Los nicaragüenses tenemos una gran responsabilidad con nuestro país. Podrán decirme que ese es el primer deber de todo ciudadano en beneficio de la tierra que lo vio nacer y tienen razón, pero en nuestro caso particular tenemos que reconocer que esa responsabilidad es mayor porque ya éramos, a pesar de nuestro crecimiento económico, sostenido en los últimos 10 años, un país inmensamente empobrecido por las tragedias infringidas por la naturaleza y por la naturaleza de nuestra propia mano contra la nación.

No podemos evitar lo que las torrenciales lluvias, lo que nuestros océanos, los volcanes, la tierra, y los aires puedan hacer impactantemente contra nuestro terruño, pero sí podemos esforzarnos para que la reacción de la naturaleza contra nuestras agresiones hacia ella sea menos dolorosas y eso está en nuestras manos asumiendo conscientemente un compromiso con el medio ambiente con la esperanza que el resto del mundo haga lo mismo para que el planeta no siga siendo devorado por sus hijos de la misma manera que la mama alacrán termina siendo hartada por sus nacientes crías.

Cada vez que un fenómeno natural reacciona contra lo que la especie humana hace, contra el ambiente que Dios creó, las pérdidas en vidas humanas se cuentan por miles y la material y los costos se cuantifican en billones de dólares para las grandes urbes y en décadas de atraso para países pequeños como esta Nicaragua a la que además hay que sumarle las guerras y las crisis, como esta que vivimos ahora y que en muchos casos nos las inventamos porque no fuimos capaces de considerar que la tolerancia y el diálogo valen más que cualquier expresión bélica.

Cuando yo hablo de responsabilidad para con nuestro país hablo ampliamente considerando que la acción no solo es un deber sino un derecho y lo principal, en ese dar y recibir, es romper con la norma histórica de la confrontación como deber y la paz como derecho sobre todo cuando hay amenazas evidentes que apuntan a nuestro futuro, que menos mal solo son celebradas por una ínfima minoría de malos nicaragüenses, pero que al final de materializarse también los afectará a ellos y junto a ellos perderá todo el país lo que es sumamente peligroso pues ya nos impuso irremisiblemente  una desaceleración económica que sigue en caída libre y que debemos a toda costa detener, si es efectivamente cierto, que amamos a los hijos porque por los politiqueros, que creen dañar a Daniel Ortega, serán afectados por su propia necedad, pero es injusto que su persistente resentimiento traslade a las futuras generaciones condiciones inapropiadas que endurecerán el porvenir de sus vástagos que requieren de una política social que depende de nuestra propia estabilidad y esa solo nosotros mismos la podemos hacer posible.

Nicaragua en los últimos 11 años había logrado construir el escenario más óptimo desde 1990 hasta nuestros días. Es indiscutible que apareado al crecimiento económico sostenido se aplicaron políticas sociales que impactaron notablemente en la lucha contra la pobreza que es el flagelo que nos estanca y aunque logró disminuir, nuevamente tomó vuelo con ésta crisis, y en consecuencia siempre será una guerra que hay que pelear todos los días y de batalla en batalla y lograrlo no es solo responsabilidad del gobierno, sino también de una empresa privada que junto a los trabajadores lo venían logrando.  Esta realidad no es compartida por una ínfima minoría que ve en Daniel Ortega a su enemigo y con toda seguridad tiene todo el derecho de pensar así, pero cuidado que el odio nunca fue ni será buen concejero porque el daño dirigido, directo, premeditado y burdo contra una gran mayoría que había retomado las esperanzas por un futuro mejor y que ahora resiente le hayan impuesto el atraso porque el país volvió a perder  y con el todos los nicaragüenses y eso es simplemente contraproducente y el efecto es el de un boomerang que se regresa violentamente.

Las encuestas, que hasta antes del 18 de abril se hacían, te conducían siempre al mismo resultado de que el desempleo y la carestía de la vida eran los principales factores de preocupación para el nicaragüense y esos son fenómenos engendrados por el enemigo, por nuestro único enemigo; La pobreza. Los que explotan esta realidad tratan de tomar el tema como una negación de que el país venía creciendo sostenidamente desde hacía 10 años atrás como ninguna otra nación latinoamericana lo hizo y aunque el promedio fue de 4.5, lo que es sumamente alto, ello se palpaba con las carreteras de primer mundo que duplicaron su kilometraje histórico desde hace diez años, con los hospitales nuevos, con escuelas nuevas, con el desarrollo turístico, con parques, con el ornamento de las cabeceras departamentales y  sus municipios, con estadios y otras infraestructuras deportivas y aun así no fue suficiente para movernos hacia arriba de ese penúltimo lugar que nos mantiene en la cola junto con Haití como nación sumamente empobrecida.

Cuál es el contraste entre aquellos y nosotros, simple, los otros ya antes crecieron sostenidamente hasta por tres décadas mientras que aquí en Nicaragua nos la hemos pasado enfrentados los últimos 50 años y algunos cuantos locos, que viven hablando de volver a las guerras, solo viven pintando fatalidades para recetarnos pesadillas que solo ellos viven para complicar nuestra existencia y conferir armas a los que históricamente nos ven como sus enemigos porque no es el mundo con el que tenemos excelentes relaciones el que nos quiere poner la bota encima, sino los Estados Unidos, el policía de la tierra que no nos perdona que a pesar de sus invasiones y de sus intervenciones sigamos en pie y además reconocidos por naciones verdaderamente amigas que destacan nuestra voluntad para ir hacia la búsqueda de un futuro distante al pasado donde todo lo solucionábamos por la boca del fusil y no como ahora a través del diálogo y la negociación con el que perseguimos una salida pacífica y constitucional al golpe fáctico que pretenden los enemigos de la paz.

