Apenas habían transcurridos unos segundos después del informe irreversible del Consejo Electoral.La periodista parecía liberada por unos momentos de los laboratorios de propaganda en que cierta prensa ha degradado sus antiguas Salas de Redacción, tan clara fue la voz del pueblo.
A pesar de los monólogosde laindustriamediática, de encuestas apasionadas que colocaban a Capriles dueño de un triunfo de ficción, la realidad nacional incontrolable desde las metrópolis se traducía en la sonrisa fresca de Janiot, distinta a la Patricia de siempre: “A Chávez se le veía seguro y sereno hasta el último momento, y que va a respetar los resultados”. Trasmitir en vivo lo que en vivo sucede, no lo que de antemano se dicta, acarrea estos riesgos difíciles de evitar: el contagioso entusiasmo tampoco se puede editar.
Ahora que solo la alucinada extrema derecha se atreve a decir desde Miami “Esto es un fraude electoral”, resulta que se quiere nublar estos díasbolivarianosde sol radiante, al insistir en queVenezuela es un “país partido”. Vieja maña: si gana la derecha, el pueblo sabio supo escoger, la patria está unida y “la democracia fortalecida”. Sivence la izquierda, la nación se dividió,el Estado es “una maquinaria clientelar”, el pueblo es un “núcleo de fanáticos” y“vendedores”de voto, la democracia “está de duelo”, y la sociedad perdió porla agitación de “los resentimientos, empezando por el racial y el de clase”.
Con la proclamación del presidente electo, el pueblo votó para que no volviera la Venezuela superficial y maquillada; la Caracas de postal y de glamour, donde la abundancia del oro negro vestía a las damas high life con todo el perchero de colección de los codiciados diseñadores de la alta costura parisina.
Votó contra el desmesurado disparate del egoísmo humano que había puesto un hermoso país patas arriba, con el derroche faraónico de sus jeques y sultanes tropicales que ni las sobras de su dolce vita eran capaces de compartir conla población paupérrima,construyéndoles escuelas y centros de salud.
Fue una lucha titánica que pasa por entender de qué institucionalidad y derechos civiles hablaban estos señorones y cuánto de Venezuela se beneficiaba por la renta petrolera. Sin dudas, los planteamientos de Chávez superan la democracia de cartón de la IV República, y la redimensiona con su noble contenido social.
Prueba evidentedel masivo respaldo a sus políticas esque es el único Presidente en el mundo al que un pueblo le devuelveel poderperdido vía express y no solo eso: convierte el Golpe de Estado del gorilato uniformado y de cuello blanco, en el más efímero de los cuartelazos latinoamericanos, para vergüenza de sus complotados.
Después sobrevivió alPetro-Golpe de Estado, cuando la élite paralizó PDVSA, y por si fuera poco, su lucha contra un cáncer lo han tomadosus virulentos enemigos como otro escenario de batalla, sin dudas, el más inhumano de todos.
Someterse a 15 elecciones entre presidenciales, consultas y referéndum, ganándolas todas y todavía ser visto y (mal) tratado como un demócrata indocumentado, solo tiene una explicación: es “imperdonable” para estos sectoreshaber puesto en el mapa a la Venezuela profunda, la de los excluidos, indígenas, negros, pobres; todas aquellas Casas de Cartón y sus cerros de miseria que ya el fecundo Alí Primera había testimoniado con su canto.
Grave pecado que esas mayorías despreciadas se hayan sentido venezolanas por primera vez en su historia y peor, que sigan entrando al Palacio de Miraflores nada menos que sobre la alfombra roja. ¿Populismo? No, es la más pura lección de Democracia Grandeque nos acaba de darla patria de Bolívar, incluso Henrique Capriles, aceptando que “Venezuela habló y hay un ganador”.
Opinión
La Democracia Grande de la Venezuela profunda
Lunes 15 de Octubre de 2012 | Edwin Sánchez
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