Caminar por las calles de San Juan de Oriente rejuvenece el alma y, en el transitar, se siente el amor patrio hasta en lo más profundo de los tuétanos.

El turista que visita al seductor pueblo, localizado a 45 kilómetros de Managua y flanqueado por la pintoresca ciudad de Niquinohomo, cuna del General de Hombres y Mujeres Libres, Augusto C. Sandino, constata infaliblemente que Nicaragua es un paraíso de paisajes idílicos, lagos, volcanes, poetas… y de barro mágico hecho poesía.

Las cerámicas contemporáneas de San Juan de Oriente han cosechado importantes premios y elogios en prestigiosas galerías y museos internacionales. La razón es simple: cada pieza encierra una historia especial, un microcosmos único de colores vívidos, de diseños, trazos y expresiones genuinamente nicaragüenses, pero a su vez intensamente universales.

Uno de los ilustres poetas del barro es José Ortiz (San Juan de Oriente, 1966), ceramista condecorado en febrero de 2008, con la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío, por el Presidente de la República, Comandante Daniel Ortega Saavedra.

La lista de premios y reconocimientos recibidos por Ortiz incluye la selección en 1992, cuando contaba apenas 26 años de edad, de una de sus piezas para la emisión de un sello postal de Correos de Nicaragua. El extenso periplo del talentoso artista lo ha llevado a exhibir sus originales creaciones en Centro América, Europa, Estados Unidos, entre otros destinos.

José Ortiz, también pintor y a quien no pocos llaman “el Pablo Picasso nicaragüense”, realizó en Finlandia una de sus primeras presentaciones internacionales (Galería Annantalo, 1995). Su singular obra, caracterizada por un empleo audaz y vibrante del color, es recordada con admiración en círculos ceramistas de Helsinki.

Ricardo Alvarado, embajador de Nicaragua en el país nórdico, conversó recientemente con el destacado poeta del barro.

José, ¿cuándo se inició como ceramista?

Mi madre se dedicó a la alfarería por muchos años. Pudiera decir que fui amamantado con barro, mis comienzos como ceramista se remontan a mi niñez. Mi padre me inculcó el interés y curiosidad por la naturaleza.

Usted ejecuta varios instrumentos musicales, pinta, canta, escribe poemas, elabora cerámicas artísticas, muchas de ellas expuestas en galerías y museos. ¿Le alcanza el tiempo?

Solo una vida tengo y la quiero vivir en plenitud. Me considero un obrero del arte, aunque no lo he estudiado formalmente. Soy autodidacta. Vendí frutas y tortillas cuando niño y luego estudié Química Industrial en el INTECNA de Granada. Guardo un profundo sentimiento de gratitud por la vida. Me voy a morir y pienso que, después de muerto, voy a seguir creciendo.

¿Qué nos podría decir sobre sus vínculos artísticos con la literatura nicaragüense?

En 1990 ilustré en cerámica los dibujos de los poemas de “El Jaguar y la Luna”, libro de Pablo Antonio Cuadra (Managua, 1912–2002).

Pablo Antonio Cuadra escribió en 1995: “Ortiz capta lo moderno de lo antiguo y crea asombrosas aleaciones de antigüedad y ultra-modernidad”. ¿Qué tipo de estilo sobresale en la obra de José Ortiz?

Mi estilo es ecléctico, creo que es el resultado de muchas cosas. Respeto el estilo precolombino, pero no puedo vivir de la gloria de mis ancestros. Tengo que crearme mi propio camino. Pienso que mi trabajo es una historia en color, me considero un buen administrador de los colores.

Se dice que usted es un apasionado por el color azul. ¿Alguna relación con “Azul” de Rubén Darío?

El azul me produce calma, es el color de la poesía. También utilizo mucho los tonos rojizos, influencia de nuestras raíces precolombinas. Mis combinaciones de colores están asociadas a lo nuestro, lo nicaragüense, a nuestras mujeres, a la luna y su romanticismo. Nuestro Rubén es un ejemplo a seguir.

¿Sus últimos trabajos?

Se encuentran en algunos hoteles nacionales. Me han llamado para decorarlos.

Ha expuesto en varios países, piezas suyas integran colecciones internacionales. ¿Planes para el futuro?

Siempre tengo planes. Me gustaría regresar a Finlandia.

¿Momentos trascendentales en su vida?

Entre otros momentos relevantes, cuando Luis Morales, del Instituto Nicaragüense de Cultura, me visitó en 2008 para informarme que el presidente Ortega me condecoraría. Ese mismo año también el príncipe consorte Enrique de Dinamarca llegó a mi taller. En 2012, en una exhibición en la que participé en Holanda, la reina Beatriz visitó mi estand. Un número de personalidades, como el padre Miguel d'Escoto Brockmann, han pasado por mi taller.

¿Algún mensaje?

Hay que soñar en grande y trabajar con determinación para alcanzar esos sueños.

 ¿Qué representa San Juan de Oriente para usted?

El hogar de mi espíritu.

 ¿Nicaragua?

Es mi amor.

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