Han pasado 79 años cuando don Alejandro Antonio García, en ese entonces de 7 años, tuvo el primer contacto con la pólvora y desde ese tiempo su vida ha estado relacionada a la fabricación de juegos pirotécnicos.
Con 86 años a cuestas, este hombre que es conocido con el apodo del Gallito, saca pecho cuando afirma con toda seguridad que durante todos esos años no ha tenido ni el más mínimo accidente con la pólvora.
Desde mayo de cada año, don Alejandro se viene preparando comprando los materiales para la fabricación de los toros encohetados, las bombas artesanales, los cohetes y los volcancitos que ofrece a su clientela, que cada diciembre le llega buscando sus productos.
El arte de fabricar productos pirotécnicos lo aprendió de su padre José Claudio García en el barrio Monimbó, pero por cosas del destino su adolescencia la vivió en el barrio Santa Ana en Managua, lugar donde “colgó su primer rotulo” a los 22 años.
Recuerda que fue en 1952 cuando buscó la suerte en solitario y dispuso instalar su primer taller de pólvora de la Iglesia Santa Ana tres cuadras abajo, casi llegando a la pista deportiva del Gadala María.
“La Flecha” fue el nombre del primer taller de pirotecnia, lo que no atrajo a la clientela de ese entonces, relata don Alejandro, que muestra a cada momentos sus brazos y expresa que nunca ha sufrido una quemadura por pólvora, pues las medidas de seguridad son tan rigurosas que su taller artesanal está instalado lo suficientemente largo de donde su familia prepara los alimentos.
Dos años después de haber instalado su taller en Santa Ana, las ventas iban muy mal que estaba por cerrar el local, cuando ocurrió algo inexplicable para él: regresaba de misa y al pasar por un predio vacío observó un pequeño incendio de cartones, el viento sopló tan fuerte que trozos de papel quemado llegaron por donde caminaba, recogió uno de estos y al verlo apreció la figura de un gallito.
“Eso me llamó la atención. Me fui donde un señor que hacia rótulos y le dije que me hiciera uno con la imagen del gallito. Yo no tenía mucho dinero, pero el amigo como vio que andaba muy necesitado me dijo que me apoyaría y no me cobraría, solo le di los materiales y me hizo el rótulo, a los pocas semanas el taller el Gallito comenzó a ser famoso y las ventas comenzaron a ser mejores”, relata don Alejandro.
Tan famoso se volvió el Taller de Pirotecnia El Gallito en Santa Ana, que don Alejandro tuvo que contratar personal, hubo un tiempo que el negocio marchaba viento en popa y llegó a tener hasta 12 trabajadores en todo el año, mientras en la temporada de festividades como Santo Domingo y las fiestas marianas, navideñas y de fin de año, el número se duplicaba para poder atender la avalancha de pedidos.
Ahora que esos tiempos pasaron, don Alejandro no se amilana, a pesar que sus hij@s y nietos no siguieron el negocio, aunque sí aprendieron del oficio de la pirotecnia.
Desde hace muchos se trasladó a Masaya de donde es originario, sigue trabajando la pirotecnia aunque en menores cantidades, sus clientes de Masaya y de Granada sigue comprándole para estas fechas, por lo que dejar de elaborar no es una opción, pues el día que deje de trabajar afirma que se muere.
Desde hace 15 años el taller de pólvora El Gallito se encuentra contiguo al museo del Apóstol de la Unidad Camilo Ortega Saavedra, que se ubica en la entrada de la comunidad Pacayita en Masaya.
“Aquí trabajo todo el año, yo vendo un artículo responsable (bien hecho), desde el primero de enero ya se está planeando todo lo que voy a comprar y no estar yendo a la venta porque eso sale más caro, comenzamos a almacenar, vamos fabricando los cartuchos y llegamos a mayo y junio y comenzamos a llenar y un montón de cosas que se necesitan para la fabricación”, dice don Alejandro que ofrece toda clase de juegos pirotécnicos, de luces, de tres tiempos, de golpe “o como el cliente lo requiera”.
Todo este trabajo minucioso tiene sus frutos, pues el 15 de noviembre el taller “El Gallito” se encuentra listo para comenzar a entregar los pedidos de sus clientes que son suficientes para que don Alejandro continúe fabricando estos productos que dan alegría y entretenimiento en las festividades navideñas y de fin de año.
A pesar que su producción no es de grandes cantidades, don Alejandro se siente muy contento, primero porque a pesar de tener muchos años manipulando pólvora, se mantiene invicto con los accidentes, y en segundo lugar muy agradecido con Dios que le ha dado la fortaleza y la serenidad para seguir trabajando y aportando a la alegría de su clientela que cada año busca sus productos.