En entrevista en la Revista en Vivo con Alberto Mora, el periodista y analista político Ben Norton profundizó en las implicaciones de la victoria electoral de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, arrojando luz sobre un sistema electoral que,  profundamente antidemocrático y con raíces históricas que se remontan a la esclavitud y al racismo estructural de la nación.

Norton comenzó explicando el funcionamiento del sistema electoral estadounidense, un modelo que, a pesar de ser considerado una democracia, está lejos de serlo en términos prácticos. “El sistema electoral estadounidense tiene sus raíces en la esclavitud”, señaló, refiriéndose a un periodo del siglo XIX, cuando Estados Unidos se encontraba profundamente dividido sobre la cuestión de la esclavitud, lo que dio lugar a la guerra civil (1861-1865). En este contexto, surgió el sistema del Colegio Electoral, que fue diseñado para garantizar que tanto los estados a favor como en contra de la esclavitud tuvieran representación en el proceso electoral, sin importar el tamaño de su población.

El sistema, sin embargo, no favorece la voluntad popular. En un proceso electoral normal, en la mayoría de los países, el candidato con más votos populares es el que gana. Sin embargo, en Estados Unidos, este principio no se aplica. En las elecciones de 2016, por ejemplo, Donald Trump perdió el voto popular, obteniendo menos votos que su rival Hillary Clinton, pero ganó las elecciones gracias a su victoria en el Colegio Electoral, que cuenta los votos de cada Estado de acuerdo con su población y no según el número de votantes reales.

Según Norton, esto hace que en la práctica solo unos pocos estados sean determinantes en las elecciones presidenciales. “Básicamente, solo hay siete estados que importan”, señaló el analista, refiriéndose a aquellos que son considerados estados pendulares o estados púrpuras, como son conocidos en la jerga política. Estos Estados, que no son completamente republicanos ni demócratas, suelen decidir el resultado de las elecciones, ya que los dos grandes partidos luchan por el apoyo de estos votantes indecisos.

Para Norton, el Colegio Electoral es un sistema "antidemocrático" con un origen oscuro. Tiene sus raíces en la esclavitud”, afirmó, recordando que durante el siglo XIX, los esclavos no eran considerados personas completas en términos legales. Según la Constitución de 1787, los esclavos se contabilizaban como tres quintos de una persona para efectos de representación política. Esto permitió a los estados esclavistas tener más poder en el Congreso y, por ende, más influencia en las elecciones presidenciales. “Increíble el nivel de fascismo ”, señaló Norton, refiriéndose a la deshumanización de los afrodescendientes y el racismo institucionalizado que marca la historia de Estados Unidos.

Este análisis de Norton no se limita a la historia del sistema electoral, sino que se extiende a la política exterior y las acciones de Estados Unidos en el ámbito internacional. Para el analista, lo que se observa hoy en día con el imperialismo estadounidense, las guerras y las sanciones ilegales no es un fenómeno nuevo. “No podemos olvidar la historia del fascismo estadounidense, el racismo contra los afrodescendientes, el genocidio contra los pueblos originarios, los indígenas”, dijo Norton, destacando cómo la violencia estructural y el colonialismo de la nación han tenido un impacto duradero en su política interna y externa.

Política Exterior

Ben Norton ofreció un análisis profundo sobre la política exterior de Estados Unidos, señalando que, a pesar de los cambios internos y las diferencias culturales y sociales entre los partidos, la política exterior estadounidense mantiene una continuidad que se enfoca principalmente en el imperialismo. Según Norton, las grandes potencias estadounidenses, tanto demócratas como republicanas, están de acuerdo en temas clave como el apoyo a Israel y la confrontación con China, con algunas diferencias en cuanto a la guerra en Ucrania.

Norton comenzó destacando que, aunque haya diferencias en las políticas internas entre los distintos partidos políticos, la política exterior estadounidense sigue un patrón común, especialmente en lo que respecta al imperialismo y la hegemonía global. “La política exterior nunca cambia de manera significativa, a pesar de los vaivenes internos”, explicó, refiriéndose a la postura unificada de Estados Unidos frente a países como China, Rusia e Israel.

Uno de los puntos clave que Norton subrayó es la postura estadounidense frente a la guerra en Ucrania. Según él, independientemente de quién esté en el poder, los intereses imperiales de Estados Unidos siguen siendo los mismos. “Trump puede decir que va a terminar la guerra en Ucrania, y creo que lo hará, pero ya he dicho antes que no importaba quién ganara las elecciones, porque la OTAN perdió la guerra”, afirmó. Norton recordó que la OTAN, liderada por Estados Unidos, fue la que comenzó el conflicto, y que Rusia siempre buscó una salida diplomática. En 2021, recordó Norton, Rusia solicitó a la OTAN y a la Unión Europea un acuerdo escrito que garantizara que Ucrania no se uniera a la OTAN, proponiendo una vía neutral para el país. Sin embargo, la respuesta fue un rotundo "no", lo que, según Norton, precipitó el conflicto.

