Mañana, 9 de agosto, serán 70 años desde que Estados Unidos dejó caer una bomba atómica sobre Nagasaki, ataque que dejó más de 70 mil muertes. Aunque año con año se realizan ceremonias para recordar el trágico evento, sólo hasta que conocemos testimonios de personas que lograron sobrevivir al desastre tenemos una mediana idea de lo que realmente sucedió.
Ahora de 86 años, Sumiteru Tanaguchi muestra al mundo las huellas que dejó en su cuerpo el ataque que devastó a su ciudad. Por supuesto que las imágenes son estremecedoras.
En entrevista para AP, Tanaguchi recordó que cuando sucedió el ataque él se encontraba realizando su trabajo como repartidor. Iba en su bicicleta cuando de repente sintió una estremecedora ráfaga en su espalda.
No recuerda más, sólo despertó tres días después. Según cuenta, aunque incapaz de procesar el evento, era consciente y sentía que tenía cachos de tela en su espalda… más tarde descubrió que eran pedazos de su propia carne, la cual a causa de la explosión atómica fueron arrancadas de su cuerpo y ahora colgaban de sus hombros.
Fue internado en un hospital, donde durante 21 meses se mantuvo boca abajo, única posición en la que podía recibir atención para las heridas de sus hombros y espalda.
El dolor no sólo duró mientras se recuperaba de las heridas. Ya que aún era joven -16 años- y seguía en desarrollo, sus huesos continuaron creciendo, no así piel y articulaciones. Esto dio como resultado que uno de sus brazos se hiciera inmóvil de por vida.
Tanaguchi ahora dirige un grupo de sobrevivientes de Nagasaki el cual trabaja contra la proliferación de armas nucleares. Sin embargo su salud y edad limita su participación.
Mostró sus cicatrices y contó brevemente su historia sólo esperando una cosa: “Quiero que esto sea el final”.