I
Hay tres modernísimas construcciones que en sí son un solemne homenaje de concreto, hierro y gloria a dos eminentes hombres y a una inteligente criatura que el somocismo le quitó su derecho a ser niño, cada quien en su espacio, tiempo y campo: Dennis Martínez, Fernando Vélez Paiz y Luis Alfonso Velásquez Flores. Un deportista, un médico y un mártir.
Sí, de manera simultánea –algo nunca visto en el país– ya están casi listos un hospital, digno de sociedades avanzadas, un Estadio Nacional de Grandes Ligas en Nicaragua y la impresionante extensión olímpica de alto nivel del Parque Luis Alfonso Velásquez Flores, para los Juegos Centroamericanos de 2017.
Las instalaciones le dan contenido y belleza, como jamás ocurrió antes, al título de Capital que le impusieron a Managua en 1852. ¡Nada es “cosmético” en el Gobierno Sandinista!
De Dennis y Vélez Paiz (q.e.p.d.) no se les conoce que hayan sido sandinistas; sus virtudes y talentos son los que honra, por encima de los colores partidarios, la Administración del Frente Sandinista de Liberación Nacional, liderado por el comandante Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo.
Estamos aquí ante una formación política que ha alcanzado la madurez que da la experiencia, los fracasos y las victorias, la sensatez y la aceptación tácita de que un país necesita de todos los vigores y destrezas, sin preguntar primero si es del FSLN.
Esto es parte del desarrollo del FSLN respecto a su estreno en el poder: hoy con una mejor dirección y un aparato gubernamental con resultados que se palpan no en los eslogan, sino en los hechos, en los informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, Fondo Monetario Internacional, calificadoras de riesgo; en los logros de la lucha contra la pobreza que destacan agencias de Naciones Unidas…
Se ve en que no se recurre al expediente fácil de rebautizar un antiguo edificio, borrando el anterior, como ocurría también en los tiempos del ministro de Educación, Humberto Belli, cuando le quitó, por ejemplo, el nombre al centro escolar “Luis Alfonso Velázquez Flores” para ponerle encima el del contratista de Byron Cole y William Walker, el “prócer” Máximo Jerez.
Solo esto ilustra los viejos calendarios de la venganza y lo mal que anda un espíritu cuando proscribe a un niñito que a tan corta edad fue ultimado por enfrentarse a la tiranía somocista, solo para darse el gustazo de exaltar al hombre que pagó a los filibusteros su invasión a Nicaragua.
II
La evocación a LAVF, a pesar de querer ser barrido de la memoria del pueblo, se mantiene con mayor fuerza. El Gobierno Sandinista, con un buen sentido de lectura patria, lo ha honrado, inicialmente, con el elegante conjunto arquitectónico, inédito en el país, que incluye parque, juegos, canchas, grama artificial y espacios recreativos que antes solo podrían disfrutar, y en el extranjero, los hijos del privilegio.
Hay otros nombres en todo el país, tantos locales como nacionales, que identifican direcciones, vías, colegios como el Cardenal Miguel Obando y Bravo, Manolo Morales, René Shick ¿un presidente de la época somocista?, Juan José Rodríguez, Mario Arana Román, Modesto Armijo, Eliseo Picado…
Son nombres que hacen historia y, sobre todo, resumen uno de los componentes indispensables para una sociedad sana: el ejercicio de la Reconciliación Nacional.
Aunque haya alguna minoría que organiza sus odios, frustraciones y resentimientos alrededor de banderas políticas, esas bajas pasiones no las comparte la población en general.
Esa es la razón fundamental del por qué este discurso de almas destartaladas no lo soporta un pueblo espiritualmente saludable. De ahí la proliferación de siglas de papel periódico pero de inexistencia nacional. El pueblo no es adicto a los rencores, menos los ajenos.
La ponderación de la dirigencia y militancia sandinista por preservar a estas personalidades nace de una amplitud de criterios que no se rige por las filias o las fobias, sino por el aporte de los nombrados.
Sí, esta es la realidad: no hay ansias de orillar a un héroe del deporte como Dennis o a un ilustre difunto porque pertenecía a tal o cual ideología. En esto vemos lo que distingue al Sandinismo de los otros: es el que más ha crecido en contar con una visión nacional; de no entender ni atender el país desde la estrechísima perspectiva de una casta de “iluminados”.
Recientemente la Vicepresidente Rosario Murillo informó que “se está concluyendo la rehabilitación del Centro Educativo Pablo Antonio Cuadra, del Distrito V de Managua”.
El edificio rememora nada menos que al intelectual por excelencia del pensamiento conservador, el mismo que tras el triunfo del 19 de julio de 1979, dijo de los sandinistas: “Una cosa es volar tiros, y otra saber gobernar”.
Hoy no tendría razón.
III
El FSLN, contrario a las administraciones de 1990-2006 que cambiaron nombres, no lo hizo con el Reparto (René) Schick y los tantos centros educativos que recuerdan al presidente (1963-1966) de la era de los Somoza. Más bien ha invertido en el acondicionamiento necesario de esos ambientes escolares.
A pesar de lo que digan algunos políticos e historiadores, el pueblo percibió distinto al doctor René Schick. Es lo que ha sabido apreciar el Frente Sandinista.
En los 90, la alcaldía de Managua del doctor Arnoldo Alemán mandó a desaparecer el “Mercado Israel Lewites” –realmente el rótulo– por “Mercado Bóer”. No obstante, buseros, taxistas, usuarios, clientes, marchantes, jamás dijeron “voy para el Bóer”. “¡Al Israel!” es el coro cotidiano.
Aunque no fue un dirigente sandinista sino socialcristiano, abogado y luchador antisomocista, Manolo Morales Peralta identifica a un hospital escuela. Sus valores fueron reconocidos por el FSLN. Pero la resaca del odio al sandinismo fue tanta durante el neoliberalismo que le trataron de expulsar del nosocomio de manera oficial, con el nombre de otro. Sin embargo, hoy por hoy, el pueblo siempre dice: “¡El Manolo!”.
El Sandinismo, al no darse a la abominable tarea de extinguir de los anales del pueblo a sus muertos gloriosos, revela una lozana discrepancia con los micro partidos de la Unión Nacional Opositora (1990-1996) y el PLC (1997-2006) que llegaron al poder para demoler hasta del recuerdo a los que ya no pueden defenderse.
En ese insalubre afán de procurar la dicotomía de la sociedad, la furibunda inquina contra el Sandinismo les llevó a la perversidad de no respetar ni el más allá, para trasladar sus discordias mundanas al campo santo con la falaz división de “los héroes de fusil Vs. los héroes cívicos”.
La diferencia del FSLN con la minoría extremista de derecha es sustancial: no lo motiva la miseria humana. Imposible que de esos pantanos del alma surja una democracia verdadera. Lo que mueve al Sandinismo es la reconciliación, la paz social y económica: el cristianismo.
No hay otra forma de contribuir con la vida.