Desde la inauguración por la República Popular China en 2013 de su Iniciativa de la Franja y Ruta, las élites gobernantes de Estados Unidos y sus países aliados lo han visto principalmente como una amenaza a sus intereses. A nivel mundial, no han podido competir con las políticas comerciales y financieras aplicadas por China, desde América Latina hasta África y Asia. Por ese motivo, los países occidentales han caracterizado a China como un poder agresivo que es necesario contener para poder mantener la paz y la seguridad. En gran parte, el contexto de este creciente enfrentamiento entre Estados Unidos y la República Popular China es una herencia de la situación regional al fin de la Segunda Guerra Mundial.
En ese momento, lo que ahora es Taiwan fue reconocida por Estados Unidos y sus aliados en vez de la República Popular China como el país representante del pueblo de China. Fue hasta 1971 que las Naciones Unidas finalmente reconoció a la República Popular China. En 1945, las fuerzas armadas de Estados Unidos ocuparon Japón, Corea del Sur, las Filipinas y ocupaba o controlaba la mayoría de las islas de la región que se conoce como Oceanía. Todavía ahora, Estados Unidos mantiene más de 100 bases militares y navales en Japón y más de 70 bases en Corea del Sur, además de sus importantes bases militares y navales en la isla de Guam, en Hawaii y otros territorios como la Samoa Americana y las islas Marianas.
Estados Unidos tiene bases militares en el territorio de su aliado Australia, el país más grande de la región, y mantiene estrecha coordinación militar y de inteligencia regional con Nueva Zelanda. En general, las islas naciones soberanas del Pacífico, como la Federación de Micronesia, Fiji, las Islas Marshall, Kiribati Nauru, Palau, Papúa Nueva Guinea, Samoa, Tonga, Tuvalu, Kiribati y Vanuatu tienden a seguir su histórica alineación con Estados Unidos y Australia. La decisión en 2019 de las Islas Salomón de reconocer la República Popular China en vez de Taiwán señaló una ruptura de ese alineamiento regional e incurrió en hostilidad de Estados Unidos y Australia, porque consideran que la influencia china pone en peligro su tradicional control de la zona.
La parte más estratégica de la región es el Mar Meridional China, de que sus cientos de islas, islotes y arrecifes han sido sujetos de múltiples disputas y conflictos durante muchas décadas. Vitales rutas comerciales crucen este mar, donde se calcula que pase más de la tercera parte de toda la carga marítima global. Además, la zona contiene abundantes recursos pesqueros y de hidrocarburos. Los países que reclaman su soberanía en este mar y disputan los respectivos límites marítimos son Brunei, China, Indonesia, Filipinas, Malasia, Tailandia y Vietnam. Taiwan también intenta involucrarse sin tener legítima soberanía ya que todos los países de la región reconocen a la República Popular China y el principio de Una Sola China.
Todos estos países son miembros de la Asociación de Estados del Asia Sur Este (ASEAN por sus siglas en inglés). En 2022 el comercio de China con los países de ASEAN creció 15% a US$970 mil millones. Entonces, para ninguno de los países interesados en el Mar Meridional de China conviene escalar las disputas de la zona. China explora resolver los conflictos de manera bilateral mientras los países de la ASEAN tienden a favorecer un diálogo multilateral. Es en este contexto que Estados Unidos y sus aliados han actuado para provocar a China por navegar con sus buques de guerra por las zonas en disputa, bajo el espurio pretexto de querer garantizar la libertad de navegación.
Es otro ejemplo del doble rasero imperialista por medio de que China no tiene derecho de entrar en acuerdos de cooperación de seguridad en las islas naciones del Pacífico como las Islas Salomón, pero Estados Unidos y Canadá tienen derecho de entrometer sus buques de guerra en el Mar Meridional China. De hecho, Estados Unidos empezó a aumentar la actividad de sus fuerzas navales en la región desde 2009 y mantiene un alto nivel de actividad a la vez que aumenta su hostigamiento contra China por medio de medidas coercitivas unilaterales, diplomacia de mala fe y constante vilipendio mediático. A inicios de este mes, Estados Unidos coordinó un programa de maniobras navales en el Mar Meridional de China junto con las fuerzas navales de Filipinas acompañado por ejercicios anti-submarinos de Japón.
Las maniobras siguieron a otros ejercicios navales conjuntos en la región entre Estados Unidos, Japón y Australia. Toda esta actividad de las fuerzas navales involucradas vino después de la reunión a mediados de agosto en Estados Unidos de los Presidentes Joe Biden de Estados Unidos y Yoon Suk-yeol de Corea del Sur con el Primer Ministro Fumio Kishida de Japón. La declaración conjunta de esa reunión afirmó “Los Estados Unidos reafirma sin equivocación que sus extendidos compromisos de disuasión con Japón y la República de Corea son blindados y respaldados por la gama entera de las capacidades de los Estados Unidos.” En otras palabras, Japón y Corea del Sur tienen las mismas garantías contra China que Estados Unidos dio a Ucrania para entrar en guerra con la Federación Rusa. Se trata también de una seria escalada en la ofensiva verbal no solamente contra China sino contra la República Popular Democrática de Corea. Ambas, China y la República Popular Democrática de Corea tienen poderes nucleares.
