Cuando ocurren atentados terroristas, sea en Bélgica, España, Francia, Estados Unidos…, los medios de prensa llamados “occidentales”, reportan el qué, el cuándo, el dónde, el cómo, el quién o quiénes, pero censuran la pregunta clave: ¿Por qué?
Vivimos los días de la ultra revolución tecnológica, la eclosión de inventos inimaginables en pretéritos calendarios e incluso, la capacidad científica hasta para jugar a Dios con el genoma humano, las células madres y la posibilidad de engendrar hijos a la carta, como pretendía Hitler. Entonces, ¿por qué se llegó a esto?
El atroz atentado del aeropuerto de Bruselas y las horripilantes masacres en el semanario Charlie Hebdo en París y el night club gay de Orlando, ¿son acaso señales de que la civilización tendrá un pie en el porvenir de última generación, mientras arrastra con el otro los tiempos tristes que han ensangrentado la historia? ¿Acaso nadie es responsable y todo esto es por “generación espontánea”?
Partamos de cuatro premisas: 1) Los verdaderos musulmanes son pacíficos. 2) La invención de Osama Bin Laden no es una obra autóctona de los países árabes. 3) El radicalismo fue implantado por Reagan-Bush. 4) A este le siguió la disparatada saga del “Eje del Mal” con que el junior vengaría a su padre por no haber expulsado a Saddam Hussein del poder.
Con un desconocimiento de las naciones islámicas, de sus historias, sus culturas nacionales, sus contradicciones, sus linajes religiosos no tan fáciles de distinguir, los gobiernos de Reagan, Bush padre e hijo, fueron adonde no debieron ir con la visión atrofiada de quienes dividen todo en buenos y malos. Y “los buenos”, en ese envenenado libreto, ya se sabe quiénes son.
Así entramos al ¿por qué? Cegados por su prepotencia, estos mandatarios con sus aliados europeos incursionaron en unos territorios donde sus habitantes se rigen por esta máxima de Mahoma a sus fieles: “El amor a la patria forma parte de su fe”.
Bin Laden, el “Rambo” de la “guerra santa”, fue preparado, asistido, apertrechado y enviado por aquella cúpula de Washington a Afganistán.
Fue entrenado por la CIA en los 80, y señala Wikipedia “Por esa época, los Estados Unidos colaboraban incondicionalmente con los grupos afganos, debido a su participación en la guerra contra la URSS (entre 1979 y 1989 los estadounidenses entregaron cerca de tres mil millones de dólares a la resistencia afgana, que favoreció a Bin Laden)”.
Nada nuevo esto de los halcones de pavimentar con millones de dólares la ruta hacia la desestabilización de aquellos gobiernos que no son empollados en su nido imperial. Pero como en la conocida novela de Mary W. Shelley, el monstruo del doctor Frankenstein se rebeló contra su creador.
Semejante error, del cual los líderes norteamericanos debieron sacar lecciones y aprender, volvió a repetirse años más tarde con los mismos “buenos”: Bush y el partido Republicano.
Hay que advertir que la banda sonora de las abominables intervenciones de rapiña como en 2003, es la cacareada “democracia”: un cacareo de los organismos y movimientos controlados por el pensamiento conservador y sus cajas de resonancia mediática.
La vetusta narrativa de la Guerra Fría continuó aunque el “socialismo”, versión europea del Este, se derrumbó con todos sus fosilizados dogmas, empezando por la “dictadura del proletariado” que la burocracia política asumió al apartar a la clase obrera, aboliendo el primer mandamiento del credo marxista.
La herencia
El finado Carlos Fuentes escribió en enero de 2009, a propósito de la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos: “Terrible herencia le deja George Bush a Barack Obama”.
El dinero de los contribuyentes estadounidenses fue derrochado en la siembra de guerras distantes sin que le hayan consultado a como se estila en una Democracia auténtica. Ahora, el mismo pueblo norteamericano cosecha inmerecidamente sus propios muertos en casa.
Fuentes subrayó: “Bush desvió enormes sumas (500.000 millones de dólares hasta la fecha) para librar una guerra innecesaria contra Irak, alegando la presencia de armas de destrucción masiva que jamás se encontraron, pasando por alto las serias advertencias del inspector de la ONU, Hans Blix, y mintiendo acerca de la supuesta conspiración del dictador iraquí Sadam Husein con el cabecilla de Al Qaeda, Osama Bin Laden, cuando ambos eran implacables enemigos y el tirano Husein constituía, en términos de realpolitik, la mejor defensa contra Al Qaeda. Hoy, Al Qaeda se encuentra en Irak, cosa que Sadam no hubiese tolerado”.
Luego vino la “poética” secuela: la “primavera árabe” que terminó en el peor invierno del género humano con la ola de terrorismo desatado por el Estado Islámico. Este segundo monstruo emergió fortalecido por las políticas injerencistas de Bush y Cia. en Irak, para luego expandirse en Libia y Siria.
Se puede tener las opiniones más encontradas contra Hussein y Gadafi, pero cuando vivían, los criminales yihadistas estaban reducidos y controlados.
Conocedores de sus naciones, de sus diversas tribus y clanes, ambos líderes mantenían un orden, que al perderse por la petrocodicia disfrazada de “derechos humanos y democracia”, desordenaron el siglo.
El tema de Irak, Libia, Siria… corresponde resolverlo a sus propios pueblos, conforme a sus intereses y no en función de la agenda de Estados con economías, creencias y concepciones políticas distintas a la cultura coránica.
¿Por qué llegamos hasta donde estamos hoy? Un Estados Unidos en manos de irresponsables como los Reagan - Bush sirvió en bandeja de plomo las justificaciones para el extremismo islámico.
Mahoma, a los 53 años, estableció: “Los musulmanes, a partir de este instante, son, además de creyentes, soldados de Dios en defensa de su fe y de su Profeta. La espada se ha desenvainado en defensa del Islam. No la empuñan los musulmanes con afán de ataque o agresión. Solo toman el arma en defensa de sus propias vidas amenazadas y en favor de su fe en Dios y en su Profeta”.
Pero así como exaltados fanáticos cristianos, católicos y protestantes, en el pasado perpetraron conquistas, matanzas e inquisiciones en nombre de quien precisamente predicó el amor al prójimo y condenó el odio y la violencia –Jesús–, hoy se ve que los integristas también leen a su manera a Muhammad:
“‘La espada es la llave del Paraíso y del Infierno’, según se use. Los que la empuñan en defensa de la fe, de la población creyente y pacífica y porque han sido agredidos, serán recompensados con ventajas temporales y con el Paraíso”.
No es justo que desde niños inocentes hasta adultos que nunca han perjudicado a nadie, sufran las consecuencias de los políticos guerreristas y las retorcidas interpretaciones del fundamentalista EI.
El terrorismo es un culto a Satán. Nada lo justifica.