Una de las particularidades insoslayables en la competencia bancaria, es sin duda la tarjeta de crédito. De estas existen en diferentes rangos y modalidades para satisfacer los gustos más exigentes, partiendo claro de la capacidad de ingresos de cada quién.

Ahora los requisitos para tener una son fáciles porque se reparten como naipes para endeudar a los incautos. En ese sentido el cuadro económico de quien la requiere ya no es tan importante y hasta aquellos que tienen ingresos de hasta menos de los 6,000 córdobas puede tener la propia, siempre y cuando exista el respaldo de un fiador solidario en la mayoría de los casos, pues hay bancos que las extienden también hasta sin ese requisito en la lógica de sus promociones.

Lo anterior dejémoslo como introducción al tema y partamos de que no está mal que existan las tarjetas de crédito. Después de todo quiénes las usan salen de algunas emergencias gracias a ellas.

Sin embargo, sabiendo que vivimos de cabeza en una sociedad de consumo, aspecto por demás progresivo, debemos tener mucho cuidado con el uso que les damos por la inexistencia de una ley que las regule y por la aceptación nuestra de las condiciones a la hora de adquirirlas cuando firmamos el contrato pues de todas formas si algo no nos parece eso no está sujeto a discusión, simplemente, optamos por una de dos palabras; o sí o no pues la letra menuda no está en discusión. El asunto es que las tarjetas de crédito nos pueden salvar o nos puede hundir de acuerdo al criterio que apliquemos para su uso. Los que las expiden no tienen ningún problema porque nunca perderán nada pues de previo a cualquier contratación están asegurados.

Los que pueden tener problemas son quienes las usan para financiarse, atraídos por los pagos mínimos sobre los cuales hay que tener una disciplina y control absoluto para no montarse sobre ellos creyendo que de alguna forma con la cuota mensual se amortiza la deuda principal sin saber que lo que mayormente se pagan son únicamente intereses.

Los Bancos, tiendas o empresas en Nicaragua que expiden tarjetas de crédito viven como en cualquier otra parte del mundo de los intereses, con la diferencia de que aquí se añade el deslizamiento de la moneda, el manejo de la cuenta, intereses por mora y otros rubros que hacen difícil cancelar la deuda una vez que ésta ha llegado al límite.

Por encima de eso en no pocos casos nos obligan a pagar la renovación de las tarjetas de Crédito con la certeza de que en el cobro nos vendrán reflejados los 35 dólares, para el pago de la misma cuando a ellos no les cuesta ni el dólar la confección de la tarjeta y a eso llamo yo un negocio redondo a costa de los miles de usuarios pues mientras para estos es un cúmulo más al detalle de la facturación, para ellos es una millonada de Córdobas o dólares sin esfuerzo alguno que solo trasladan digitalmente al centro madre de la red computarizada y creo que en ese sentido deberían al menos tener algunas consideraciones para los tarjeta habientes antiguos que han mantenido una tradición de pago impecable. Sin embargo, eso difícilmente está en los números fríos de los banqueros.

Otro aspecto ingrato de los Bancos que nos la ponen de oro para que caigamos en la trampa de las tarjetas es lo que hacen con los fiadores. Los fiadores son firmas solidarias que muchas veces se estampan para certificar la honradez de una persona que desea un crédito, pero muchas veces ocurre que la confianza se traiciona y los que vinieron a pedirnos un favor se irresponsabilizan, no cumplen con sus obligaciones y al final terminan dejando en la calle al que le extendió la mano o en otros casos los mandan a la cárcel.

Esto por supuesto no es nuevo. Yo entiendo que si avalo a una persona con mi firma para que se le otorgue un crédito es porque creo en ella y si me traiciona o me queda mal no hay más que pagar el riesgo que tomé estampando mi firma, porque también pude haberme negado a ello y de eso estoy claro.

Como dije al comienzo las tarjetas de crédito no son malas porque salvan, pero lo que sí definitivamente está mal es el sistema y tan malo que ahora ciertas casas comerciales y hasta restaurantes aceptan tarjetas de crédito siempre y cuando uno permita que sobre la facturación neta de lo que se compre o consuma se añada el cobro de un 6% que no es otra cosa que el cobro que hacen los bancos a esos restaurantes o centros comerciales, que al verse esquilmados afectan también al cliente y así la cadena se vuelve un verdadero chorizo.

Nuestra reflexión entonces va dirigida a todo ciudadano que sea usuario de las tarjetas de crédito y más a aquel que por vanidad, fachentada o hasta ignorancia cree que entre más tarjetas tiene más importante es, pues sé de algunos que hasta se empinan cuando orgullosamente nos muestran las enormes ristras de Visas, Master Card, Credomatic u otras. Eso no los hace más importantes, los hace más deudores y los únicos que sacan ganancias de ello son los bancos que las extienden y que deberían ser sujetos de una revisión por parte de la Asamblea Nacional para meter en cintura a muchos bancos que en el actual contexto se aprovechan de las pequeñas y medianas empresas que han sufrido por el vandalismo impuesto al país a raíz del 18 de abril.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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