La Fortaleza de San Carlos, Río San Juan, es una vieja construcción militar española ubicada en la zona más alta del poblado. Actualmente allí funciona un pequeño museo y sus afueras se han convertido en lugar de encuentro de jóvenes, niños y adultos debido a que desde esa elevación se puede observar uno de los mejores espectáculos paisajísticos de la zona al fundirse en un solo cuadro el pequeño poblado, el río San Juan, el lago Cocibolca y el archipiélago de Solentiname.

A simple vista no es más que eso: un destino turístico más del por sí turístico puerto lacustre. Sin embargo, en ese lugar se gestó uno de los hechos más importantes de la lucha insurreccional contra la Dictadura Somocista, cuando a las 4:30 de la madrugada del 13 de octubre de 1977 un comando del Frente Sandinista atacó el Cuartel de la Guardia Nacional. Este golpe se convertiría en un símbolo para lo que luego sería conocido como Octubre Victorioso.

El pequeño comando de guerrilleros estaba compuesto en su mayoría por muchachos veinteañeros oriundos de Solentiname y San Carlos. La noche anterior se habían embarcado en secreto desde el archipiélago hasta punta El Limón. Al tocar tierra se trasladaron sigilosamente hasta la vieja fortaleza cayéndoles por sorpresa a la veintena de guardias genocidas acantonados allí.

Les cae la EBBI

Fue un golpe momentáneo, pues a pocos kilómetros casualmente realizaba ejercicios militares la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EBBI), una unidad élite comandada por el sanguinario Anastasio Somoza Portocarrero, hijo del dictador Anastasio Somoza Debayle.

Al conocerse el golpe, más de 400 tropas de la EBBI avanzaron hacia San Carlos, empezando así una odisea para los guerrilleros quienes tuvieron que huir rápidamente hacia territorio costarricense, donde fueron apresados por las autoridades de ese país. Atrás habían quedado Ernesto Medrano, Elvis Chavarría, Donald Guevara y Roberto Pichardo; algunos de ellos murieron en combate, y otros fueron capturados y posteriormente asesinados por la Guardia.

Un abono a estos nuevos tiempos

Luego de 37 años, los sobrevivientes de esa gesta ven con orgullo como un sacrificio de esa magnitud sirvió para abonar los nuevos tiempos que vive Nicaragua.

Héctor Iván Guevara, uno de esos guerrilleros, señala que ellos iban dispuestos a entregarlo todo para acabar con esa oprobiosa dictadura.

“Luchamos por tratar de cambiar ese sistema (político) que teníamos y tratar de dar al pueblo una sociedad más justa, más digna, para que ahora allá lo que se le negó durante mucho tiempo”, expresó Guevara, quien junto a seis de sus hermanos se enroló en la columna que atacó el Cuartel.

Además de los hermanos Guevara y de los caídos arriba mencionados, también formaban parte del comando Laureano Mairena, Bosco Centeno, José Arana y Nubia Arcia.

Un triunfo político y militar

La compañera Nubia Arcia considera que este fue un triunfo político y militar desde donde se le vea.
Ella manifiesta que el espíritu revolucionario que hizo posible esa gesta continúa vivo en la Juventud, la cual debe sentirse orgullosa de la histórica lucha de los nicaragüenses por lograr su libertad.

Arcia subraya que el principal legado de toda esta gesta es la paz que hoy trata de resguardar el Frente Sandinista junto a todo el pueblo.

“Es una paz que ha venido a darnos nuestro gobierno, el gobierno de nuestro Comandante Daniel. Y esto hace que nosotros podamos desarrollarnos, podamos trabajar tranquilamente”, asegura.

Fueron momentos de tensión para San Carlos

Pero esa tranquilidad que hoy se vive en San Carlos como en el resto del país, hace 37 años era un sueño. Allí, tras el asalto al Cuartel, las tropas de la EBBI convirtieron en su coto de caza a San Carlos y sus alrededores. Quienes vivieron esos acontecimientos recuerdan las fuertes ráfagas de disparos saliendo de los fusiles de la Guardia y la posterior respuesta de los guerrilleros en su huida, o bien aquel zumbido de los aviones militares atacando en picada y con ello llenado de terror a toda la población.

Una de las personas que estaba sumamente preocupada, y con sobrada razón, era María Guevara, hermana de siete integrantes del comando sandinista.

Esta señora recuerda que la mañana de ese 13 de octubre cayó sobre el poblado una nube de terror representada por un ejército pretoriano dispuesto a recuperar el honor perdido frente a aquel grupo de muchachos que soñaban con un país libre del yugo militar.

Una revolución para todos

Guevara asegura que esos momentos de miedo y la sangre derramada valió la pena, pues con el triunfo revolucionario el cambio llegó para todos los nicaragüenses sin distinción alguna.

“Esa era nuestro lema, el compromiso cristiano de liberar a Nicaragua de la dictadura de Somoza”, manifiesta.

Así lo ejemplifica la entrada a la fortaleza, la cual luego de 37 años de aquella gesta, luce llena de vida al levantarse el pequeño pero vistoso parque municipal, un lugar donde la juventud puede llegar con tranquilidad a disfrutar de un momento de distracción, tal como soñaron ver algún día aquellos muchachos que atacaron el Cuartel de la Guardia.

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