echar para atrás las ruedas de la historia imponiendo de nuevo sobre nuestro pueblo la dominación anterior”.
Adivinen qué insensato hablaba fogosamente así, con sílabas casi disparadas con mosquete. Se creía, como los de su secta, dueño de la verdad absoluta, mientras estaba en la primera línea del tablero de los controles entre 1979-1990.
Tales individuos que en esos años contaron con la suficiente autoridad para evitar los males de la guerra y la debacle económica, optaron por desafiar a EE.UU. Ah, pero los “antimperialistas” tenían garantizado comodidades y lujos, y sus exclusivas Diplotiendas en dólares.
Claro, los costos los pagaría y muy caro ese pueblo, y sus chavalos mandados a la batalla alegremente con aquellas consignas que una “sabia” junto a otros del Departamento de Agitación y Propaganda, DAP, componían:
“¡Sin una juventud dispuesta al sacrificio, no hay revolución!”.
Cuando se les acabó el poder, se olvidaron de los caídos, heridos y mutilados. Lavándose las manos, entonaron la letra de un tango que degradaron a Himno de la Ingratitud: “Adiós muchachos…”.
Comenzaban los tiempos del si-lo-hice-no-me-acuerdo.
Ya no se acordaban de que ubicados en los puestos estratégicos durante el primer gobierno del FSLN, no decían, decidían. Sus opiniones no eran las de cualquier ciudadano: se traducían en políticas de Estado que afectaron a la nación.
Pero todos dijeron, a raíz de la derrota electoral, que “el culpable” fue Daniel. Él era el “dictador”, el “intolerante”. Igualito que ahora: toda la violencia engendrada por ellos y sus aliados extremistas entre abril y julio de 2018, que originaron tantas muertes desde el aplastamiento de un ciudadano de Guatemala al derribar una estructura ornamental hasta la perversidad diabólica de quemar personas vivas por ser sandinistas o policías, es “culpa” del Presidente.
Nunca asumen sus responsabilidades.
Aunque con su falaz narrativa quieran acusar al sandinismo, la Historia de Nicaragua es un compendio de hechos no de patrañas ni fake news. Ellos mismos, sin quererlo, admitieron quiénes autorizaron todo lo que sucedió en Nicaragua durante esos diez años.
A la hora de comparar al Gobierno Sandinista que se instaló en 2007, confesaron que “En los 80 las decisiones eran colegiadas”, “discutidas”, “consensuadas”, “consultadas y aprobadas por la Asamblea Sandinista”, por “la Asamblea Nacional”.
Nunca sintieron el menor remordimiento por el calvario que ayer obligaron a transitar al pueblo, y hoy con sus tranques de la muerte.
Solo el presidente Daniel Ortega pidió en los 90 perdón y la oportunidad para demostrar de lo que era capaz de hacer el auténtico sandinismo por Nicaragua.
Es que, para los poseídos por los demonios de la discordia y el rencor, el pueblo siempre ha sido abstracto. No tiene rostro, ni nombre: solo es un botín humano. Nada más. Por eso les vale alentar el caos y la desestabilización para que el pueblo ponga los muertos, mientras esperan los resultados desde el palco de la soberbia y el egocentrismo, para “bajar” a repartirse el poder.
Son los ególatras de ayer confabulados con los egocentristas de hoy. La RAE retrata bien a estos “líderes cívicos”: “Exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales”.
II
Un editorial de Barricada en 1982 era concluyente ante la convocatoria del Consejo de Estado a sesionar en medio del Estado de Emergencia en esa época. Era su director Carlos Fernando Chamorro, que era el espíritu de la Comisión Política del diario, que era Jefe del Departamento de Agitación y Propaganda del FSLN, que era Guardián de la Pureza Ideológica del “Poder Democrático Popular”, que era miembro de la selecta Asamblea Sandinista, que era partícipe de las decisiones de la Dirección- Nacional-Ordene.
Defendía con demasiado entusiasmo el Estado de Emergencia. El pueblo que marchaba en las calles para él no era “turba” ni “empleados públicos”. Era la “participación de las masas en las movilizaciones para la defensa”.
