Probablemente muchos recordemos al Comandante Tomás Borge por ser un revolucionario consecuente, tenaz, firme en su retórica y sus acciones, otros por su intensa sensibilidad poética, metafórica, su inclinación por las artes, la literatura, por su amor a los niños de la calle; y otros lo recordemos sencillamente por su heroísmo inspirador.

Un hombre hecho leyenda, historia de la patria, personaje infatigable ante la lucha contra la dictadura somocista. Muchos lo recordaremos y lo viviremos cada día desde esta tierra, su tierra, su mundo y su bandera, abriremos una puerta en la memoria para verle como ese inclaudicable hombre fuerte, lleno de energías, pero solo Marcela sabe de ese otro Tomás, el Tomás esposo, padre, abuelo, el Tomás soñador, amante, poeta desordenado, lleno de versos clandestinos.

La folclorista peruana, vino a Nicaragua a finales de los años ochenta. Venía para preparar su tesis sobre el grupo Gradas, artistas que se oponían al régimen somocista; uno de sus propósitos era entrevistar al fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Naturalmente que Tomás accedió. Marcela Pérez Silva, cuenta que producto de aquel gran amor que surgió con aquel revolucionario, nacieron sus hijos: Camila, Juan y Sebastián.

Desde su casa de habitación en la Colonia Bello Horizonte, donde Tomás vivió hasta sus últimos años, Marcela rememora a su esposo como “un hombre excepcional, de ternura y capacidad de amor ilimitadas”. Explica que Tomás, si era cierto que siempre lleva el ceño fruncido, no era más que una forma de coraza, por todo el daño había recibido durante el régimen somocista.

"Era como una coraza, como para no hacer ver la enorme sensibilidad que tenía dentro. Si uno ve su vida de lucha y persecución, y de tanta gente que le hizo daño durante el régimen somocista, puede ver cómo él se fue volviendo como un pequeño cusuco, para proteger su parte más dulce", manifiesta.

Durante esta entrevista, la escritora y cantautora peruana, también recordó aquel episodio en la historia del Comandante Tomás, cuando perdonó a un guardia somocista que lo torturó durante sus años de prisión. Marcela indicó que Tomás le contó en detalle muchas veces esta experiencia.

"Perdonó al hombre que lo torturó, estando en un aislamiento total, encapuchado, amarrado a una argolla en la pared; este guardia se ensañó con él, y se dedicó a torturarlo, a patearlo, a romperle las costillas; a humillarlo de diferentes maneras, escupía el agua que se bebía, le botaba la comida al piso", precisó.

Marcela explicó que su esposo una vez le dijo a este guardia somocista que la revolución triunfaría, y ese sería el día de su venganza personal. “Tomás cada vez que me lo contaba, decía que el hombre se rió de él, y se decía que era imposible que este hombre (Tomás) "este montoncito de huesos rotos", iba a salir con vida del trato que él mismo le estaba dando".

Expuso que tras el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, el Comandante Tomás se encontró cara a cara con este esbirro. “El hombre no levantaba la cabeza del piso, pensando que llegaba el día de su muerte, pero Tomás lo quedó viendo, y le dijo que había llegado el momento de su venganza personal; el esbirro se espera lo peor, cuando escuchó a Tomás decirle 'mi venganza personal será el perdón', rememoró.

Con una sonrisa cómplice, la escritora y folclorista también reveló que al Comandante Tomás le gustaba ver mucho televisión, sobre todo películas de amor. “Era capaz de emocionarse tanto que se ponía a llorar, y eso le daba mucha vergüenza, y no dejaba que lo miráramos”, expresó.

Uno de los episodios que nunca olvidará Marcela, son los cuentos que el Comandante Tomás Borge Martínez recreaba –valiéndose de su propia imaginación- a su pequeña hija Camila.

“Todas las noches le contaba un cuento. La llevaba a su cuarto, y le contaba un cuento. Le inventó un personaje que se llamaba Guillermo; y le contaba un capítulo más de 'Las Aventuras de Guillermo', que era algo similar a un Gulliver Latinoamericano”, refirió.

Explicó que este Tomás se esmeraba en cada episodio que recreaba con su protagonista Guillermo, quien lo hacía viajar al país de los enanos; al país de los gigantes; viajaba a las estrellas y al Reino del Gran Can.

“El Gran Can decía: hola, yo soy el dueño de estas tierras, y este personaje (Guillermo) inventado por Tomás decía: Hola, yo soy el alcalde de Tipitapa. Cada día se inventaba una historia distinta, y a la mañana siguiente, mi hija Camila dibujaba la historia que le había contado su padre”, dijo.

Cuando nacieron Juan y Sebastián (mellizos), Marcela cuenta que Tomás fue el hombre más feliz de la tierra, porque no solamente eran inesperados a esa altura de su vida, no imaginaba que iba a seguir teniendo más hijos, pero la vida le regaló estas joyas.

“Cuando a Sebastián se le diagnóstico el autismo, apenas tenía dos años y medio, Tomás decidió dedicar el resto de su vida a su hijo. La fundación Verde Sonrisa, que era para los niños de la calle, también abrió sus puertas para los niños con capacidades diferentes”, indicó.

Al preguntarle cómo era Tomás siendo esposo, Marcela se llenó de silencios y de lágrimas. Seguidamente aseguró que aquellos fueron años muy intensos y bellos, llenos de ternura.

“Fueron años de amor y de guerra, manifestó entre risas. “Nunca hubo aburrimiento, vivimos experiencias muy bellas, muy duras, muy apasionadas; habían muchas cosas que nos unían: el amor a la literatura, a la revolución; viajamos mucho presentando sus libros”, manifestó.

La artista, destacó haber tenido el privilegio de acompañar a Tomás, durante los tres días que entrevistó al líder de la revolución cubana, Comandante Fidel Castro. Resultado de ello fue el libro ‘Un grano de maíz’. Marcela recordó que entre las páginas de aquel libro, Tomás le dio la oportunidad de recrear, describir y dibujar con palabras la oficina de Fidel.

Entre fotos, lienzos y óleos que retratan la imagen del Comandante Tomás: unas veces con boina, otras con su adusta mirada, otras besando a sus hijos Sebastián y Juan, Marcela se llena de nostalgia, y asegura que aquel gran héroe de la Revolución Popular Sandinista, fue un romántico. Le dedicó muchos poemas, le gustaba cantar ‘Extraños en la noche’ de Frank Sinatra y miraba repetidas veces la película Cumbres Borrascosas.

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