El Canal Interoceánico no solo es una obra ingenieril y de avanzada tecnología. Es la Nicaragua de Rubén Darío abriendo rutas inéditas que riman con la transformación de su realidad: “Si pequeña es la patria, uno grande la sueña”.

El mapa de Nicaragua lo facilita, su sociedad lo bendice, el mundo lo necesita y una exigua minoría política lo maldice.

Dependemos de un pasado impuesto. Ni siquiera es nuestro como pueblo. Sí, lo sufrimos, pero nunca fue nuestro. Y nos han hecho creer que es “nuestra historia”. Ese es el pasado de la élite neocolonial, que dejaron los peninsulares. Lo disfrutaron los criollos y sus descendientes que amarraron el país a la inercia y a la falta de visión y nación.

El oponerse con odio y menosprecio al Canal no es casual. Responde a su cerrada tradición provinciana. El desarrollo nacional nunca les interesó. Y el futuro que por ahí se abre, menos: es algo ajeno, extraño, insoportable.

Por la más mínima decencia, sus descendientes y acólitos deberían apartar su rancio relato –barnizado de “preocupaciones ambientales”– para respetar el derecho del pueblo de construir una incluyente y superior Historia.

Los que desempolvan los viejos escritos de sus próceres, en ese demencial afán de reciclar el pasado, se sienten “acuerpados” porque están en contra del Canal, pero ¿cómo es posible ver el presente desde la estrecha mira de esos muertos, propios de la Calle Atravesada en la Historia? Palabras sabias: que los muertos entierren a sus muertos. Porque el Canal es para la Vida.

A excepción de un general nacionalista, José Santos Zelaya, ningún otro gobierno se hubiera planteado y empujado el desafío enorme de cambiar el precario lugar de Nicaragua en el concierto de las naciones. La hazaña por realizar expondrá la clase de espíritu que mora en el ser nicaragüense.

Más allá de mover la tierra, reverdecer el deprimente desierto y frenar la prolongada agonía del Cocibolca, es comprobar que si pensamos en grande para trasladar con fe las antiguas montañas de la subestimación, del no-se-puede y el sometimiento al atraso secular, con Dios nada es imposible.

Nadie que odia podría construir puentes. Nadie llevado por los rencores crearía las condiciones que ampliarán las oportunidades para los demás. Nadie que aliente conflictos y discordias, crearía un monumento a la paz global.

Asumir el destino pendiente es una decisión trascendente del FSLN, del presidente Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo. Hay que reconocerlo. Salvar la historia fallida de todos los tiempos de Nicaragua y empezar una nueva sería inalcanzable si no estuviera la mano de Dios.

La aspiración de la sociedad va en esa dirección. Si hay un 74.7% que respalda la vía de los mares es porque las mayorías se ven representadas con excelencia en la magnitud del proyecto.

Miseria humana

Que este esfuerzo corresponda al gobierno del Frente Sandinista no es razón valedera para que unos políticos, sin propuestas efectivas, le nieguen el porvenir que merece Nicaragua. Sería demasiada miseria humana que porque está equis partido en el poder, debe evitarse a toda costa la colosal iniciativa con infamias, tergiversaciones, campañas de miedo…

Desde 2013, cuando se dio a conocer el interoceánico, gente vinculada a una tarea de esta envergadura, constató cómo desde la desidia hasta la hostilidad se han opuesto al adelanto de Nicaragua.

Jorge Huezo Castrillo, de la Fundación Gran Canal, durante los anteriores gobiernos, escribió: “Con más sorpresa que otra cosa he observado cómo se ha venido desarrollando en los diferentes medios de comunicación, una enorme campaña para satanizar el proyecto canalero, pero lo más sorprendente es ver cómo personas de mucho prestigio y de mucha trayectoria profesional, atacan abiertamente al Gran Canal, como si fuera el peor de los males para nuestro país, como algo terrorífico para el medio ambiente y como la pérdida total y absoluta de la soberanía nacional”.

El exfuncionario señaló además: “Vemos a políticos de diferentes partidos, a profesionales, intelectuales, ambientalistas, hasta sacerdotes y pastores opinando en forma negativa en todo lo que se refiere al Canal”.

Interesante lo que plantea: “Me tocó en suerte, como Presidente de la Fundación Gran Canal de Nicaragua, ser miembro en tres de las cuatro Comisiones Gubernamentales para los estudios del Canal. Si cuando se estableció la primera comisión, durante la presidencia del doctor Alemán, con entusiasmo apoyé este proyecto, y luego, siendo miembro de las otras comisiones durante la presidencia del ingeniero Bolaños mi entusiasmo fue en aumento; ahora, sin ser miembro de ninguna comisión, siento más entusiasmo que nunca”.

El señor Huezo exhorta a la honestidad a quienes alguna vez fueron fanáticos del Canal y ahora, por lo antes explicado, reniegan.

“Todas aquellas personas que fuimos miembros de esas comisiones, debemos pronunciarnos en favor de este proyecto, pues sería deshonesto no apoyarlo por no pertenecer ahora a la Comisión o Autoridad del Canal. El proyecto es el mismo, pero ampliado, así que démosle nuestro apoyo. Por mi parte felicito al gobierno de Nicaragua por haber tenido la fuerza y la entereza de, por primera vez en nuestra historia, dar luz verde para hacer los estudios de factibilidad por empresas de gran prestigio mundial, estudios que dirán si es factible o no el proyecto”.
El Gran Canal retrata a los que aman la nación. Otros, sin embargo, lo desdeñaron ayer y lo satanizan hoy.

El expresidente de la Fundación reveló este dato que explica por qué Nicaragua se empobreció tanto durante los Viejos Tiempos, esos mismos que hoy quieren perturbar los Nuevos Tiempos:

“En el 2003, el First National Trust and Banking Corporation de los Estados Unidos ofreció desarrollar y financiar el proyecto al entonces gobierno del ingeniero Bolaños, sin haber tenido respuesta gubernamental; se perdió esa oportunidad. Démosle pues a esta segunda oportunidad, chance para que al fin pueda desarrollarse el sueño del Gran Canal de Nicaragua”.

“Democracia” le llaman al último período de la decadencia.