No debemos, al menos yo no debo, obviar que el mayor de los daños, más que lo económico, que al final lo material se repone y hasta por algo mejor, más que las muertes que nos duelen a todos, independientemente de los signos políticos e ideológicos, ha sido, en la etapa posterior al 18 de abril, la enorme distancia que hoy separa a la familia y no hablo de la familia nicaragüense en lo macro, sino de tu familia, de mi familia, de padres e hijos, de tíos y sobrinos, de hermanos y de primos que por desafectos políticos hoy ya no nos soportamos porque lamentablemente hay quienes creen que el amor se da, el amor existe en tanto pienses igual que yo y eso es realmente triste.

Estoy hablando de un fenómeno que costó ser expulsado de nuestro corazón a través de un proceso que nos tomó tiempo en lograrlo y que permitió que en nuestras tertulias familiares que la tolerancia tomara control de cada uno de nuestros encuentros.

Por supuesto que estoy hablando del pasado de aquella profunda división familiar que generó la guerra de los ochenta porque es bueno recordar que la peor marca de la guerra es la división que causa, es el rencor que genera, es el odio que propicia, porque, aunque la guerra termine siempre en una negociación de paz, esta se mantiene activa y latente a través de la división familiar donde las heridas del corazón son diabéticas.

Hoy estamos otra vez divididos hoy nuevamente vemos a padres lanzados contra sus hijos, a hijos lastimados por sus padres, a tíos que dicen no querer a sus sobrinos, a sobrinos resentidos con sus tíos, a hermanos y primos que no se hablan porque cada quien, independientemente de la verdad que asista a los bandos, los unos y los otros creen tener la certeza absoluta de los acontecimientos y sin que importe que estés dentro o estés fuera del país y sin que exista pared que guarde el secreto de la ofensa que lanzaste contra el de tu misma sangre a miles de kilómetros de distancia o frente a frente, con el consabido de hasta aquí no más, cada quien se atrinchera en su propia irracionalidad.

Debemos tener presente las familias que el amor filial que nos exige la propia sangre, no puede ser determinado jamás por la preferencia política a la que cada quien tiene derecho. Un país concentra su verdadera riqueza en los seres humanos que tenga como ciudadanos, en aquellos que viniendo de familias, que, por tesoro tengan al amor, pueden hacer grande a la sociedad, grande no en tamaño, sino en valores, porque los mejores y principales gobiernos se practican en las familias y de ahí que temas como democracia y tolerancia, libertad y respeto, justicia y solidaridad, amor y comprensión, son fundamentos que nos conllevan a ser los nicaragüenses que todos deberíamos ser si enalteciéramos nuestras coincidencias y virtudes antes que nuestras discrepancias y debilidades.

Cada miembro de una familia debe estar claro que todo comienzo se origina desde la libertad de cada individuo. Yo debo respeto a mis abuelos, a mis padres, a mis tíos, a mis hermanos y a mis primos, pero yo, aunque viví, crecí y me desarrolle en el seno de mi familia, tengo al final mi propio pensamiento, mi manera de ver las cosas y no el fierro de nadie en mi espalda.

Dios me dio libre albedrio para discernir y puedo estar o no equivocado y si llego o no llego a puerto será por efecto de la libertad que tuve para decidir. Podré escuchar un consejo y lo agradeceré, pero si no lo tomo, nunca será suficiente razón para que mi familia me rechace o yo la rechace a ella porque la base de la libertad es el respeto.

La libertad es ser quien soy y no lo que los demás esperan que yo sea. Incluye mi libertad de decidir dónde quiero estar en cada momento. Libertad es pensar lo que pienso y no necesariamente lo que debería sentir o lo que otros hubieran sentido o lo que esperan que yo sienta. Libertad es correr los riesgos que yo decida correr, siempre y cuando esté dispuesto a afrontar por mí mismo los costos de dicho riesgo porque soy quien lo asume y por mis ideas nunca deberán pagar quienes yo amo. Libertad es salir al mundo a buscar lo que creo que necesito, en lugar de vivir esperando que otro me dé el permiso para conseguirlo.Tenemos el don y el derecho a la libertad. Libertad de pensar, de sentir, de expresarnos, libertad de elegir. De elegir lo que pensaré, lo que sentiré.

Se siente distinto cuando tomo conciencia de que todo lo que me pasa es el fruto de mi elección, no de mi padre, de mis abuelos, de mis tíos, de mis hermanos y de mis primos, a quienes amo con todas las ideas que tengan y con todo el criterio que del mundo se han formado.

Podemos tener frente a nuestros ojos un objeto exactamente igual, pero podemos tener visiones totalmente diferentes, pero eso no puede distanciarnos de ninguna manera y por esa misma razón no podemos permitir que el odio siga corrompiendo a la familia. Nicaragua es una, no tiene copia, es la patria de todos y quienes la hacemos nación somos las familias que en su momento superaron trances mucho más dolorosos que la actual coyuntura y donde sin duda hay temas que nos quieren distanciar y a los que hay que cortar de tajo. 

Hasta antes del 18 de abril este país se perfilaba hacia sitiales que solo generaban envidia a nuestros vecinos y hoy esos que nunca fueron amigos están felices porque el odio y la división nos hizo retroceder lo que con tanto esfuerzo habíamos logrado y francamente no nos merecemos eso.

Desde la familia y a través de los tiempos siempre pudimos sacar lo mejor de nosotros mismos para salir adelante y en consecuencia debemos tener conciencia para determinar que la clave de nuestro resurgimiento es la reconciliación. Para llegar a ella debemos conquistar plenamente la paz, la estabilidad y la seguridad para luego retomar el camino hacia la reconciliación que nos conduzca al diálogo sincero donde como familia nicaragüense podamos hablar de los temas que nos afectan y que nunca encontraran solución en un corazón ensangrentado y herido por el odio.

 QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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