Una victoria del pueblo, una victoria para el pueblo. La fórmula presidencial Daniel Ortega-Rosario Murillo ha derrotado a la agonizante derecha en Nicaragua.
Con un porcentaje, el 72% de consenso electoral, que no deja espacio a ninguna duda. Deja en cambio, un profundo mal sabor en la boca de los otros candidatos, quienes en lugar de reflexionar sobre sus propias inconsistencias y las causas de su derrota, señalan un fraude en su contra. Obviamente según ellos.
Con porcentajes alcanzados, que difícilmente llegan a dos cifras, la oposición pretende justificar su propio fracaso acusando la supuesta prepotencia de otros. En esta perspectiva “política”, cóncava y convexa, según las conveniencias inmediatas, se arrojan datos, números y hasta se llega a indicar un 80% de abstención; por lo demás en favor de una mayoría “dictatorial”.
En realidad, Nicaragua se presenta en contra tendencia, respecto al resto de América Latina, y no solamente en esa región. Los porcentajes de participación a las elecciones han sido de los más altos, sino el más alto, de toda América, incluyendo Estados Unidos.
La población, después de más de dieciséis años de gobiernos neoliberales, ha continuado a dar confianza a las políticas y, sobretodo, a los programas sociales implementados (la mayor parte de ellos logrados exitosamente) por el FSLN y por la alianza que le sostiene, considerando las contradicciones y los límites a los cuales inevitablemente se deben enfrentar.
Esto, honestamente, vale para Nicaragua como para todos los países que forman parte del ALBA. Los cuales, precisamente recibirán oxigeno de este éxito electoral. De hecho, aún más para aquellas poblaciones, no necesariamente circunscritas en el continente latinoamericano, sino que todavía viven bajo el yugo neoliberal. Y lo son aún más, a la luz de lo sucedido en el incómodo y fastidioso inquilino del Norte.
La fragilidad de la política de Obama, aparentemente más sólida por la resonancia de su política exterior, ha hecho resurgir los monstruos de la xenofobia nacionalista vulgar y el neo-nazismo, típico de una gran parte de la llamada “América Blanca”.
Monstruos que parecían estar muertos y enterrados para siempre, pero que, por el contrario con la retórica grotesca y al mismo tiempo realista de Donald Trump, han retornado en auge. Hasta conducirlo, con el “desconcierto” general, a la Casa Blanca. Que nunca ha sido más blanca que ahora.
La confirmación de Daniel en Nicaragua, en cambio testimonia que otra América está en marcha, lo cual da fastidio a las ambiciones y certezas del Capitalismo.
Las repetidas agresiones a la Venezuela Bolivariana, por ejemplo, están ahí para demostrarlo, aunque en modo dramático y absurdo. O el golpe “suave” en Brasil, para seguir siempre en el mismo tema.
La agenda del ALBA, sin embargo toma en consideración plazos de otro tipo. El histerismo de los grupos anti-sandinistas, que pasan desde el híper–corrupto Montealegre para llegar al cero-coma del MRS, demuestra inequívocamente la carencia de un serio y creíble programa político, más allá del repetido llamado a la intervención salvadora por parte del vecino del Norte. Quien, con la llegada de Trump, podría hacer reverdecer la ramas, por decir así, de la pasadas administraciones, como los tristes episodios de Reagan y Bush, y la aplicación de la doctrina Monroe. Ahora, esta podría iniciar a afianzarse al interno de sus propios confines, donde las irresponsables política intervencionistas de los años precedentes han desencadenado la Islamofobia y un anticuado nacionalismo, como otras pocas veces se han visto en la historia. Un reflejo, además de lo que ya está sucediendo en Europa.
Es por ello que es necesaria un ALBA más fuerte, con una conciencia popular más determinada de lo demostrado hasta hoy. Es necesario, consecuentemente, encontrar la nueva linfa de los Movimientos de Solidaridad Internacional, siempre bajo ataque pero no siempre por culpa de los demás.
Que no sea Trump el termómetro a quien dar la culpa del propio aumento de la temperatura.
Nicaragua ha mandado una señal clara: el Sandinismo 2.0 continúa con decisión su camino El proceso revolucionario está en marcha.
Daniel ha vencido, el pueblo ha vencido.
Massimo Angelilli