I
Un día de agosto de 1972, el finado René “El Ñato” Paredes, entrenador de los serpentineros de la histórica Selección Nacional, le reveló el futuro superior a un jovencito de 17 años sin necesidad de “descifrarle” el chingaste del café en una taza o de “interpretarle” el Tarot. Dennis Martínez, auguró, “tiene el mundo en la bola”.
Eso es lo que se llama visión: adelantarse. Llegó a decir, en una entrevista en el diario “La Prensa” que Dennis, a quien le enseñaba los primeros secretos del montículo, estaba llamado a ser un “Monstruo”.
“Ese muchachito de Martínez tiene una curva rarísima…. Sale la bola de abajo y luego quiebra hacia afuera o adentro… quisiera haber tenido ese tipo de lanzamientos en mis tiempos”.
Para producir historia se necesita algo más que los cinco sentidos: visión. La capacidad de poder leer sus páginas antes de que se escriban. O acelerar esa escritura con la continua calidad de los hechos. No es un acto mágico: se trata de comprender el material humano, la cultura, la época, el país…
Y mientras hay quienes cuentan con ese don como el del “Ñato”, una bendición del Altísimo, hay aquellos que dictan lo suyo en reversa, como si fuera una verdad inapelable. Temen lo novedoso. No se despegan del atraso, y desde esos odres viejos, todo lo nuevo les sabe mal. Mientras la sociedad se siente complacida con el Estadio Nacional Dennis Martínez, unos cuantos no logran esconder la tinta de su vinagre.
El Estadio Dennis Martínez está a la altura de la Major League Baseball, y no hay otro de esa envergadura en América Latina, testimonió Carlos Baerga. Y sabe por qué lo dice este miembro del Salón de la Fama del mejor beisbol del mundo.
De ese tamaño son los sueños alcanzados en los que se puede entrar y estar bien cómodos, aunque los amargados de espíritus no lo soporten. Contrario a esa extrema minoría, muchas parejas felices –al demostrar su amor de alta definición en las pantallas del Estadio– exhibieron la realidad de Nicaragua en la irrefutable verdad de un beso.
II
En menos de tres años el Sandinismo hizo lo que ninguna otra administración se propuso hacer. ¿Marca eso o no la diferencia?
El lunes 12 de enero de 2015, el presidente Daniel Ortega Saavedra anunció la construcción del Estadio.
Doña Violeta Chamorro restableció las relaciones con Taiwán en el 90, pero del Estadio, nada. Lo único fue que la elite conservadora, por venganza política, quitó el nombre de Rigoberto López Pérez al antiguo parque de pelotas para ponerle el de Dennis Martínez. Cambiarle el nombre al pasado, no transforma nada.
Llegó la Administración Alemán, y Taiwán continuó siendo un gran socio de Nicaragua. Y ahí seguía el coloso, herido de muerte por el terremoto de 1972, con el nombre nuevo de Dennis.
Al poder arribó Enrique Bolaños, que siendo ingeniero no se las ingenió para ver qué se hacía con la pasión nacional de los nicaragüenses y honrar con justicia al lanzador del Juego Perfecto. A ningún “demócrata” se le vino a la mente darle al pueblo lo que es del pueblo.
La estructura descartada por los geólogos debido a las fallas que la atraviesan de lado a lado, solo fue remendada por los técnicos. Parchar los anticucos tiempos es un retroceso en la Historia.
¿Qué es lo distinto? Visión. ¿Cómo era posible que en un país eminentemente beisbolero se hicieran exquisitos campos de golf, con sus calles reglamentarias, carritos, caddies y toda la cosa, y no se hiciera nada por el beis?
El bate hace la diferencia, no un palo de golf. ¿Es malo ese pasatiempo? Claro que no. Esto no se trata de condenar un deporte por otro. Cada quien con su entretenimiento, pero sí retrata por dónde van los unos y hacia dónde los muchos; explica las encuestas y los resultados de las urnas, la admiración de las mayorías y el tormento de una microminoría por cada éxito anotado por el Sandinismo. Porque no es lo mismo atender las urgencias del país en calidad de Estado Nacional que hacerlo desde un Country Club o, peor, en la Calle Atravesada en la Historia.
Sin en aquellos años se eximía de impuestos para favorecer esos ambientes, se hablaba de facilidades al turismo, al inversionista… Si después con el Sandinismo se exoneraba a los pobres para que tuvieran un arranque digno en la vida con los programas socioproductivos, era “populismo”, “clientelismo”.
III
El Estadio Nacional se constituye en un referente de las transformaciones por cuanto es el epicentro del movimiento nacional hacia la excelencia y el buen gusto. Un símbolo de la Paz.
Pero para cambiar el país se requiere primero que acontezca en las propias formaciones políticas.
El FSLN hoy por hoy está más ceñido a las propuestas del General Augusto César Sandino que en cualquier otro tramo de su historia.
Seguramente algunos ya no se acuerdan cuando, en los años 80, los “revolucionarios químicamente puros” condenaban al pelotero que se atreviera a firmar para las Grandes Ligas “del Imperio”. Era un peligroso sujeto “con debilidades pequeñoburguesas”.
Pero esa “pureza”, que ahora alardean como “paladines de la Democracia”, siempre fue una vil careta: no pocos “cuadros” seguían con pasión a los Yanquis de Nueva York o los mismos Orioles de Dennis, por ejemplo. Las ideas se convierten a veces en máscara, advirtió Octavio Paz.
Los cuadriculados no entienden que la bandera de Sandino, para que ondee al ritmo de los tiempos, debe ser trascendente, no ser ajada y rasgada por insolventes formulaciones ideológicas que no llevaron a ninguna parte en el mundo más que al desastre económico.
Los empresarios, los finqueros, los dueños de algo, son imprescindibles porque son tan nicaragüenses como el Momotombo. Y ningún país puede encuadrarse en un esquema dogmático, cuya vigencia en alguna izquierda delata la ausencia de un auténtico pensamiento nacional. Al General Augusto César Sandino nunca se le oyó el insensato grito de “¡Muera la propiedad!”.
Ramón de Belausteguigoitia preguntó al Héroe, “¿Usted cree en el desarrollo del capital?”. El Guerrillero respondió con claridad: “Sin duda que el capital puede hacer su obra y desarrollarse, pero que el trabajador no sea humillado y explotado”.
Volver a las raíces del pensamiento de Sandino es lo que provocó el retorno del Sandinismo al poder… ir siempre más allá.
Sí, para que un partido esté bien armado para la vida necesita visión. Y, por supuesto, una Fe de Grandes Ligas. Esa misma que puso en pie el Estadio: Vino nuevo en odres nuevos.