María Cristina Cedeño Villavicencio, recuerda la alegría que se vivía ese 23 de diciembre de 1972. El reloj de su casa, uno de piso, hecho de madera, se detuvo en el momento justo del estruendo y el incontrolable vaivén del suelo.

En su barrio, Monseñor Lezcano, esperaban las pastorelas y preparaban atol. La magia y la comida se perdieron. Las calles se movían como si fueran las aguas en el mar y la precisión del movimiento había partido el piso de su casa, tal como si una sierra hubiera cortado la baldosa roja.

La primera acción que tomaron fue abandonar su vivienda, tomando rumbo a Carazo donde vivían sus familiares más cercanos, fuera de la capital. Por dos meses estuvieron allá y al volver se refugiaron nuevamente en Managua gracias a la solidaridad de sus vecinos.

Imágenes aterradoras

Sin embargo las heridas emocionales y las imágenes en su mente de los cadáveres esparcidos en las calles, aún estaban frescas.

Recuerda — y agradece — que  en su vivienda solamente alguien resultó con una herida en la frente por la caída de una teja.

Los muertos los llevaban en carretas de bueyes, hasta la gente iba empujando las carretas”, recuerda la manera en que los fallecidos eran llevados a una fosa común.

Juan Francisco Cedeño Montano es el patriarca de esta familia que habita en la misma vivienda de Monseñor Lezcano donde vivieron el terremoto. Su voz suena tranquil,a pero su rostro no puede evitar revivir la angustia de esos momentos.

Aún sigue trabajando joyería. Es un oficio que heredó de su familia y él lleva más de 60 años con el trabajo. Todavía conserva y usa la vitrina de madera y vidrio en la que se ven regadas baterías y piezas de reloj.

Los eventos del terremoto están grabados en su mente. Tiene presentes los momentos difíciles que atravesó, principalmente con la familia.

Se dio cuenta de lo que pasaba hasta que pudo sentir cómo el suelo lo había catapultado al aire y la gravedad se había encargado de regresarlo.

Por las calles la gente cargaba enseres y unos aprovecharon para saquear los comercios. Afirma que Dios fue misericordioso de él y su familia.

Nueva cultura de prevención  

Sin embargo, 45 años han pasado desde la catástrofe y las familias hoy tienen mayor conciencia sobre los riesgos de la naturaleza. Cedeño comenta sobre los esfuerzos que hoy realiza el Gobierno para mantener una actitud preventiva frente a los desastres, son muy valiosos.

En su época recuerda la alarma y el desorden con el que los capitalismos reaccionaron. “Chocaban familiar con familiar y caían al piso”, recuerda.

 “La responsabilidad es de nosotros los mayores de orientar a los más pequeños a ser atentos a los riesgos. Es muy importante sobre todo en los colegios…. Tienen que colaborar”, señala concentrado en una pieza de relojería que tiene pendiente de entregar.

Una nueva Managua

Lo mismo considera Wilmor López, historiador y folclorista. Asegura que este recuerdo hoy se va relegando a postales, reportajes, y fotografías tomadas la misma noche de la catástrofe.

Sin embargo a 45 años, la capital tiene tintes modernos y futuristas según su criterio, tomando en como ejemplo las más recientes instalaciones deportivas utilizadas para disputar en el país los encuentros deportivos de los XI Juegos Centroamericanos.

También observa los parques, avenidas y al mismo pueblo trabajando en los antiguos edificios como el Banco de América, donde hoy se albergan oficinas de las bancadas de la Asamblea Nacional.

Los testigos mudos de las llamas y el terremoto, no se conservan visiblemente, ya no queda casi ni rastro de ellos. Es una situación que la valora como nostálgica pero alegre al mismo tiempo, por la representativa hazaña de haber resurgido de las cenizas.

Quizá lo que López valora más es la nueva cultura de prevención que se viene fomentando y adquiriendo entre los nicaragüenses.

La población ahora está educada con el SINAPRED, las constructoras ya están construyendo ahora con antisísmico… proyectos antisísmicos, edificios que se han hecho aquí en Managua, porque ahora  se está creciendo para arriba y no a los lados, que son antisísmicos… la gente vive ya sin ese temor”, reflexiona.

Una ciudad que perdió el temor

Esto lo confirma Héctor Lacayo, Presidente de la Cámara de Urbanizadores de Nicaragua (CADUR), quien asegura que durante más de nueve años, luego de la creación de la Ley de Fomento de la Vivienda de Interés Social, el desarrollo urbanístico ha venido creciendo exponencialmente.

En ese sentido indica que ahora ya se ha pasado de promover las viviendas pensadas de una familia de una sola planta, sino que se ha empezado a desarrollar el concepto de multifamiliares, donde en varios pisos habiten varios núcleos familiares.

A la vez, apunta a que esta apuesta, permite entrar a la fase de crecimiento en la que han entrado las grandes ciudades para densificar la capital.

Con esto se da garantía de que las familias van perdiendo las secuelas generadas por el desastre y se puede dar paso al crecimiento vertical, principalmente gracias a la evolución de los sistemas constructivos, que han pasado del uso del adobe a nuevos materiales que se enmarcan en modernos códigos de construcción que constantemente se actualizan.

Nosotros consideramos que la parte cultural que quedó de hace 45 años de lo que sucedió en 1972, quedó marcado en la población, pero quedó marcado del sistema de cómo se construía antes, del sistema constructivo que había en esos tiempos, que efectivamente no es lo mismo que lo que estamos ahora”, precisa.

Lacayo considera que hoy el país tiene todas las condiciones como la estabilidad macroeconómica, una pujante inversión nacional y extranjera, lo que sumado al Plan Maestro de Managua apoyado con la cooperación internacional, permitirá ver en los próximos años una Managua densificada con muchos más edificios de vivienda y comerciales, que además se dispongan en micro zonas con todos los servicios al alcance.

 

Comparte
Síguenos