La realidad cotidiana impuesta por los gobiernos neoliberales del pasado, son años que nos deben abofetear el pleno rostro. A pesar del importantísimo papel que la mujer ha jugado, juega y jugará en el desarrollo económico y social de nuestros pueblos; la opresión, la envidia, la violencia y la desigualdad fue el pan de cada día de las mujeres. La miseria, el abuso y la lucha por sobrevivir en una sociedad machista, oligarca y capitalista se convirtieron en la aurora y el crepúsculo de la mayoría del 52% de la población de nuestro país.

Es lamentable que la compañera Clara Zetkin (1911) se tuviera que apoyar en la conmemoración de la masacre de las 129 obreras que fueron quemadas por sus patrones capitalistas en una fabrica de textiles en la Ciudad de Nueva York (1857), para lograr que el 8 de marzo fuese declarado Día Internacional de la Mujer en homenaje a las obreras textiles que luchaban por sus derechos laborales. ¿Por qué la sociedad no reconoció un Día Internacional de la Mujer, en homenaje al papel fundamental y decisivo que la mujer juega para el bienestar de la humanidad? Vale más el reconocimiento sincero, real y perdurable, que un día de flores, besos y almuerzos y, después todo sigue igual.

En el mundo, de forma general, el insulto, la humillación, las amenazas y los golpes; se unen a la marginación, la exclusión, la difamación, como algunas de las acciones violentas que a diario tienen que soportar muchas mujeres. La falta de acceso a la educación, la salud, recreación, el trabajo y la educación sexual, fueron efectos nocivos para las mujeres; de las políticas neoliberales de los gobiernos capitalistas que  gobernaron el país, y que hoy es la lucha cotidiana de las mujeres para superar esas ignominias, apoyadas en la Revolución en su segunda etapa, que inició y sigue restituyendo sus derechos históricos conculcados por los gobiernos neoliberales.

Si la desigualdad origina la violencia; es la sociedad la que fomenta y la acepta como una forma cómoda de resolver los conflictos sociales. En esta cruda realidad, la mujer es más vulnerable que los hombres. La mujer es victima de crueldades y abusos que muchos sectores sociales ven como normales, en muchos casos las justifican acusando a la mujer de haberlos provocado.

En el momento actual, el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, ha realizado a cambios profundos en todos los órdenes, especialmente en lo referente a las compañeras mujeres, por lo tanto, es necesario que la mujer y los hombres en especial, trabajemos, luchemos y logremos alcanzar nuevos paradigmas hacía la convivencia justa, equitativa y fraterna entre nosotros. Es necesario analizar, reflexionar y comprender la realidad que nos muestra que la mujer lucha, demanda y muestra sus inconformidades hacía una sociedad machista que bloquea su participación más activa y protagónica.

Las mujeres nos interpelan y cuestionan, las mujeres persiguen su propia utopía: Ser sujetos beligerantes en el quehacer económico, social y político; utopía a lograr no como una dádiva de los hombres, sino como un derecho logrado con sangre, sudor y lágrimas.

En nuestras comunidades y organizaciones en que transitamos por la vida, se debe reflexionar animadamente sobre nuestras actitudes y comportamientos hacía la problemática de la mujer. Es evidente la necesidad de fortalecernos y ayudarnos mutuamente para enfrentar la realidad perversa en que nos han obligado a vivir.

Es tarea aceptada por Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, apoyado en las fuerza del pueblo, el formular y ejecutar políticas que promueven la equidad y la justicia, y garantizan la plena participación de la mujer en los procesos de transformación económica y social de Nicaragua.

Los hombres en Nicaragua debemos comprender que Dios creó a la mujer no para ser nuestra esclava y satisfacer nuestros caprichos. Es necesario ser humildes y aceptar que la mujer: No debe estar sometida a nuestra voluntad; que tiene el derecho a compartir y participar en las decisiones; que somos seres que nos complementamos en la vida

La mujer merece que se respeten sus opiniones, sentimientos y necesidades, desde un enfoque de igualdad. No existe justificación alguna para no reconocer en la mujer sus capacidades y habilidades físicas, emocionales e intelectuales.