Después de fomentar con irresponsabilidad fascista la sinofobia, es decir el injustificable sentimiento de odio a ciudadanos de origen chino, alegremente el ala radical de la derecha va a “conmemorar” el Día de los Derechos Humanos.

Una muestra de cómo el discurso-pancarta-careta-portada nada tiene que ver con lo que realmente se oculta en el corazón de sus convocantes.

Nunca se había visto en nuestro país que unas fracciones de partidos echaran mano del más infame arsenal, incluido el racismo, para oponerse a la profetizada Patria Grande de Rubén.

Aquí va de todo: falsedades, medias verdades, insultos completos, llamados incendiarios radiales e impresos a la “rebelión” contra el Canal Interoceánico y la manipulación en los territorios por donde se proyecta la ruta.

¿Demócratas?

La publicitada adhesión a los “valores democráticos” y al “Estado de Derecho” que la rancia derecha y sus conversos proclaman no está respaldada por una sola proteína de credibilidad. Todo es pura grasa mediática.

El hecho es preocupante. Una veintena de siglas, una parte de ellas de una sola corporación -- partidos más, oenegés menos--, suman la falacia mayúscula de presentarse como abanderados de la democracia, esa misma que tan inanimada yace por falta de uso en sus propios feudos de poder.

Aprovechar el Día de los DDHH para exhibir lo que les da pena hacerlo como lo que son, partidos solitarios por la mitad, demuestra el oportunismo de manipular una efeméride, encubrir sus ambiciones e imponer su particular agenda por encima del interés nacional.

Nadie ha elegido a la derecha radical para representar a los nicaragüenses. No existe una sola elección, ninguna líder de consenso, ningún instrumento democrático que dé legitimidad a sus pretensiones de ser la expresión genuina del soberano.

Y no pueden representarlo por la simple dicha de que el pueblo de Nicaragua no está inclinado a la confrontación, detesta los conflictos y, contrario a las voces alteradas de algunos líderes mínimos de la oposición, no está dispuesto a soportar una guerra más. Quiere paz y es lo que celebra en estos días de diciembre.

Partidos de “Campo Pagado”

Si no se soportan entre ellos mismos, ¿cómo es que, sin vergüenza alguna, intentan hablar en nombre de Nicaragua? Dos ejemplos de cómo, en medio de sus pleitos, “marcharán” estos partidos de “Campo Pagado”.

Mario Valenti ha retado al señor Moisés Hassan a unas elecciones transparentes, si en verdad es demócrata, para dilucidar la conducción del Partido Acción Ciudadana, que ostenta el joven. Este expuso públicamente cuáles son los demonios que atemorizan al referido político: “Hassan tiene miedo de perder el partido”.

Sin representar siquiera al PAC, frente a los micrófonos el señor Hassan se siente el “líder” de 6 millones de nicaragüenses.

Entre la amplia gama de conatos de unidad, el más simpático es el ínfimo grupo con el exagerado nombre de “Movimiento Liberal Constitucionalista Ramiro Sacasa”. Si se escogiera el espíritu que mejor reflejara a los firmantes contra el Canal de Nicaragua, sin duda se la llevarían de calle… vacía, por supuesto.

El exdiputado Carlos Noguera, descalifica a Roberto D’Andrea como apoderado y este que “ni Noguera, ni otros políticos como José Pallais, Freddy Torres y Frank Duarte son representantes del Ramiro Sacasa” (La Prensa).

Es decir, ni ellos mismos se tragan eso de que “representan” algo en esta vida.

Si los autoproclamados democráticos desfilaran llevando cada uno la letra de su “movimiento”, tendrían que alquilar “voluntarios” para cargar del (Movi) “miento” en adelante.

Sin estrenar democracia

De la “Democracia” solo les interesa la liturgia de sus puestas en escenas en foros y conferencias. Estrenarla, comenzando con democratizar sus propios partidos-ong, sería como jugar con la limosna del santo.

Nicaragua no eligió a la llamada “sociedad civil” para que abuse de una representatividad que no posee. Sin embargo, de manera dictatorial, sin consulta alguna, sin elecciones públicas, a no ser a puertas cerradas, y sin acudir a un mínimo plebiscito en la manzana donde operan, olímpicamente se jactan ante las cámaras que son “el pueblo de Nicaragua”.

De que pueden marchar, claro que sí pueden. De que pueden hablar, también, pero si han de marchar o hablar, gritar o llorar, han de hacerlo en su propio nombre.

Una insolvente e incierta minoría no puede arrogarse, autoritariamente, los sentimientos de la mayoría de los nicaragüenses, de científicos y ambientalistas nacionales y diversos sectores económicos que sí respaldan la construcción de la mega obra.

Este pueblo de carne, hueso y certezas, como bien dice el inteligente analista William Grigsby, no se dejó embaucar con “el mono” de la destrucción del Lago Cocibolca, la “venta” de la soberanía y el “Juicio Final”.

El profeta Darío

Pero algo debemos reconocer a la derecha que nos tocó. Apartando su eterno conflicto de egos, ha resultado muy eficiente en unir el odio visceral con la politiquería y el pasado con el atraso.

Mejor fórmula no encontraron para intentar hundir a un país… si pudieran, porque Dios le entregó a Nicaragua un gran guía que profetizó su liberación de los infiernos:

“A través de las páginas fatales de la historia
nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria,
nuestra tierra está hecha para la Humanidad”.

Que Rubén Darío haya fechado “Retorno” ¡el 22 de diciembre de 1907!, es decir, 107 años antes del día anunciado para iniciar la construcción del Interoceánico, no es “casualidad”.

El 7 es el número perfecto de Dios. Dos veces 7 es el año 14 del Siglo XXI que corre, igual que los 7 transcurridos cuando el liróforo celeste escribió su célebre poema.

El Canal es el olivo dariano de la paz que “Un pueblo vibrante, fuerte, apasionado, altivo; / pueblo que tiene la conciencia de ser vivo”, ofrece al mundo, y como Rubén adelantó su querencia, ser el Ulises que “domaba los arcos, los barcos y los destinos”.