Ningún calendario es estático. Tampoco las sociedades. El cambio es parte de la vida. Oponerse es tan inútil como detener la rotación de la Tierra.
Si antes era inevitable gritar o pintar en las paredes de la ciudad “Patria Libre o Morir”, e incluso llegar hasta el martirio, hoy la rúbrica del FSLN señala una nueva ruta: una Patria libre de pobreza con la mujer en primer plano.
El FSLN, a través del comandante Daniel Ortega, al integrar a la escritora Rosario Murillo en la fórmula presidencial de la Alianza Unida, Nicaragua Triunfa, reivindica a las nicaragüenses.
La lucha por la inclusión de las mayorías y las damas no es fácil: el cambio tampoco es por generación espontánea. También se provoca en el terreno socioeconómico y político, solo que su mayor obstáculo está en las representaciones mentales, caducas mas no desplazadas.
En el siglo XX el convencimiento de “voltear la tortilla” fue gradualmente extendiéndose de un núcleo de guerrilleros a todo el país. Es un proceso. Y los procesos no son mágicos.
El problema es que las ideas que se conservan de una época extinta tienen la desdicha de herrumbrar a sus sobrevivientes. La matriz de un estado de cosas no se quita fácilmente de la cabeza, más cuando algunos lo gozaron. Lo que no calce en ese molde es fustigado.
Nicaragua se “independizó” con Centroamérica en 1821, aunque la mentalidad colonialista española mantuvo su robusta presencia en el alma de las oligarquías que sustituyeron la corona.
De la Conquista y el Colonialismo provienen dos tipos de concepciones, arbitrarias por demás, que malograron el siglo XX. Una que consumió buena parte del pueblo y otra que sacralizó a la elite. La primera fue entrenada en la resignación. Su destino era el de obedecer, sin levantar la mirada. Precisamente, por “mirar el Sol de frente”, a Sandino –canta Luis Enrique– “le llamaron bandolero”.
La elite, al contrario, fue instruida para mandar. Si unos consideraron la pobreza como “la voluntad de Dios”, los otros también se encargaron de darle carta de ciudadanía a esta deleznable ruptura social: nacieron con el “derecho divino” de gobernar Nicaragua.
Con ese razonamiento antibíblico, la pobreza es inherente a las muchedumbres, y la peor parte la han llevado las mujeres que, además, son víctimas del machismo: hasta la Revolución Sandinista fueron las indocumentadas de la Historia.
Somoza Debayle acuñó un término de odio para exterminar a los hijos e hijas de Sandino, que se formaron en el FSLN: Sandinocomunistas. Atizó el miedo a la transformación. Ahora, ese catecismo se aplica al pie de la letra contra todo lo que suene a inclusión social, económica y de género. La derecha conservadora no soporta que la democracia aterrice en la cotidianidad de la gente.
Actualización
Si ahora Daniel ha compuesto la fórmula presidencial con Rosario es porque ella, amén de sus capacidades intelectuales y artísticas, también enfrentó a la dictadura. Su candidatura no es un regalo.
Pero no solo de historias pasadas vive el hombre o la mujer: Rosario organizó las campañas electorales exitosas que hicieron posible el retorno del Sandinismo al poder. Para alcanzarlo, el partido debió hacer un viraje y ahí, en el vértice, estaba ella: con un enfoque más realista del país, el Frente se convirtió en la institución política de mayor convocatoria de Nicaragua en los últimos 50 años.
No se explica el FSLN del siglo XXI sin el papel protagónico de la escritora junto al Comandante: contribuyó como nadie a la actualización del Frente. Su liderazgo es lo que reconoce Daniel. Ahí están los hechos. Sus elevados puntajes en el tope de las personalidades más altamente valoradas por la sociedad lo confirman.
El Sandinismo, desde esta perspectiva superior, comprendió que ser de izquierdas no es un ejercicio retórico ni dogmático: los años 80 produjeron hermosas consignas, pero una economía “planificada” ineficiente que ni la guerra la justificó.
Hoy se procura construir una mejor nación con la bendición de Dios, no de embutir el país en una ideología, y lo que es peor, mal interpretada por el hedonismo de los que controlaban el tablero de mando en esa época y luego, como si nada, se lavaron las manos.
El mejor instrumento del nicaragüense es la imaginación, la creatividad, la lectura abierta de la realidad propia, no la encerrada copia de paradigmas de otras latitudes. En eso se ha distinguido Rosario, una emblemática revolucionaria del Sandinismo Clásico.
Lo crucial de esta hora es la coincidencia de visión de la escritora con el Presidente Constitucional. De ahí que en buena hora el Sandinismo asumió como su fortaleza el Cristianismo y su principal fruto: la Reconciliación. No se trata de repartir pobreza ni de repetir el desencuentro. Se trabaja por una Patria Libre en su más grandioso concepto.
Subcultura
Alguien puede decir que quienes se oponen en la acera más extrema de la derecha no son hijos de aquella generación a la que perteneció el general de West Point, sin embargo ese sistema urdió toda una subcultura desde que Augusto César Sandino rechazó la ocupación norteamericana. Para estos políticos, Nicaragua nunca pasará de ser “patio trasero”.
La nueva generación que, sin culpa, se (de) formó bajo la vileza de esos antivalores en los 60-70, ahora los asumen como “creaciones” originales. Van por su “Remake”. También hay ruindad de segunda mano.
Y quienes llevan dentro la palabra de la sociedad deformada y uniformada que los marcó en su niñez y juventud, hoy, sin ninguna propuesta acorde al siglo XXI, proyectan su nostálgico ayer precisamente contra la organización que puso en su lugar los onerosos días: el FSLN.
Nunca olvidemos que si algún sentimiento despertaba un pobre en las elites de turno –en el siglo XIX, XX y parte del XXI– era la lástima. Con la limosna se resolvía cualquier inquietud de la conciencia.
Mas, no es eso lo que quiere el Dios Vivo y Verdadero: es menester remover los malos tiempos. Ese es el desafío. Con Cristo, nada es imposible.
Desdeñar la SOLIDARIDAD –un acto heroico en un mundo egoísta– contenida en las casas maternas, el Plan Techo o el Bono Productivo Alimentario, es deplorable.
Hoy, el FSLN desempeña su razón histórica: cumplirle a los descartados de la vida. No obstante, en todas las edades de la humanidad, quienes dan un paso al frente con sus convicciones completas son cuestionados amargamente por los portadores del pasado, más si son mujeres.
Triste haber venido al mundo con la piedad marchita. Así no se hace Historia.