“La guerra en Ucrania nunca debió suceder”, afirmó Norton, enfatizando que la negativa a la diplomacia por parte de la OTAN y Estados Unidos convirtió lo que podría haber sido una solución pacífica en un conflicto interminable. Ahora, según el analista, es evidente que Ucrania ha perdido la guerra, aunque Estados Unidos se niega a admitirlo públicamente. “Estados Unidos nunca quiere la paz”, agregó, señalando que las grandes empresas armamentísticas tienen intereses económicos en mantener los conflictos bélicos vivos, ya que la guerra les permite obtener grandes ganancias. En este sentido, Norton sugirió que la guerra en Ucrania es más un negocio para la industria militar que un interés legítimo por la seguridad o los derechos humanos.

En cuanto al futuro de la política exterior de Estados Unidos, Norton fue claro: “El próximo blanco del imperialismo es China”. En su análisis, mencionó que tanto los republicanos como los demócratas, especialmente aquellos vinculados al ala más belicista del Partido Republicano, comparten un discurso agresivo contra el gigante asiático. “Si escuchamos el discurso de Trump, de los republicanos y de muchos demócratas, todos dicen lo mismo: primero debemos terminar el conflicto en Ucrania para poder prepararnos para un conflicto con China”, explicó Norton.

El analista también señaló que los candidatos a la cancillería de Trump son especialmente agresivos en su retórica hacia China. “Son halcones, muy belicistas, quieren una guerra económica, una guerra comercial con China”, dijo. Además, Norton destacó cómo este discurso se ha intensificado en los últimos años, con China siendo constantemente acusada de ser responsable de muchos de los problemas económicos y geopolíticos de Estados Unidos. “Siempre le echan la culpa a China de todo, pero en realidad lo que quieren es asegurar su dominio global, y China es vista como la mayor amenaza para ese dominio”, agregó.

Migrantes

Norton ofreció un análisis sobre cómo la situación de los migrantes se ha convertido en un chivo expiatorio para los problemas internos del país, y cómo tanto demócratas como republicanos han fallado al no ofrecer soluciones reales a las necesidades de la población.

Norton comenzó explicando la hipocresía inherente a la postura de muchos políticos estadounidenses frente a los migrantes. Por un lado, el país depende en gran medida de la mano de obra migrante, especialmente en sectores como la agricultura, donde el trabajo de los migrantes es crucial para el funcionamiento de la economía. “Estados Unidos siempre ha tenido una política racista, pero también necesita a los migrantes para el trabajo que hacen, especialmente en el sector agrícola, que es de suma importancia”, comentó Norton, señalando la contradicción fundamental de un país que explota a los migrantes mientras los estigmatiza y los criminaliza.

Sin embargo, según Norton, la política migratoria de Estados Unidos no solo está impulsada por el racismo, sino también por la necesidad de los políticos de encontrar chivos expiatorios a quienes culpar de los problemas estructurales internos. “Los políticos quieren culpar a China, a Rusia, a los migrantes, para desviar la atención de los problemas que son creados internamente por las oligarquías y las grandes empresas”, afirmó Norton.

El periodista señaló que la verdadera fuente de los problemas de Estados Unidos radica en un sistema económico y político dominado por multimillonarios y corporaciones que controlan las decisiones del gobierno, que se niegan a pagar impuestos y que buscan recortar todos los servicios públicos esenciales, como la salud y la educación.

“La educación es cada vez más cara, la salud pública es prácticamente inexistente”, agregó Norton, criticando la falta de políticas públicas que beneficien a la clase trabajadora y a los sectores más vulnerables de la sociedad. En este contexto, los migrantes se han convertido en un blanco fácil para la frustración popular, mientras que los verdaderos responsables de la crisis económica y social siguen siendo protegidos.

Uno de los aspectos más preocupantes que Norton destacó es la retórica de Donald Trump, quien ha prometido deportar a "decenas de millones de migrantes". “Eso sería una locura, y lo peor es que Trump quiere usar al ejército para hacerlo. Estamos hablando de un nivel de violencia que da mucho miedo”, comentó el analista. 

Sin embargo, Norton también criticó la falta de acción de los demócratas, quienes no han hecho nada significativo para defender a los migrantes. “No es que Trump haya ganado las elecciones, es que los demócratas perdieron. Los dos partidos compiten para ver quién es más racista”, afirmó Norton, refiriéndose a cómo en la reciente contienda electoral, tanto los demócratas como los republicanos adoptaron posturas similares en cuanto a la inmigración y otros temas sociales. 

Los demócratas no tienen una política popular a favor del pueblo. Son un partido controlado por la oligarquía, igual que los republicanos. La diferencia es que los demócratas pretenden ser el partido de la clase trabajadora, pero no lo son. Son neoliberales, de derecha, y han fracasado en crear políticas que ayuden realmente a la gente”, aseguró.

Para Norton, la derrota de los demócratas no fue una cuestión de que Trump ganara, sino de que el Partido Demócrata se haya desconectado completamente de las necesidades del pueblo estadounidense. “Cuando un gobierno no crea políticas a favor de la gente, pierde las elecciones. Eso fue exactamente lo que pasó. Los demócratas no defendieron a los migrantes, ni a la clase trabajadora, ni a los sectores más pobres del país”, explicó, enfatizando que esta falta de visión popular es lo que ha permitido que figuras como Trump sigan ganando terreno.

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