Managua es un cielo boca abajo, donde los caminantes van tocando los bordes de la Luna. Esta noche la vimos ir y venir, silenciosa, con su reflejo vacilante, como una diosa Selena mística, en las riberas del Xolotlán.

Esta noche bajó sin timidez, y apareció inmensa, tras la silueta de Sandino, allá en Tiscapa. La vimos roja, ruborizada, y luego jugando con el Cisne blanco, en el océano Azul de Rubén, alto, coqueteándonos.

De niños fuimos tripulantes de la Luna alguna vez. Como esta noche, fuimos héroes en su propia Revolución Sideral. Nos impresionó tanto, que nunca paramos de recorrer su camino, y la llevamos siempre en los bolsillos anchos de la memoria.

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