Nunca está demás que haya testigos electorales solventes, pero cuando el intervencionismo parece ser el paradigma de la oposición conservadora, suena a convocar una “observación” con dados marcados e informes premeditados y alevosos.
Una institución calificada es el Centro Carter. Debiera ser invitada. Igual que se hizo con los ex magistrados y expertos de prestigio –con largas y laboriosas faenas en las democracias americanas–, durante la convocatoria oficial del Consejo Supremo Electoral.
En estas semanas, la minoría de derecha ha insistido en la observación, pero no por amor a la Democracia: al no poseer un músculo electoral vigoroso, pretende aumentar su “rendimiento” en la próxima justa con “esteroides” suministrados desde el exterior.
De acuerdo a esa perversa lógica conservadora, si no están los “observadores” que ellos quieren, las elecciones de noviembre serán un “fraude”.
¿Quiénes lo aseguran? Los mismos cuyo candidato, Luis Callejas, suma un precario 2% de intención de votos en la última encuesta de CID Gallup, tan solo a cinco meses de los comicios.
¿Cómo remontarse desde ese sótano a la cúspide del respaldo masivo que Daniel Ortega obtiene? El Comandante es el segundo Presidente más altamente evaluado en Latinoamérica con un 70%, informó CID-Gallup, con este comentario lapidario: “…parece hoy que no tendrá inconveniente para continuar al mando de la nación centroamericana en las elecciones que se efectuarán el próximo noviembre”.
La única manera para no reconocer el triunfo del Sandinismo es cuestionar al CSE y desacreditar de antemano la decisión ciudadana.
En la letra menuda del círculo conservador, sin tener siquiera el apoyo del vecindario donde están ubicadas sus desperdigadas siglas, pretenden más que una “observación” de la OEA y la Unión Europea: que sean el árbitro electoral de facto.
La OEA y la UE deben aclarar, de asistir a las elecciones, en calidad de qué vienen, porque sustituir a un Poder del Estado no se acepta ni en Burundi ni Rusia, pasando por Estados Unidos.
Historia
El vocero del Departamento de Estado, John Kirby, dijo “hemos dejado claro, permitir observadores internacionales para que monitoreen libremente las elecciones, serviría para fortalecer a Nicaragua”.
Sin embargo, la actual dirigencia de Estados Unidos debe considerar su posición con perspectiva y atender lo que también habla con claridad la Historia.
Plantear un “monitoreo libre” de los comicios es como si de repente, EE.UU., desapareciera los anales turbulentos de sus relaciones con Nicaragua y se decantara por un borrón y cuenta nueva unilateral, para dar lecciones de Democracia: que jamás la ocupó con sus marines; que nunca ejecutó el primer bombardeo aéreo del mundo contra las fuerzas de Sandino en Ocotal, precisamente por el “delito” de querer una Patria Libre. Que tampoco, desde 1909 hasta 1979, y después de los 90, casi el 100% de los Presidentes y candidatos frustrados fueron previamente escogidos entre sus políticos confiables.
La mano de la intervención por los intereses de Wall Street y similares abortó la Democracia, no obstante, Nicaragua tiene derecho a una segunda oportunidad.
1929. Elecciones supervigiladas por Estados Unidos. Obtiene la presidencia el general Moncada.
1934. El jefe de la Legación Americana, Arthur Bliss Lane, trama el magnicidio del General Augusto César Sandino.
Abril, 1983. Gabriel García Márquez describe para qué diablos sirve un títere de Presidente, “elegido” por Ronald Reagan, sin necesidad de “observadores electorales”.
“Había, además, una rara unanimidad en cuanto a los poderes reales del presidente Roberto Suazo Córdova. Nadie creía, y menos ahora, que en realidad dispusiera de alguna facultad de decisión, pues había sido impuesto en unas elecciones de fantasía sólo para improvisar en Honduras una apariencia democrática que le hacía falta a Estados Unidos para utilizarla como base de sus intervenciones encubiertas en todo el ámbito de América Central, aun en contra de los deseos y el criterio de su propio secretario de Estado.
“Habría que recordar que este triste papel de portaviones de tierra firme le ha sido impuesto a Honduras en otras ocasiones de rememoración ingrata. La más escandalosa de ellas, por supuesto, fue haber servido de trampolín a la expedición del general Castillo Armas, en 1954, que derrocó al último Gobierno democrático que ha existido en Guatemala”.
Mayo, 2006. El embajador de EE.UU., Paul Trivelli, obliga a renunciar a otros candidatos presidenciales derechistas para fabricar la “unidad”, en favor de Eduardo Montealegre. El “ungido” recién reveló el “encuentro” apadrinado por el procónsul norteamericano, sostenido al mediodía del 9 de mayo del 2006, en la residencia del embajador de España, Marqués Jaime de Lacadena e Higuera.
2007. El presidente Daniel Ortega denunció en la Cumbre Iberoamericana, Chile-2007, el descarado injerencismo de un Estado de la Unión Europea para evitar, a como diera lugar, que el Frente Sandinista retornara al tablero de mandos por la vía de los votos.
“La acusación (…) supondría un hecho grave de injerencia en los asuntos internos de otro Estado y (…) violación de una norma básica de Derecho Internacional. (El diputado Joan) Herrera (Izquierda Unida) exige explicaciones al Gobierno de Rodríguez Zapatero, el cual no ha desmentido públicamente al presidente nicaragüense, con lo que da a entender que esas reuniones se realizaron” (Pepitorias Noticias y análisis sobre Latinoamérica, 2007).
“Los confiables”
Cuando se cuenta con una cadena de pecados mortales de tan abominable extensión, que no es “un viejo tema del remoto pasado” (Arthur Bliss Lane, 1934) y este-es-el-siglo XXI (Paul Trivelli, 2006), lo prudente es no aparecer como una orden monástica de clausura para predicar la pureza ajena. Porque en eso se cae cuando dan “recomendaciones” sobre cómo dirigir el proceso electoral de un país soberano y decidir, por si fuera poco, las fechas y qué clase de gente debe ser invitada a esa fiesta.
Al solicitar “emitir con tiempo las invitaciones a misiones de observación internacional confiables”, debemos asumir, por la práctica histórica, que una cátedra de confianza es la que impartió y compartió Trivelli con “su” embajador de la Unión Europea: transformar su sede diplomática en “portaviones” para violentar la Democracia.
¿Acaso el CSE , para pasar el “examen”, debe invitar a una misión presidida por el Marqués Lacadena e Higuera, además de la constituida por los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Armando Calderón Sol y las asesorías de los ex embajadores estadounidense Paul Trivelli y Oliver Garza?
Lo que faltaba: Observadores a la carta.