I
El Sandinismo ha venido recuperando con vigor, la confianza de las familias. Y esto cuando aún persiste el excesivo uso de la distorsión, el ocultamiento de las experiencias positivas, la exageración de casos que ocurren en cualquier parte del orbe, pero aquí lleva el sello del escándalo sin sentido, amén de ocupar el periodismo para tareas ingratas que desfiguran la razón de su existencia.
Un medio al derivar en tribuna partidaria olvida que ya no ofrece información, sino los puntos de vista de los dueños, empaquetados de “noticia”, de “entrevistas”, de “investigación”. Ya no solo es la opinión vendida como un hecho, sino la falsedad.
Cómo creer lo que arriba se diga, si abajo, el engaño y la manipulación constituyen los cimientos de una verdad con código de barras. Y una de esas artimañas que degradan al periodismo es la mala costumbre de sus patrones que por solo serlo ya se firman “periodistas”, sin haber ejercido nunca el periodismo, sino el negocio. Es como si alguien porque alcanzó a ser accionista mayoritario de un hospital ya puede hacerse cargo del quirófano.
Claro, hay sus excepciones. El doctor Danilo Aguirre (q.e.p.d.) era accionista de El Nuevo Diario, por ejemplo, pero no provenía de ahí su talento de periodista. Ni siquiera que escribiera sus editoriales bajo al título de “Enfoque”. Sin embargo, una larga carrera de radioperiodista primero, y de redactor de prensa escrita, después, sostenían esas legítimas credenciales confirmadas como magnífico editor y su excelencia en la titulación, todo un arte sin ninguna sombra, ni ayer ni hoy. Pero los cargos de subdirector y director no nutrieron su formidable esencia periodística, sino al político que también fue.
Ahora cualquiera se autoproclama “periodista” y en ese desorden, organizado con eficacia por la industria mediática, se oxigena como una “causa” la Sociedad Anónima: es “periodismo”.
Estas corporaciones todo lo encubren bajo el derecho de la libertad de prensa. ¿Pero, es realmente periodismo eso? Bien, eso no es ninguna transmisión de conocimientos, acontecimientos o eventos con altos estándares de objetividad para entregar una información de calidad a la audiencia. Es una bandera política en contra de...
II
Veamos. Latinobarómetro ha concluido que Nicaragua es, hoy por hoy, el país en América Latina donde mayor aprobación goza un gobierno. El estudio sostiene que el 67% de los entrevistados respalda la labor del presidente Daniel Ortega. Ese es el dato.
Además, comprueba que Nicaragua encabeza la región donde más ciudadanos confían en su gobierno, con el 42% de respuesta positiva. Los del segundo lugar son Ecuador y Uruguay con un 39%.
Estamos ante un escrutinio en el que participó Cid Gallup. Pero la Agenda quiere deformar los resultados de ese estrato de la realidad, porque otros estudios presentan mayores puntos porcentuales muy favorables a la gestión gubernamental del sandinismo. ¿Cómo lo remedian? Descargando sus prejuicios, subjetividades y pretextos, acomodados al pie de la letra de los intereses ultraconservadores y con el disparate anexo de que los encuestados tienen “miedo a los CPC”.
¿CPC? Por un lado, eso no existe, por el otro, cuando la exactitud matemática desmiente la retórica del odio y expone un insoportable saldo altamente óptimo para el Gobierno Sandinista –aun con el sesgo para filtrar “adecuadamente” la realidad–, inmediatamente viene el cajonero “Plan V”, de Veneno.
Sí, al no cuadrar las estadísticas hay que acusar al pueblo de no decir la verdad. ¿Y qué es la verdad para los “infalibles intérpretes” del panorama electoral? La verdad no reside en los números, visto está, sino en su calculada narrativa para quedar bien con la letra de la Agenda.
¿Cuál es esa Agenda? La que intentó exportar la imagen de que Nicaragua era un estado fallido, y al no poder convencer en el exterior porque la Cepal o el Banco Mundial o la FAO, hablaban de éxitos, economía más que solvente, progreso, las mejores carreteras de Centroamérica, lucha contra el hambre…, recurren al artificio de que hay un “estado policíaco”. Que los vecinos viven con el alma en vilo por lo que vayan a decir.
Desesperados por esos dígitos de prestigio cívico obtenidos por el FSLN a nivel continental, los operadores caen en embustes tan burdos que exhiben una patética deshonestidad profesional.
¿Desde cuándo alguien que no pertenece a una familia se llega a “meter” como Pedro por su casa en el preciso momento en que entraron unos encuestadores, para estar ahí pendientes de las preguntas y sobre todo de las respuestas del vecino? ¿En qué cabeza cabe, por muy Cid Campeador que sea, que así funciona la vida nacional?
Por un hogar desfilan en el mes fumigadores, cobradores, vendedores, Testigos de Jehová, Mormones, colectas de algún grupo de socorro, abatizadores, visitas… ¡Ah, pues!, toda la manzana va a estar pendiente que llegue Cid Gallup donde fulano para “amedrentarlo” a la hora del anónimo cuestionario. ¡Por el amor de Dios!
III
Todo esto parte de una funesta matriz ideológica: “Si los Sandinistas están en el poder, hay que acabar a como sea con ellos”.
Asesinato de reputación se llama esta descontrolada aversión a alguien, un partido, una etnia, un país. De ahí las largas campañas de desinformación, de propaganda atroz, de falacias desmesuradas, y su “afición” sistemática de anunciar desgracias y calamidades con tal de pintar un cuadro tétrico que solo cabe en un pensamiento ultraconservador.
Poco honor se le rinde al fundador de las mediciones de opinión, una herramienta que hizo prosperar George Gallup, periodista y estadígrafo. Si ya en 1957 el doctor Gallup decía que la gente no quiere prejuicios, ¿por qué algunos en vez de avanzar, retroceden más allá de mediados del siglo XX?
Si hay propietarios que se “visten” de periodistas para hablar en nombre de ellos, hay otros que se creen voceros de una “verdad” distinta a la de sus propios sondeos. Por supuesto, es más “heroico” y “sublime” que hacerlo directamente como correligionarios.
El mismo doctor Gallup sostenía en aquel año del Señor: “Son ya demasiados los lectores que creen que los periódicos ‘arreglan’ las noticias para que se adapten a los puntos de vista de su página editorial” (El periodista profesional, John Hohenberg, Editorial Letras, 1962, p.30).
A pesar de estos operarios de Agenda, los ciudadanos honestos y profesionales de otros países como Jorge Chaverry, gerente general de Itecna, una empresa de Costa Rica, expuso en el diario “La Nación” de ese país que “se han creado barreras políticas y hasta periodísticas con Nicaragua que realmente no existen”.
Venir a acusar a Nicaragua de estar conformada por una sociedad mentirosa, para justificar los deprimentes efectos de las barreras políticas y “periodísticas” contra la nación, además de irracional, demuestra una robusta ignorancia de la cultura nacional.
El mismo representante de la Ciudad Letrada conservadora, Pablo Antonio Cuadra (q.e.p.d.) debió admitir la contundencia de las evidencias:
“El lenguaje del pueblo nicaragüense no es el lenguaje cantinflesco elaborado para esconder el ‘yo’ –que ni afirma ni niega, sino que cubre de palabras el deseo de no comprometerse. Es, por el contrario, un lenguaje directo cuando no hiriente, que tira la piedra y proclama la mano”.