Tomás Borge es de los revolucionarios que han dejado un legado que no conoce de tiempo y espacio, sus acciones firmes y palabras tiernas cada día tienen vigencia, lo recordemos sencillamente por su heroísmo inspirador. El 19 Digital conversó con Marcela Pérez, esposa, compañera del entrañable de Tomás y actual embajadora de Nicaragua en Perú, a continuación reproducimos la entrevista completa.
Marcela Pérez Silva
Entrevista para el 19 digital
Lima, 29 de abril, 2019.
¿Qué fue lo que más le impactó cuando conoció a Tomás? ¿Su figura política, su poesía, su don de líder o la dulzura de sus palabras?
A Tomás lo empecé a conocer cuando estudiaba en Italia. Un día abrí un periodiquito de la solidaridad y encontré, traducidas al italiano, unas palabras de Tomás. Esas palabras fueron para mí, una epifanía. Las recorté y las pegué en el corcho junto a mi cama. Decían:
El hombre que no es capaz de soñar es un pobre diablo, un eunuco. El hombre que es capaz de soñar y de transformar sus sueños en realidad es un revolucionario.
El hombre que no es capaz de amar es un animal, un primate (no es casualidad que les llamen "gorilas" a los asesinos uniformados de américa latina). El hombre que es capaz de amar y de hacer del amor un instrumento de cambio, es también un revolucionario.
Un revolucionario es por lo tanto un poeta, un amante, un soñador…
Tiempo después, grabé mi primer disco. En la carátula copié su último verso: “Porque no se puede ser revolucionario sin lágrimas en los ojos y sin dulzura en las manos. Tomás Borge.” Por supuesto que entonces yo ni soñaba que alguna vez lo conocería, pero ya estaba enamorada de él.
¿Cómo fue la química que fortaleció esa relación sólida a lo largo de los años?
La nuestra fue una hermosa e intensa historia de amor. Apasionada y turbulenta. Él fue mi maestro, mi amante, el amor de mi vida. Yo fui su compañera, su biógrafa, su telonera. Junto a él conocí Nicaragua. Me encantaba acompañarlo a los actos políticos en los barrios, las comarcas, los pueblitos. Cuando podía, cantaba antes de que él hablara, en actividades improvisadas sobre camiones destartalados o bajo un palo de mango. Era maravilloso verlo interactuar con la gente. Tomás se nutría de esa relación simbiótica: por su boca hablaba el pueblo pobre de Nicaragua. Los hijos de Sandino.
¿Cómo era Tomás en familia, con su esposa, con sus hijos, cuál es la dimensión de sus vivencias personales?
Fue un buen papá, preocupado y generoso. Tuvo muchos hijos y los amó profundamente. Siempre estuvo orgulloso de los logros de todos. Pendiente de sus problemas. Detrás de la máscara de duro que se ponía para proteger su corazón, Tomás era un hombre sumamente tierno. Cuando yo estaba embarazada de los gemelos, se asomaba a mi barriga y les hablaba: “¡Aquí está su padre!”, les decía, para que ellos se supieran amados y esperados, aún antes de nacer. A Camila le escribió: “Ahí estuve / cuando saliste redonda / Eras el universo (…) Ahí estaré cuando se muevan los astros / de tu vientre / Cuando tus pies descalzos caminen / entre vidrios rotos / Cuando me vaya / volveré a caminar / tomándote de la mano / siempre…”.
¿Cuántas anécdotas guarda en su corazón de aquellos días de amor, poesía y revolución?
Fueron veintitrés años de amor y de combate. Que le agradezco a la vida. Nos tocó compartir experiencias muy fuertes: la derrota electoral, el nacimiento de nuestros hijos, las campañas electorales, la muerte de mi mamá y de su hija Birmania, el diagnóstico de autismo de nuestro pequeño Sebastián. Finalmente, la merecida victoria sandinista del 2007.
