Los 20.000 hinchas brasileños que llenaron el Fan Fest montada por la FIFA en Río de Janeiro para conmemorar la que se esperaba fuese la clasificación a la final del Mundial comenzaron a abandonar el recinto antes de que terminara el primer tiempo de la más humillante derrota de Brasil en mundiales.
Al final del partido pocos eran los que quedaban en el espacio festivo de la FIFA en la famosa playa de Copacabana, entristecido aún más por el frío y la lluvia que castigó a Río de Janeiro, y los resistentes no tenían cómo esconder el llanto y la vergüenza de sus caras.
Algunos arrojaron sus camisetas verde-amarillas al piso, en donde también quedaron las banderitas y toda la decoración, y lloraron abiertamente, en tanto que otros escondían la frustración con comentarios irónicos y hasta burlones sobre la goleada, y hasta chistes miles de veces reiterados en las redes sociales sobre la patética situación.
Las reacciones a la histórica goleada por 7-1 fueron las más variadas, desde los que rezaban a la espera de un milagro, los que se sentían mal y tenían que ser trasladados a la enfermería y los que se sumaron a los gritos de "olé" con que los propios brasileños animaron a los alemanes en el Mineirao al final del partido.
La policía tuvo que intervenir en algunos conatos de pelea de los más exaltados.
El ya bautizado como "apagón" brasileño, o Mineirazo -en alusión al Maracanazo que marcó la derrota de Brasil en el Mundial que igualmente disputó en casa en 1950- fue llorado no sólo en Copacabana sino en todas las Fan Fest montadas por la FIFA en las doce ciudades sedes del Mundial de Brasil, que concentraron a casi 150.000 hinchas.
En la calle Alzira Brandao, un gigantesco espacio de concentración de los aficionados de Río de Janeiro conocido como "Alzirao", la fiesta comenzó temprano sin importar el aguacero, y terminó igualmente temprano por los cinco goles anotados por los alemanes en el primer tiempo.
Las caras de incredulidad, decepción y espanto, así como un estremecedor silencio, se extendieron por todo Brasil al tiempo que un clima de tristeza tomó cuenta del que los propios brasileños llaman como país del fútbol y de la alegría.
"Nos vamos. Es la mayor humillación que hemos sufrido en toda la historia", afirmó Federico, un adolescente al que la lluvia y las lágrimas destiñeron las pinturas verde y amarilla con que decoraba su cara y que huyó de la Fan Fest de Copacabana antes de que comenzara el segundo tiempo.
"Nunca pensé que vería una derrota de esas", agregó Tatiana, una profesora que se sumó al éxodo y para quien fue totalmente frustrante la forma como fue eliminada una selección que ha conquistado cinco títulos mundiales y que soñaba seriamente con su sexto título.
El clima en los locales de concentración de hinchas se entristecía aún más cada vez que en la pantalla pasaban las imágenes de niños inconsolables e hinchas cabizbajos ocultando con las manos sus ojos rojos y húmedos de dolor.
En un país que incluso en una de sus letras más icónicas de carnaval considera que "la tristeza no tiene fin y la felicidad sí" la frustración dejada por una goleada histórica parece darle toda la razón a la música.
Y esa tristeza permanecerá por lo menos hasta el sábado, cuando Brasil tendrá que disputar el partido por el tercer lugar en el Mundial en que aspiraba a conquistar su sexto título.