Radicaloide de la seudo izquierda, no planteó una solución épica, sino hípica: “Ya se ha aclarado que esas contradicciones entre la amplia libertad de acción para el pueblo bajo el Estado de Emergencia y el BRIDAR el uso de la libertad para los que se oponen a las transformaciones revolucionarias en alianzas antinacionales, ESTÁ EN LA ESECIA DE CLASE DEL NUEVO PODER ESTATAL”.
Así justificó el “camarada” Carlos el cierre de “La Prensa”. Él no recetaba la mordaza humana contra la libertad y otros derechos, sino que aplicaba lo que le dictaba su abolengo. A la “derecha vendida al imperialismo” le colocó lo que dice el diccionario: el freno del caballo, las riendas y todo el correaje que sirve para sujetarlo a la cabeza del animal.
Es que “En nuestras condiciones, no hay más alternativas, porque la otra posible –la burguesa–, terminó el año 79 de este siglo. Es la alternativa de la democracia popular”, remataba aquel implacable ideólogo del totalitarismo.
Estos Chamorro, como recién lo ha confirmado la estirpe, sintetizan el pensamiento de la más rancia espuela –no confundir con escuela– colonial. Es que the family “nació” para montar y espolear, es decir mandar. Los demás, consideran ellos, vinieron al mundo para ser montados y espoleados.
Otros de esa alcurnia no quieren quedarse atrás y también enseñan por cualquier medio sus relucientes espuelas. Uno de ellos exhibe unas incontrolables ganas de estrenarlas que exige el adelanto de las elecciones, “pero ya”.
En tanto no se “arregle” esta disputa ecuestre intrafamiliar, “Nicaragua está en crisis”. Así de simple.
III
En el aparato que ostentó el poder sobresalía en especial los “camaradas” Sergio, Humberto, Henry Ruiz y Luis Carrión, ergo, la plana mayor MRS. Ellos pudieron haber salvado de la guerra a Nicaragua en los años 80.
El que dude o “no se acuerde” quiénes eran los dictadores, averigüe en Madrid. Y no es que se defienda a unos y se condene a otros. Se trata de leer la Historia.
“Tras los comicios de 1984 y la toma de posesión de Daniel Ortega, en 1985, como presidente de la República, la Dirección Nacional continuó desempeñando el verdadero poder en Nicaragua.
“Como ha señalado Antonio Lacayo, ‘El señor Ramírez incluso, como vicepresidente, tenía una gran cantidad de atribuciones y era el que realmente coordinaba el Gabinete de Gobierno, el equipo de ministros; Daniel Ortega asumía un poco más las funciones políticas de comunicación con el pueblo’ Cfr. entrevista a Antonio Lacayo, pág 9, apéndice documental 1.
“En este punto de vista, Virgilio Godoy coincide con Lacayo: ‘Sergio Ramírez había sido el presidente de hecho, él era el que administraba; Daniel Ortega era Doña Violeta [Barrios de Chamorro] en la época sandinista, el monarca que reina, pero no gobierna (…) Cuando yo fui ministro de Trabajo (del 79 a marzo del 84) mis informes eran a Sergio Ramírez’. Con ese comentario, Godoy hace referencia al hecho –fuertemente criticado por él– de que durante la administración de Violeta Chamorro (1990-1996), el verdadero gobernante era su yerno, Antonio Lacayo”. Cfr. entrevista a Virgilio Godoy, pág. 6, apéndice documental 4. (Manuel Hernández Ruigómez, tesis doctoral, Universidad Complutense, 2012).
Quien fuera el Jefe del Ejército Popular Sandinista, Humberto Ortega, era de los primeros en disparar las invectivas contra Estados Unidos y en “clarificarle” al pueblo que “las maniobras imperialistas tratan de mantener la dominación imperialista en nuestro país”, echando mano “de los vacilantes en las filas de la Vanguardia (FSLN)”. Así lo dijo en el teatro la noche del 29 de abril de 1982.
