Augusto César Sandino, el padre de las guerrillas de liberación

Los escritores hablan de la naturaleza del lenguaje, del poder creador de las palabras. No deja de ser fascinante que aquel valle habitado por los chorotegas y donde se encontraban pueblos que iban de sur a norte y de norte a sur, fuese denominado Niquinohomo que significa “Valle de los guerreros”. Y que justamente en ese lugar naciera nuestro guerrero de la libertad Augusto César Sandino.

Su infancia es ya un reflejo de las sociedades clasistas heredadas de los colonizadores españoles. Llegó a este mundo con la marca del que va a ser discriminado, abusado, abandonado, olvidado, rechazado y marginado por ser considerado ilegítimo por una sociedad hipócrita y superficial. La misma sociedad impúdica y moralmente obscena que es capaz de convertir en mercancía al ser humano. Y peor aún, vender al imperialismo su propia alma por un puñado de dólares mafiosos y poner a sus hermanos de tierra nicaragüenses bajo la violenta bota de suela de hierro de los capitalistas yanquis.

Esa infancia no debilitó al hijo del Valle de los guerreros, que ya convertido en un joven vio cómo los invasores marines -los filibusteros estadounidenses- abrazados por los traidores a la patria fusilaban a Benjamín Zeledón y luego profanaban su dignidad llevando su cadáver en una carreta de bueyes. Ese insulto a la dignidad del hombre que había dicho que sin libertad no hay vida, energizó el alma nacionalista de Sandino. Aquél joven de diecisiete años se juró a sí mismo que por encima de su propia vida estaba la vida de su patria libre, por encima de otros amores estaba el amor a su patria, Nicaragua.

Aunque las injusticias de la vida lo llevaron a defender la soberanía con las armas, Augusto César era un pacifista y un idealista. Llegó a confiar en los liberales frente a los conservadores, a creer que había entre los líderes políticos personas de bien más allá de sus propios intereses. Su bondad podía colindar con la ingenuidad, algo que es característica de los seres honrados y compasivos. Así, dedicó sus primeros años de actividad político-militar a la causa liberal, hasta que la traición de estos le abrió los ojos y aprendió que ante tanta ignominia tenía que tomar las armas y no entregarlas nunca porque “la soberanía no se discute, se defiende con las armas en las manos”.

Aprendió Sandino que los que están al servicio de los intereses económicos y estratégicos del imperio norteamericano enarbolan banderas liberales o conservadoras según les convenga. Aprendió también que hay familias y apellidos en la sociedad nicaragüense que nunca abandonarán por las buenas el poder porque se creen bienaventurados y en realidad son no son más que un grupo mundanal e infernal. Aprendió, pues, a empujar su ingenuidad allende su benignidad.

Este hombre salido de la clase de los oprimidos se alzó con un puñado de valientes patriotas y le dio una lección de estrategia militar al cuerpo armado más importante del planeta. De la mina de San Albino al pueblo de Ocotal y de ahí al cerro de El Chipote, que es el Belén donde nace la lucha guerrillera anti-imperialista. Sandino decía ser “el hijo de Bolívar”, yo en mi modesto escritorio aseguro que, sin lugar a dudas, Augusto C. Sandino es el padre de todas las guerrillas liberadoras de nuestra América, de la “América ingenua que tiene sangre indígena”, como la llamó el gran Rubén Darío. Y es que es en ese cerro, bajo el fragor de los aviones de guerra yanquis que bombardeaban el deseo de lucha por la libertad de Nicaragua, donde Sandino se convierte en leyenda universal y en símbolo de la resistencia ante el imperialismo. Por cierto, aquellos aviones que quisieron asesinar a Sandino y su causa, aquellos aviones cargados de odio, llenos de desprecio al ser humano y vacíos de humanidad representan la misma vileza y crueldad de los que en nuestro tiempo siguieron asesinando en, por ejemplo, Somalia, Yemen, Libia o Siria. Y hoy amenazan a Venezuela, Nicaragua o Cuba. Son buitres que sobrevuelan siempre preparados para actuar en contra de la dignidad, la solidaridad y la igualdad de los pueblos de cualquier parte del mundo.

Humilde rezo a Sandino, desde el presente

Hay seres humanos que trascienden la aparente lógica del espacio y del tiempo. Por eso, en este año 2019, sentado y armado de memoria y de letras, humildemente me dirijo a ese extraordinario hombre que inspira estas palabras ya unidas en frases que son oraciones gramaticales y espirituales para honrar e invocar a uno de los más grandes latinoamericanos que haya existido jamás, Augusto César Sandino:

General, allí donde esté le pido que nos ayude. Nuestra América le necesita.

Los malvados ladrones del Norte siguen decapitando nuestro deseo de ser hombres y mujeres libres.

General, denos la sabiduría necesaria para expulsar al nefasto y asesino opresor yanqui.

Denos, además de la sapiencia, la pericia y la estrategia vital con la que Usted en El Chipote y Las Cruces -envuelto a veces en su capa negra y con el apoyo del pueblo enardecido por la justicia y la libertad- ahuyentó y arrojó de nuestra tierra a los expoliadores, saqueadores asesinos de la justicia que son los perversos hijos de esa infamia histórica que son los Estados Unidos.

General, ilumínenos el camino de la justicia, de la independencia, de la autodeterminación. Hoy más que nunca necesitamos su luz, ¡la luz de los Hombres Libres!

La lucha continúa. Sandino está vivo en cada persona que no se vende ni se rinde.

¡Patria y Libertad!