Hablo de diálogo porque si habíamos crecido económicamente, sí hubo una respuesta a las demandas sociales, sí hay progreso por todo el país, fue gracias a él y por él debemos resolver los problemas que surjan  en el campo político y la solución debe conducir a mejorar la institucionalidad del estado para perfeccionar la democracia nicaragüense, hecha a la nicaragüense y para los nicaragüenses y no la democracia norteamericana, para los norteamericanos y lo expreso así porque tristemente aquí hay lacayos del imperio que quisieran ver a nuestro país simbolizado como una estrella en la bandera que ondea sobre la casa Blanca. Para esos fines mienten al sobre dimensionar problemas que con mucha mayor fuerza de impacto suceden en otros países, pero desde aquí se describen como si aquí el país viviese bajo una brutal y sanguinaria dictadura a la que hay que combatir a sangre y fuego para que los marines vengan y los pongan a ellos porque de otra manera no lo logran.

El problema de Daniel Ortega es que no ha tenido oposición formal. A pesar de todo los que le ven como un enemigo son élites y cúpulas y cuando aquí se dice que no hay oposición en Washington, quienes son enemigos de Nicaragua, interpretan que el culpable de ello es el líder del FSLN, pero aquí, las encuestas demostraban, hasta antes del 18 de abril, sea esta de M&R, Borge & Asociados, Cid/Gallup o SISMO, que los nicaragüenses identificaban a los reducidos pensamientos del fracaso y la fatalidad como incapaces de producir, de proponer, de ofrecer, como ridículos sobrados estrellándose con la realidad popular de abrazar el progreso y andar hacia su bienestar aunque sea de centímetro en centímetro porque todo eso es más que avanzar no solo nada, sino mejor que volver al pasado donde los mismos que solo quieren el “quítate vos para ponerme yo” están marcados por el único interés del enriquecimiento y la figuración que les caracterizó cuando tuvieron la oportunidad que como gobernantes perdieron.

En el contexto del golpe fáctico que sueñan consumar viven hablando de dictadura y desde el más agudo desequilibrio mental dicen lo que quieren desde medios que nadie censura y donde cualquiera se organiza y se moviliza siempre y cuando no afecte la seguridad nacional y así seguirán repitiendo lo mismo y los resultados igualmente seguirán siendo los mismos porque con mentiras no se conquista a un pueblo y por mucho que quieran decir, pintar o cosmetizar el efecto de toda la trama comienza a sentirse con el retorno lento, paulatino a la normalidad que teníamos antes del 18 de abril que es lo que el nicaragüense actualmente quiere para no seguir sufriendo el dolor, el espanto y miedo de las últimas semanas.

Es triste y doloroso que una sola muerte haya sucedido pero es más triste y más doloroso aun que sigamos sumando a las estadísticas letales la vida de más nicaragüenses por el capricho politiquero de quienes no tienen más interés que el de alcanzar el poder por el poder mismo pues no es cierto que esté en los cálculos de los suspirantes una agenda social para sacar al país de la pobreza aunque sí la de su propio enriquecimiento que desde sus planes pretenden lograr con la extinción de todo lo que huela al sandinismo que nunca dijo que haría, sino que simplemente hizo y construyó, que no dijo que no había sino que buscó y encontró, que no se atrincheraron en el pretexto sino que dio respuesta, que no hizo estudios para determinar el problema sino que lo enfrentó.

Es decir, el pueblo sabe donde está la acción del verbo y en eso que se dice oposición sabe también que hay una amenaza contra su esperanza. Yo sé, estoy claro de ello, que esta frase le duele en lo más íntimo a los enemigos de Daniel Ortega, pero a estas alturas deberían dejar de ser avestruces para meter su cabeza en el hoyo o tortugas para esconderse en su caparazón. Los oposicionistas si quieren llegar a ser oposición en el país, si quieren alcanzar entre la población algún grado de respeto y que les conceda un poco más de ese 7% que el electorado les confiere a los partidos que son los que deben competir en elecciones, deben cambiar el rumbo de su conducta y asumir con responsabilidad el rol que realmente desean y eso comienza por dejar de hacerle daño al país porque hasta ahora sus baterías están dirigidas contra Nicaragua y no contra su gobierno y lo hacen repitiendo mentiras burdas y ofensivas que cuando se dicen, con altos acentos de ignorancia y perversidad, lo primero que uno piensa es cómo puede existir tanta maldad concentrada en el cuerpo de personas que como ellos se suicidan políticamente  todos los días por el efecto tóxico de su propio veneno.

Estas gentes se molestan porque las encuestas afirman que al nicaragüense no le interesa la política y que sus prioridades son económicas y sociales, pero porque molestarse contra el juez inequívoco, el pueblo. ¿Acaso los oposicionistas han hecho algo atractivo para que el ciudadano o el campesino cambie su preferencia o su interés con respecto a algunos temas? No, no han hecho nada, salvo echar gasolina al fuego, acelerar para lanzarse al abismo o pasarse la navaja por los pulsos y así como, no hay manera y lo vemos claramente en la actual coyuntura donde un pueblo que se molestó por las reformas al INSS y que se indignó por los estudiantes muertos, que constituyeron una causa legítima, hoy se sabe manipulado, utilizado por el MRS y élites y cúpulas sectoriales que desbarataron el país bonito que veníamos construyendo y que ahora llora más de 200 nicaragüenses muertos, la economía desbaratada y el inmenso daño moral causado.

POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASÍ PENSAMOS EN EL MOMENTO.