Estos autoritarios de por vida son los que instan el naufragio de Nicaragua. Ayer cuando contaron con todo el poder, rechazaron el diálogo y la tolerancia para atizar la crisis y el desencuentro. Ahora los “iluminados” se presentan como los San Francisco de Asís y las Madre Teresa de Calcuta.
Pero la Historia los acusa: “El 11 de agosto de 1981 llegó a Nicaragua Thomas Enders, subsecretario de Estado adjunto para América Latina, a ofrecer a la Junta de Gobierno y al directorio del FSLN la ‘normalización’ de las relaciones de ambos países, a cambio de la suspensión del envío de armas a la guerrilla salvadoreña” (Enciclopedia de Nicaragua, tomo 1, p 159).
En vez de evitar el conflicto y toda la calamidad que padecería Nicaragua, los que ahora se autoproclaman “pacifistas” y “amigos” de EE.UU., decidieron, como dice el volumen citado, “acelerar los preparativos bélicos, adquiriendo cantidad de armamento en países socialistas y cerrando los espacios políticos de la oposición interna”.
El 9 de septiembre decretaron la ley de Estado de Emergencia Económico y Social.
Este “monumento jurídico” a la libertad, el diálogo la reflexión y la sensatez, rubricado por el Subcomandante Rafael Solís Cerda, Secretario del Consejo de Estado, “penalizaba con tres años de prisión una amplia gama de actividades: sabotaje, descapitalización de empresas, especulación comercial, huelgas, tomas de tierra y difusión de noticias ‘desestabilizadoras’”.
El 21 de octubre de ese año, el Consejo desaforó a cinco diputados del sector empresarial y una central sindical, acusados de violar la Ley sobre el Mantenimiento del Orden y Seguridad y la Ley del Estado de Emergencia Económica y Social.
Dora María Téllez, para quien ahora Solís es su infalible “oráculo”, terminó de hundir a los delegados del Cosep y de los sindicatos, con su peculiar estilo de creerse la encargada de escribir el Fin de la Historia:
“Ante las provocaciones, ante esos atentados de querer tomar el poder, de división de la clase obrera, de violación a las leyes revolucionarias, la Revolución responde haciendo cumplir las leyes de la República, o sea, el poder revolucionario ya institucionalizado en leyes para defender a los nicaragüenses. No se va a permitir que se violen las leyes establecidas para defensa de la Revolución, es decir para llevar a cabo el proyecto de los pobres”.
Todo esto y más hicieron los ahora “apóstoles” del diálogo y los derechos humanos.
Todo esto y más glorificaban desde el “camarada” Carlos hasta la “camarada” Mónica Baltodano y tuti cuanti.
A como menospreciaron al pueblo, despreciaron la negociación ofrecida por Washington. De haberlo hecho, más de 150 mil nicaragüenses no hubieran perecido o quedado mutilados y lisiados.
Sin embargo, la misma secta de la perfidia que declaró a Estados Unidos “Enemigo de la Humanidad”, hoy le implora, junto a sus aliados, que les ayude a sumir por segunda vez a Nicaragua en otro holocausto.
¡Son insaciables!
Nunca entendieron, por la misma naturaleza de sus egos, que las relaciones de Nicaragua con Estados Unidos no se articulan sobre la base del odio visceral como lo proclamaron en el siglo XX, ni tampoco de entrega total como suspiran en la actualidad, en pleno siglo XXI.
Las relaciones de respeto reciproco se establecen de Estado a Estado. Y así como la política exterior no debe ser definida por los hígados agrios ni los corazones melosos del cálculo infame, tampoco la saludable construcción de la democracia es asunto de Pilatos, Judas y Fariseos. Son almas insalubres.
Las Sagradas Escrituras dan cuenta de las tragedias que tales personajes, repetidos una y otra vez en todas las épocas, han provocado en la historia de los hombres. Y nuestra patria no es la excepción.
Por esas huestes espirituales de maldad, la Historia de Nicaragua ha sido muy trágica.