Las familias de León se unieron nuevamente en creatividad y cultura, teniendo a las Tradicionales Alfombras Pasionarias como elemento central este viernes.
En la ya conocida como "Calle de las alfombras", del barrio indígena de Sutiaba, hombres, mujeres y niños convirtieron a su comunidad en el epicentro del color, las sonrisas, la historia y las vivencias que fundamenta esta tradición.
Lester Castillo, un joven que se ha sumado a esta expresión cultural como una manera de desarrollar su arte y aprender de quienes lo han practicado por años, explicó un poco la pasión que ha podido adquirir por esta tradición.
“Nos unimos entre el arte que él tiene y lo que yo tengo”, comentó sobre su trabajo que desarrolló junto a un pintor de alfombras con más experiencia.
“Es una tradición de nuestros abuelos. Yo tengo hijos y estamos inculcándoselo a ellos”, afirmó, resaltando el papel de la transmisión generacional.
El recuerdo de los antiguos materiales y técnicas también permanece vivo. Alberto Pérez, uno de los exponentes más reconocidos de este arte, recordó que en su infancia las alfombras se hacían con ceniza o cuero. Hoy, dice, que la esencia permanece. “Es una tradición que ha venido de época en época, algo que nos han dejado nuestros ancestros”, expuso.
Además, resaltó el valor artístico que se reconoce incluso fuera del país. “Vienen personas de diferentes países a observar las alfombras. No fue en vano todo el día pasar aquí”, dijo, secándose el sudor provocado por el calor de la tarde.
No solo los hombres han heredado esta labor artística y Estefany Pérez es ejemplo de ello. La joven explicó cómo toda su familia participa desde temprano en la preparación de materiales. “Estamos aquí desde las ocho de la mañana. Incluso tuvimos que innovar y mezclamos color con arroz para obtener un tono celeste”, contó.
Para la muchacha, lo más valioso es la unión que se genera. “Nos une como cuadra. Todos somos familia. Es un día que nos une en celebración y fe”, destacó.
María Somarriba, habitante del barrio indígena de Sutiaba, pasea cada año con sus hijas para admirar las creaciones. “Nos gusta venir a apreciar el arte de nuestro pueblo indígena. Son tradiciones religiosas y culturales que forman parte de nuestra idiosincrasia”, expresó con orgullo.
“Esto no solo lo hace una sola persona. Participan varios integrantes de la familia, del barrio, de la comunidad”, añadió.
Las alfombras de León representan una herencia compartida que cada año vuelve a florecer con los colores mezclados con el aserrín y con la expresión cultural del pueblo leonés que se comparte con el mundo.