Cada cinco o siete años el árido desierto de Chile se transforma en una alfombra de flores de color malva pero las abundantes precipitaciones que han mojado la hostil tierra norteña del país estos últimos meses, han propiciado el “florecimiento más espectacular de los últimos 18 años”.

“La ausencia de heladas y las precipitaciones asociadas a la ocurrencia del fenómeno climático de El Niño han generado el desierto florido más intenso desde 1997”, dijo el encargado del Banco Base de Semillas del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia), Pedro León Lobos.

Las intensas lluvias que cayeron en marzo en la zona norte del país, que provocaron aluviones y desbordamientos de ríos que dejaron 28 muertos y decenas de miles de damnificados, mostraron ahora la otra cara de la catástrofe.

Miles de suspiros, patas de guanacos y celestinas transforman el desolado paisaje entre el norte de la Serena y el Sur de Antofagasta en un tapiz multicolor de intensos olores exóticos.

Después de 10 años de sequía, este año en el norte de Chile llovió de forma abundante y en distintas estaciones, motivo por el cual el periodo de floración “se extendió de forma anormal hasta noviembre”, explicó León Lobos.

Las semillas de las 1.800 especies de plantas endémicas de Chile que florecen gracias a este fenómeno llevan entre cinco o seis años en un estado de “adormecimiento”, un periodo en el que soportan grandes sequías y cambios extremos de temperatura.

Este esfuerzo, que acaba con una floración de uno o dos meses, es parte de la estrategia de supervivencia de estas plantas para sobrevivir a un ambiente tan hostil como el desierto de Atacama, el más árido del planeta.

Las inusuales lluvias hacen que el llamado “banco de semillas en el suelo” que se encontraba durante años en estado de latencia germinen y atraigan también a aves, insectos, pequeños lagartos y roedores.

La mayor concentración de flores se produce en toda la región de Coquimbo, desde Pichidangui a Los Choros, en la región de Atacama y también en los lomos de la precordillera de la región de Atofagasta, desde Chañaral hasta San Pedro de Atacama.

“En la región de Atacama el desierto florido es más impactante, pues pasa de ser un arenal a convertirse en enormes glorietas de flores”, dijo el botánico del Inia, Marcelo Rosas, quien señaló que uno de los mejores puntos para observar el espectáculo son los parques nacionales de Llanos de Challe o Pan de Azúcar.

Aparte de ambos parques, la zona en la que se produce el fenómeno floral no cuenta con ningún tipo de protección.

El aumento del número de turistas, el comercio ilegal de las flores y el desarrollo de carreteras automovilísticas han puesto en peligro la regeneración de algunas de las especies existentes.

Es por eso que, desde hace años, el Inia, el Banco de Semillas de Chile, está tomando acciones para conservar las semillas fuera de su ambiente natural, en jardines botánicos o bancos que puedan ayudar a resguardar las especies.

A 20 grados bajo cero y en un ambiente muy seco, los científicos han logrado extender artificialmente su vida durante 50 o 100 años y garantizar su supervivencia.

“Hay muchas plantas en este desierto que son muy frágiles y que están en peligro de extinción, es fundamental que, aparte de proteger su ambiente natural, velemos por la supervivencia de las especies”, señaló el experto.

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