La dolencia ocurre en adultos y tampoco se hereda, explicó Sarah Browne, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos y autor principal del estudio.
Los investigadores indican que en esta afección, a diferencia del VIH, no se afectan los linfocitos T, sino que el daño inmunológico es otro. La mayoría de los enfermos elaboran sustancias llamadas autoanticuerpos que bloquean el interferón gamma, una señal química que ayuda al cuerpo a deshacerse de infecciones.
Al bloquear esa señal, las personas quedan vulnerables a virus, hongos y parásitos, pero sobre todo a microbacterias, un grupo de gérmenes similares a los de la tuberculosis que pueden causar grave daño a los pulmones, señalan.
Broune resaltó que el trastorno se desarrolla alrededor de los 50 años, pero no es característico de grupos familiares, por lo que la causa no es genética, aunque la mayoría de los diagnosticados son asiáticos.
Indicó además que algunos de los enfermos murieron de infecciones abrumadoras, y que la terapia antibiótica no siempre es efectiva.
La enfermedad -detectada por primera vez en 2004- mejora cuando se controlan las infecciones, aunque la afectación al sistema inmunológico la convertirá en un problema crónico, consideran los científicos.