Hasta hace un par de años viajar a Río San Juan resultaba todo un desafío. De Managua a Acoyapa el viaje se hacía relativamente rápido y sobre una carretera en buen estado, pero los casi 100 kilómetros que separan a esta ciudad de San Carlos eran un quebradero de cabeza de aproximadamente siete a ocho horas de duración.

Hoy, con la carretera construida por el Gobierno Sandinista, los 300 kilómetros entre Managua y San Carlos se realizan en unas 4 horas, abriéndose de esta manera la posibilidad de conocer uno de los lugares más bellos del país donde convergen la belleza natural, la historia y la idiosincrasia y creatividad del nicaragüense en todo su esplendor.

Solo pisar San Carlos llena de por sí las expectativas de cualquier turista. Ubicada en una de las esquinas del Lago Cocibolca, donde nace el Río San Juan, esta pequeña ciudad, fundada por los españoles en el siglo XVII, presenta una vista realmente espectacular del Archipiélago de Solentiname, a lo cual también hay que sumar un panorama gobernado exclusivamente por una exuberante fauna y flora.

San Carlos tiene entre sus atractivos una fortaleza española construida en 1666, además de una variada oferta de restaurantes, bares, hospedajes y hoteles en pleno crecimiento.

Una fortaleza para frenar las aventuras de los piratas

Su pequeño puerto, ubicado en un amplio y bonito malecón, es quizá el punto de partida a un viaje mágico e inolvidable. Pequeñas pangas salen diariamente hacia San Juan de Nicaragua, un pequeño pueblo lleno de exótica naturaleza e historia, al que se llega tras recorrer 200 kilómetros de selva virgen, solo cortada a tramos por caseríos como Sábalos y El Castillo.

Este último poblado posee uno de los principales atractivos de todo Río San Juan: El Castillo de la Inmaculada Concepción, una fortaleza edificada por los españoles entre 1673 y 1675 a orillas del Río San Juan para frenar la incursión de los piratas hacia la ciudad de Granada.

Desde su cima, se puede apreciar el majestuoso río, la selva circundante y una de las mejores muestras de fortaleza militar colonial de toda América Latina.

“El río es majestuoso, la naturaleza es preciosa. Este castillo es muy, muy interesante. Es una estructura militar casi de tipo europeo. Me recuerda a las fortalezas militares que hay en mi país y en Europa”, señala Jean Nagant, un turista originario de Bélgica.

La fortaleza está abierta al público desde las 8 de la mañana a 5 de la tarde de lunes a domingo. El costo de acceso es prácticamente algo simbólico, pues el turista extranjero solo tiene que pagar 2 dólares, y el turista nacional 12 córdobas. Los estudiantes tanto de primaria, secundaria y aniversarios solo pagan de 3 a 5 córdobas.

Un remanso de paz y de arte

Otro de los rincones favoritos de los turistas tanto nacionales como extranjeros son las 36 islas que conforman el Archipiélago de Solentiname, donde los comunitarios se dedican principalmente a hacer pinturas primitivistas y artesanías de madera de balsa.

La Isla Mancarrón es la más grande y representativa de todas que conforman el archipiélago, y simplifica en gran medida la belleza y los principales atractivos de este paradisíaco lugar.

Allí el ambiente es tranquilo y la brisa del lago refresca las pequeñas casas donde a diario salen de las manos de las familias artesanas verdaderas obras de arte. Un ejemplo de ello lo representa Jamileth Velázquez, de 43 años, quien junto a su esposo y sus tres hijos elaboran las artesanías de madera de balsa, un técnica que dista mucho de las otras manifestaciones artísticas del país por su colorido y por representar principalmente la naturaleza circundante, de tal manera que tras largas horas de labor van surgiendo lapas, colibríes, gallinas, tucanes, peces, garzas, tortugas, cocodrilos, y toda una gran variedad de animales de ensueño cuyas características solo pueden ser encontradas en la imaginación de estos artesanos.

“Mi esposo talla las figuras y yo y mis otras hijas pulimos y pintamos”, afirma Velázquez, quien explicó que una figura de puede llevarse un día completo en ser tallada, pulida y pintada.

“El secreto de nosotros es el colorido. Nosotros pintamos con mucho color y a la gente le gusta eso”, destaca.

En esta isla también existe un hotel de mediano tamaño, cuya dueña, Nubia Arcia, es tajante al afirmar que Solentiname es el mejor lugar del mundo.

“Solentiname nosotros decimos que es un paraíso que vale la pena visitarlo. La gente es muy linda, muy tranquila, y nosotros recalcamos que la gente es artista, porque la gente lo lleva en la sangre. Aquí, si te fijás, donde vos caminés vas a encontrar vestigios de nuestros antepasados”, manifiesta.

El último año, Arcia asegura que ha sido de gran éxito dada la gran afluencia de turistas, principalmente extranjeros.

“A partir del año pasado se ha notado un crecimiento y nosotros consideramos que ha sido un punto importante (la construcción de) la carretera (Managua - San Carlos)”, dice destacando de esta como el más importante paso para desarrollar el turismo en un lugar hasta hace poco desconocido por la gran mayoría de los nicaragüenses.

Los Guatuzos: un ejemplo de turismo sostenible

Si Solentiname es lo más parecido a un paraíso en la Tierra, el Refugio de Vida Silvestre Los Guatuzos sin lugar a dudas es el mismo Edén. Sus poco más de 400 kilómetros cuadrados albergan 411 especies de aves, 50 especies de mamíferos, 69 especies de reptiles y cientos de especies de orquídeas.

En la comunidad Papaturro, ubicada dentro del refugio, los pobladores han sabido aprovechar todos estos recursos y desarrollado pequeños proyectos ecoturísticos donde el visitante puede hospedarse, comer o bien realizar caminatas de observación de flora y fauna.

“Este es un sitio interesante porque estamos en medio del Pacifico y el Caribe, y por es por eso que se encuentran especies de plantas y animales de ambos ecosistemas”, explica José Armando Gómez, habitante la comunidad, quien junto a su esposa ha fundado un pequeño hospedaje y comedor, desde donde los turistas pueden acceder a diferentes servicios turísticos.

Gómez señala que el turismo es una gran alternativa para ellos como comunitarios, ya que han aprendido que en la conservación del bosque hay un gran potencial económico que no había estado siendo aprovechado.

Morrito, San Miguelito y El Almendro destinos completamente vírgenes

Sin embargo, en Rio San Juan hay muchos más atractivos, y municipios como Morrito y San Miguelito son por si mismos un importante destino a visitar por sus exuberantes costas de arena blanca. A ello también hay que agregar la intensa actividad de pesca artesanal que se practica desde sus pequeños puertos.

En estos pueblos la oferta gastronómica y hotelera no está muy desarrollada, pero un pescadito frito en cualquiera de los comedores cercanos a la costa del lago no tiene que nada que envidiarle a la calidad y sabor de cualquier restaurante.

El Almendro, es otro de los municipios de Río San Juan. Si bien no tiene costas en el lago Cocibolca, tiene una riqueza natural única y un potencial ganadero que lo hacen de gran valor turístico. Allí el visitante encuentra prácticamente lo que es una comunidad campesina rodeada por bosques, áreas de pastar ganado y el Rio Tepenaguazapa, el cual presenta dos impresionantes cascadas donde los visitantes pueden llegar a bañarse en época de verano.

Estos tres municipios tienen carreteras en perfecto estado, y antes de avanzar hacia San Carlos, bien valen la pena visitarlos.