Si se necesitaba recordar que fuerza tiene el consenso popular con que goza y la capacidad de movilización que caracteriza al Frente Sandinista, ayer Managua ofreció una respuesta clara, imposible de no ver. Animada por el apoyo en la batalla del presidente Ortega para el diálogo, orientado a la preservación de la paz, una marea humana respondió a las provocaciones de una derecha que ha intentado aplicar en Nicaragua la estrategia de "golpe suave" de Estados Unidos.
El presidente Daniel Ortega, acompañado por el Comandante de la Revolución Víctor Tirado y el Comandante Sandinista Edén Pastora, reiteró la disponibilidad - "incluso en las circunstancias más difíciles" - a acudir a la mesa de negociación sobre temas importantes, así lanzando un desafío político y ético a la derecha que, en la búsqueda de la desestabilización permanente y con la esperanza de forzar el Frente Sandinista y la respuesta del gobierno en la plaza, tratan de crear una situación de enfrentamiento armado que abriría las puertas a la intervención internacional.
El Gobierno en cambio ha elegido el camino del diálogo por método y sustancia. Con respecto al método, lejos de reivindicar la soberanía del gobierno sobre las opciones de política económica y de seguridad, no omitió reconocer sus errores en el manejo de las jornadas de protesta contra la reforma del sistema de pensiones. Por lo sucedido y para no proporcionar impunidad a cualquier persona, como para llevar la verdad de los hechos y las de responsabilidades en el papel de los atacantes y atacados, ha confirmado el inicio de investigaciones en profundidad para identificar a los responsables de lo que ocurrió entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes.
Todo esto teniendo muy clara la diferencia entre la protesta genuina contra una medida no compartida y la actuación de bandas armadas que han causado la muerte y la destrucción, incitados y cubiertos por sus patrocinadores políticos que han utilizado los estudiantes como carne de cañón para el logro sus metas golpistas.
Bajo el aspecto del método, se confirma la voluntad de tratar con los diversos sectores sociales la reactivación de la concertación nacional, que en once años de gobierno ha dado resultados absolutamente extraordinarios para el crecimiento económico y social del país. Sin embargo, la mesa de concertación es también una cuestión tanto de fondo como de método, porque la dimensión del Frente Sandinista en el Tercer Milenio ya no es exclusivamente guerrillera, beligerante.
Los más de 50,000 muertes sufridos para reaccionar ante la agresión imperialista durante los años 80, representan un dolor y al mismo tiempo una advertencia que indica en el fin de la violencia, en el pasarse de la crítica de las armas a las armas de las críticas, el significado más profundo de la idea de unidad y reconciliación nacional que anima el modelo sandinista de gobierno.
Obviamente, esta disposición absoluta para la paz, la voluntad de devolver el conflicto político y de clase a los ámbitos del enfrentamiento y del reconocimiento mutuo, no puede ser indiferente al respeto por el consenso popular que durante once años recompensa en forma absoluta al gobierno dirigido por el Comandante Daniel Ortega. Ni, y mucho menos, la voluntad de no recurrir a la fuerza por parte de los sandinistas puede hacer dudar de sus capacidad para defender el orden y la paz en el país. Inclinarse en el diálogo no significa retirarse, buscar la paz no significa estar indefenso y respetar la democracia, sus respuestas electorales y sus prácticas, no pueden ser solo tareas del gobierno.
Un aspecto importante será el recorrido que elegirán los líderes eclesiales: invitados por Daniel Ortega, han aceptado ser árbitros imparciales en la comparación, confirmando así el papel consolidado de mediadores en los conflictos internos en la historia del país centroamericano.
La derecha está ahora en una intersección no simple. Había apostado a la reacción militar de los sandinistas para desencadenar el caos total y hacer que el país fuera ingobernable, con la esperanza de poder invocar la intervención internacional contra el gobierno de Ortega, pero fracasó. Una vez que se ha derogó la reforma de las pensiones y quedó claro que fue la expulsión del gobierno el único objetivo, los miles de personas que se movilizaron tanto contra la reforma como para la defensa de los estudiantes, no la seguirán. Porque la disidencia sobre la reforma no implicaba una disidencia más general hacia el gobierno, cuyo trabajo continúa siendo aprobado por la abrumadora mayoría de la población.
Por otro lado, difícilmente la derecha, frente al aumento del conflicto político, podrá ocultar sus reclamos, vista la total ausencia de un rol para defender los intereses nacionales a causa de su dependencia político-financiera de Washington, que lo ha llevado hasta las vergonzosas presiones sobre los congresistas de extrema derecha para votar en contra de su propio país, como hicieron con la Nica Act.
El intento de devolver a Nicaragua a los intereses coloniales de Estados Unidos encontrará una firme oposición, incluso en aquellos que han protestado contra la reforma de las pensiones. El camino tomado para defender la paz y el desarrollo del país no tiene en su soberanía nacional un elemento relativo, sino que la pone como imprescindible, marcando así la distancia incolmable entre la Patria y los vendepatria.
Los siguientes pasos indicarán que no será una ruta simple y breve. Al gobierno le tocará el difícil camino de la paciencia y de la escucha, de la firmeza razonable para la reactivación de una idea nacional basada en los intereses populares. A la derecha, a cambio, a quien le gustaría que Nicaragua volviera a ser una colonia del patio trasero, solo queda la posibilidad de presentarse públicamente por lo que es, si es que tiene el valor de hacerlo.
Tomado de www.altrenotizie.org