La dura imagen del niño sirio que yace muerto boca abajo en una playa turca ha conmovido al mundo y ha avivado la polémica sobre la crisis migratoria más grave desde la Segunda Guerra Mundial. Pero no es, ni mucho menos, la única imagen por la que Europa debería sentirse avergonzada de las estrictas políticas que frenan inhumanamente la huida de miles de personas que arriesgan su vida para escapar de la tragedia.

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