En el área de la tecnología, Estados Unidos ha intentado frenar el desarrollo por China de su industria de computación específicamente para alentar a las empresas de Taiwán y Corea del Sur a no vender sus semiconductores de última generación a empresas chinas. A pesar de esta medida, la semana pasada la empresa china Huawei anunció sus nuevos teléfonos Mate con chips de muy alto rendimiento, lo cual provocó una furiosa reacción en Estados Unidos. Mao Ning vocera de la cancillería china comentó, “las sanciones y medidas coercitivas no van a frenar el desarrollo de China. Solo van a fortalecer la resolución y capacidad de China de buscar la autosuficiencia y la innovación tecnológica.”
En el campo de la diplomacia, la repetida mala fe de Estados Unidos ha sido clara en la marcada diferencia entre lo que acuerdan sus representantes en negociaciones con sus homólogos chinos y las políticas que se implementen después. El ejemplo más notorio de este comportamiento ha sido el contraste entre el declarado compromiso de Estados Unidos con el principio de Una Sola China y su entrega de grandes cantidades de armamentos a Taiwán, sus ofertas de entrenamiento militar y las visitas de funcionarios de alto nivel, todo con la clara intención de fastidiar y provocar al gobierno de China. Por otro lado, aun los más altos funcionarios estadounidenses como el Secretario del Estado Anthony Blinken han llegado a acuerdos en China los cuales se contradicen dentro días por el mismo Presidente Biden y sus oficiales.
A nivel regional Estados Unidos ha intentado convencer al gobierno de India de unirse a los esfuerzos de aislar a China por medio de un foro quadrilateral junto con Australia y Japón. Pero la membresía de la India del grupo de países BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghai consta que el gobierno de la India mantiene una determinada posición no alineada, lo cual se ha reflejado en su manejo de la reciente cumbre de los países G20. En cambio, los gobiernos de Australia y de Japón someten sus políticas cada vez más a los imperativos agresivos de Estados Unidos. Por medio del llamado trato AUKUS, Australia se ha comprometido a adquirir submarinos nucleares en los próximos años con el apoyo de Estados Unidos y Reino Unido. Esta es otra escalada de tensión en la región y puede violar el Tratado de Rarotonga de 1985 que designa el Pacifio Sur como una zona libre de armas nucleares si los submarinos se equipen con los misiles nucleares para que son diseñados.
Este patrón en la región del Océano Pacífico de parte de Estados Unidos de agresivas medidas militares, de mala fe diplomática, de medidas coercitivas unilaterales y de incesante guerra psicológica repite las fútiles políticas aplicadas contra la Federación Rusia, contra Irán y Siria, y en América Latina contra Cuba, Nicaragua y Venezuela. De hecho, a pesar de complicaciones y dificultades de otra índole, China mantiene importantes relaciones comerciales con todos sus vecinos. Sin embargo, siempre es posible que Japón y Corea del Sur, bajo fuerte presión de parte de Estados Unidos, van a elegir seguir el ejemplo de sumisión de los países europeos. En Europa, el Reino Unido y los países de la Unión Europea han perjudicado gravemente a sus propias economías por haber implementado medidas contra Rusia que han dañado sus balances de comercio, disminuido su capacidad industrial y provocado altos niveles de inflación.
En cambio, Rusia se ha fortalecido mientras la influencia mundial de Estados Unidos y sus aliados disminuye progresivamente frente a la combinación de los países más potentes del mundo mayoritario en organizaciones como los BRICS y la OCS. La mayoría de estos países persiguen la desdolarización de su comercio mutuo, a la vez que la economía de los Estados Unidos sufre un persistente declive en la tasa de ganancias de las empresas, con un promedio bajísimo de 14% en este siglo, lo cuál ha disminuido los niveles de inversión doméstica y ralentizado la productividad. Así que, a la vez que el mundo mayoritario se fortalece relativo al Occidente, Estados Unidos se hunde paulatinamente pero progresivamente en una categórica crisis estructural. Además, la guerra en Ucrania ha expuesto la inferioridad militar de Estados Unidos y sus aliados a la Federación Rusa en todos los ámbitos principales importantes, entre ellos, la artillería y campos minados, la defensa aérea, la tecnología de misiles y la guerra electrónica.
La Federación Rusa y China profundizan su relación estratégica y militar y ahora ambos países han decidido aumentar su cooperación con la República Popular Democrática de Corea. Los tres países tienen poderes nucleares. Sin embargo, Estados Unidos impulsa la alianza militar occidental OTAN a extenderse más allá de Europea para retar a China en Asia en coordinación con Australia, Japón y Corea del Sur. El próximo año hay elecciones presidenciales en Taiwán y en Estados Unidos. A corto plazo, los resultados podrían ser importantes para inclinar el enfrentamiento entre China y Estados Unidos o hacia mayor entendimiento o hacia mayor confrontación.
Pero a mediano y largo plazo es cada vez más clara la futilidad de las actuales políticas estadounidense de hostigamiento comercial y contención militar contra la República Popular China. Todo indica que sus efectos serán progresivamente más contraproducentes de la misma manera que ha ocurrido en el caso de la Federación Rusa. Como escribió el año pasado el hermano Chen Xi, Embajador de China en Nicaragua, “La hegemonía sigue siendo la mayor amenaza a la paz mundial. Los pueblos que aman la paz, solo unidos podrán vencer al enemigo común. China y Nicaragua son dos países amigos y fraternales... ¡Estamos y siempre estaremos en el lado correcto de la historia y del progreso de la Humanidad! ¡Somos y seremos constructores de la paz mundial, contribuyentes al desarrollo global y defensores del orden internacional!”