I
Ciertas fechas, aunque algunas vez fueron consideradas entre los mortales como memorables, perecen en la soledad de las causas buenas, pero ajenas a las nuevas generaciones; otras sobreviven por la forma, aunque su contenido se haya extinguido para siempre; unas más terminan disecadas para exhibirlas en apergaminados actos protocolarios, donde se ve que todo, desde el maestro de ceremonia con su voz engolada hasta el principal representante de algo, tiene un glacial toque de almidón.
De aquellas efemérides bendecidas por la gloria, el 19 de Julio es una que trasciende los calendarios y no se puede sujetar al pasado, como manda la ingrata costumbre. Es un día inexplicable en el formato de 24 horas, porque sus vertientes son múltiples; es una fecha no solo nacional, sino también muy personal, emocional: es la celebración colectiva y a la vez, única y particular.
El 19 de Julio desde su gestación nació en muchedumbre; perdió la Revolución en 1990, pero ya las plazas jamás volvieron a quedar vacías. El 19 cuenta con vida propia porque está hecho de gente; en sí mismo es una auto convocatoria, y nadie, desde 1980 que empezó a festejarse, ni en la tarima, ni abajo, enfrente del estrado o al mando del Estado, cuestionó que el Comandante de la Revolución, Daniel Ortega, fuera sino el único, el orador principal. Y así fue después el 19 de Julio de 1990, el primero conmemorado fuera del poder.
Se levantaron algunos que sumados a duras penas llegaban a minoría, y en los tiempos del neoliberalismo, ninguno de los que ahora vociferan desde los medios de la ultraderecha que el presidente Ortega se ha “adueñado” del 19, pudieron partir la gran fiesta del pueblo y llevarse su parte, porque hay un solo 19 de Julio, indivisible y visible que late y mueve los corazones, así en la multitud como en la individualidad, pero en una sola plaza y de una misma pieza: la de la unidad.
Aquellos que por diversas razones no quieren saber nada de este día, no por eso dejan de ser nicaragüenses, porque el sandinismo, aunque también alguna minoría refractaria no lo quiera entender en el partido, no es sinónimo de sectarismo.
La vigencia del 19 no se aprecia midiéndolo con el pasado, ni explicándolo con recortes de periódicos olvidados, ni sesudos simposios, sino por su fecundo recordatorio del futuro.
II
Cuando Inglaterra empezó a reinar en el mundo, encendiendo las máquinas de la nueva era, nadie la despreció con la envenenada acusación de ser una “segunda” España, aquella que perdía una tras otras sus colonias en ultramar.
Al ascender en el siglo XIX los Estados Unidos, la primera potencia de hierro, ningún otro poder lo tildó peyorativamente de ser una “segunda Inglaterra”. En el protocolo no escrito de los Goliats, sus guerras de reparto curiosamente no incluyen el odio, sino la mutua admiración. El odio lo exportan adonde vean algún David creerse país de verdad.
La Revolución triunfó el jueves 19 de Julio de 1979, pero pronto la llamaron “una segunda” Cuba. Y nos hicieron la guerra, no por ser precisamente otra Cuba, sino por el pecado de tratar de hacer una Revolución Original.
III
Las revoluciones de verdad no se copian, porque son hechas con el amor. La Revolución rompió los paradigmas del mundo: su nacimiento se hizo, porque no había de otra, en medio de la guerra, pero muy lejos de desaparecer al inicio de la última década del siglo XX, como soñaron algunos, resurgió en el XXI: su crecimiento de Revolución Grande ya no dependió tanto de las nostalgias como de volver al pueblo con el milagro de convertir las balas en la multiplicación de los votos de la esperanza.
El FSLN histórico conducido por el comandante Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo, el Frente de Bayardo Arce, Doris Tijerino, Edén Pastora, René Núñez, Omar Hallesleven, Gladys Báez, Álvaro Baltodano, Omar Cabezas, Leticia Herrera, los hermanos Campbell, William Grigsby, Orlando Núñez, Edwin Castro, Aldo Díaz…, el sandinismo todo con la juventud, tiene la enorme responsabilidad de mover la historia de Nicaragua.
La ruta emprendida carece de la brújula del conformismo. No se siguen las huellas de nadie, porque no hay caminos andados en la creación, más que la lucha por un mundo que encontrado peor, debe ser dejando mejor, comenzando desde el terruño, y los nicaragüenses validan esos esfuerzos.
El Gobierno llegó al 35 aniversario de la Revolución nada menos que con un 61.9% de aprobación, y en la encuesta de M&R, la sociedad avala la dirección económica con un 68.4%.
IV
Tres Somoza con sus incontables crímenes, el apoyo irracional de siete presidentes de los Estados Unidos, y 45 años, cuatro meses y 28 días después del asesinato del General Augusto César Sandino —su nombre ganado en la guerra y en la paz— llegó el 19 de Julio. Y no apareció de la nada.
Con sus errores y sus aciertos, como toda obra humana, el FSLN es el 19 de Julio, fruto del mismo árbol florecido. No hay otro Frente, son los que están; es la única izquierda, robusta y solidaria que existe en Nicaragua, donde vale más hacer patria que deshacerla por radicalismos inútiles, por eso el esencial componente cristiano. Al ser el FSLN un movimiento contra los lugares comunes, su obra no puede etiquetarse con la simpleza de los esquemas moribundos.
Y Daniel es quien ha estado ahí, en las duras y en las maduras, hay que reconocerlo, sin caer en el penoso endiosamiento a la Dirección Nacional y al vicepresidente Sergio Ramírez que devotamente alentaban los hoy “democráticos” chicos bien que controlaban el Departamento de Agitación y Propaganda.
No lo orienta tampoco ninguna circular, ni un rótulo mandado hacer, ni siquiera alguna desempolvada consigna elaborada en los 80 por esos mismos pavorreales del poder que borraron de sus currículos el haber pertenecido al DAP.
Nada de eso. Lo dice la historia. Lo demás es un resentimiento que no pasa del 0.3%.