En el plano político y diplomático que compartieron, ¿cuáles fueron sus principales experiencias?
Tomás era siempre sorprendente. Recuerdo uno de nuestros primeros viajes, lo acompañé a Caracas a presentar su poemario “La ceremonia esperada”. En la Universidad lo invitaron a dar una charla y los estudiantes le preguntaron por qué había perdido el FSLN las elecciones de 1990. Su respuesta, valiente y autocrítica, nos atravesó a todos como un rayo que nos dejó sin palabras: “Porque perdimos la humildad”. Decía Arturo Corcuera que sólo un poeta podía haberse vengado de su torturador, perdonándolo. Ese día yo sentí que sólo un comandante-poeta podía ser capaz de tanta grandeza.
Me llenaba de orgullo caminar a su lado. Con él tuve la suerte de conocer a personajes como Chávez, Evo, Lula y Correa que lo querían y lo respetaban. Y otros entrañables como Schafik, Peña Gómez y Rubén Berríos, que fueron sus hermanos. Lo acompañé a las reuniones de la COPPPAL y la IS y el Foro de São Paulo. Pude verlo brillar representando al FSLN que en Nicaragua se planteaba gobernar desde abajo y defender las conquistas populares alcanzadas por la Revolución.
Quizás la experiencia más completa, en ese sentido, fue la entrevista que le hizo Tomás a Fidel, que quedó plasmada en su libro “Un grano de maíz”. Fueron tres días con sus noches, en los que tuve el privilegio de asistir al encuentro de esos dos gigantes. La mejor escuela política que pude tener en la vida.
¿Cuál es la huella del comandante Tomás en Perú? ¿Cómo fortalecía Tomás la solidaridad histórica entre Perú y la Nicaragua Sandinista, durante su gestión cómo embajador?
Tomás había vivido clandestino en el Perú, en los años 70. De ese entonces conservaba muchas amistades. Su nombramiento como embajador de Nicaragua vino a cerrar un círculo virtuoso de solidaridad e integración entre nuestros pueblos, que se inició en 1928 con Esteban Pavletich (el secretario peruano del general Sandino), que fue parte del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, y se hizo más fuerte con la colaboración de los internacionalistas peruanos que nos apoyaron en la lucha contra Somoza y los primeros años de la Revolución sandinista. Su presencia en Lima volvió a congregar alrededor suyo a la gente de la solidaridad (la gente más linda del mundo!). Su sempiterno llamado a la unidad de la izquierda peruana, es algo que todavía se recuerda, como una promesa aún por cumplirle.
¿Cómo cree usted que la vida de Tomás, su obra, su trayectoria política y revolucionaria contribuye a forjar a las nuevas generaciones? Existe algún proyecto para perennizar su vida y ejemplo… ¿un museo, una biblioteca virtual u otra iniciativa?
Hay un bello poema de Daniel que dice: "Aquí estás Tomás, es decir, Nicaragua". Y es que el revolucionario nacido en la patria de Darío y de Sandino, de alguna manera conjuga en sí mismo estos dos paradigmas que son la esencia misma de la nación. Pero Daniel va más allá y le confiere una función precursora en la lucha de los pueblos cuando concluye diciendo: "Aquí estás Tomás, abriendo camino".
Pienso que las nuevas generaciones deben conocer a fondo la historia de lucha de quienes los precedieron: de Diriangén hasta nuestros días. Aprender de esos ejemplos de dignidad, de renuncia, de amor al pueblo. En ese sentido la vida y la obra de Tomás constituyen un legado maravilloso que se debe estudiar con esmero.
En la embajada de Nicaragua en el Perú hemos montado el Memorial Tomás Borge, que recoge sus libros, sus retratos, su correspondencia con los grandes personajes de su tiempo. Mi sueño sería poder poner todo ese material que logramos recopilar, al alcance de todos en Nicaragua. Más que nunca ahora. En estos tiempos en los que Tomás vive y la lucha sigue.