Incomprendidos por algunos, criticados aún hoy por otros que se beneficiaron posteriormente de estas decisiones, pero en consonancia con el desarrollo histórico, Octubre de 1977 celebró la vocación de los mejores nicaragüense por la fe, aun cuando no se miraban las casitas del pueblo.

Son decisiones tomadas por seres humanos, no por ángeles. No es la misión del hombre crear paraísos, que eso ya pertenece al orden de la Providencia, pero tampoco aplaudir los infiernos que la Codicia Organizada (de) genera donde las democracias se degradan a simples accesorios del salvaje mercado.

Sí, gracias a la misma sabiduría que da el Altísimo a sus creaturas, se puede aspirar y luchar por vivir en un mundo mejor que el entregado por la generación anterior. No, no es pecado como enseñan los fundamentalistas religiosos. Es un derecho. Un derecho que Dios otorgó a los hombres y mujeres de cada tiempo.

La mayoría, en 1977, veía imposible que una dictadura mantenida por los Estados Unidos con el grado de gendarme en la región, fuera pulverizada por muchachos mal armados, vistos por los políticos de derecha como “jóvenes idealistas” o, por algunos más reaccionarios, “extremistas de izquierda”.

A la par de las consignas que manos clandestinas escribían en los muros de la ciudad, los grafitis del FSLN llamando a la insurrección, aparecían con insistencia los mensajes de “Cristo viene pronto”. Era la beligerante incursión de una corriente neopentecostal de manufactura estadounidense que enajenaba a la gente de su compromiso con la tierra que Dios le había dado, mediante la tergiversada interpretación del texto: “Mi reino no es de este mundo”.

Los pasos decisivos, sin embargo, se produjeron porque había en algunos líderes del sandinismo una mayor perspectiva, apartándose sanamente de los manuales que como dogmas mal nutrieron a la izquierda Latinoamericana que llevó, en los años 70, a la inanición de movimientos revolucionarios completos. Desaparecieron de la faz de las opciones posibles.

Los “don- me- opongo” de siempre

Era, entonces, “pecado” que dirigentes sandinistas empezaran a explorar puntos de coincidencia con los empresarios y otros sectores de la sociedad porque los criticaban de “brazo armado de la burguesía”.

Era una “herejía” replantear la lucha en otros términos: no se trataba de la montaña, sino de las ciudades. “¡Aventureros!”, les espetaron. No dependía de un foco guerrillero, sino de una insurrección popular, porque los cuarteles estaban en las urbes. “¡Fríos, inescrupulosos!”, tachó la intelectualidad pequeñoburguesa, cuando la izquierda desapareció de sus corazones como las espinillas de la adolescencia se van del cutis de las jovencitas.

Era una “apostasía” que los mandos del FSLN vieran hacia Caracas, Madrid, México DF o Ciudad Panamá, en vez de solo La Habana.

El comandante Fidel Castro celebró esa amplitud de los muchachos, tras su primer encuentro personal con los comandantes Daniel Ortega y Edén Pastora. No hubo reprimendas ni llamados al orden, porque el formidable líder cubano no era ni sectario ni mucho menos dogmático: él llamó a la unidad. El camino estaba despejado. El país donde menos se esperaba que triunfara una guerrilla por huir de la ortodoxia, paradójicamente se colocaba a las puertas de transformar la historia.

Necesidad se hizo colectiva

Años más tarde, el Comandante “Cero” dijo que parte fundamental de la gesta de Octubre Victorioso fue Daniel Ortega, quien, junto a otros, protagonizó ese momento “que encendió toda una necesidad colectiva de cambiar el sistema”.

“Por eso algunos lo adversan. Y lo adversan no porque está en el poder, lo adversan porque está desarrollando programas revolucionarios y sociales. Ese es el miedo que tienen los antisandinistas, los contrarrevolucionarios: que los programas sean más exitosos”, dijo Pastora. (La Voz del Sandinismo. 13 de octubre de 2008)

Entre los vivientes no hay casualidades, sino causalidades, toda vez que provenimos de la primera Gran Causa, y Dios, como alguna vez dijo Einstein, no juega a los dados. Nada es obra del azar, por eso nos encontramos que después de aquel Octubre y la victoria posterior, no ha habido un paso tan trascendental como el proyecto del Canal Interoceánico.

A la vuelta de 36 años, el mismo comandante Daniel Ortega ---- junto al Apóstol de la Unidad Camilo Ortega, Humberto, Víctor M. Tirado y Edén Pastora--- que decidió cambiar la modalidad de la lucha debido al aniquilamiento y dispersión de la escuálida presencia sandinista en las montañas, es el que ahora puso en la agenda el Gran Canal.

Los tantos años de vida clandestina, pública, en la conducción máxima de la Revolución, fuera del poder y de nuevo en el gobierno, no mellaron el respaldo popular del comandante Ortega. Localizarlo en Octubre de 2013, luego de aquel Octubre-77, nada menos que en el cuarto lugar de los presidentes mejor evaluados de América con 66% --- verificando una vez más el triunfo electoral del 2011 (Consulta Mitofsky, 2013, México)----, habla de un hecho sin precedente en la historia de Nicaragua y de América Latina.

Son los “Desafíos Inéditos” que la escritora Rosario Murillo bien dice, o bendice. Es un andar donde nunca hubo camino recorrido, ni sombra de paso anterior, donde ya no funcionan la tradición ni los moldes, la falta de fe y la comodidad de los clichés. Es cuando uno ya no debe ser narrado por los demás que, a su vez, se dejaron mal contar por otros.

Dios le dio a los hombres una gracia espiritual, quizás la principal, que a veces no la dejan hablar los cinco sentidos tan acostumbrados al confort del no-es-posible: el don de la visión. Quienes comprendieron su lenguaje alcanzaron a leer sus vidas por primera vez, evolucionaron épocas, sepultaron reinos, y sobre todo, como dice la Biblia: cerraron las fauces de los leones.

Y esto vale para todos: Fe es la Palabra que mueve la realidad.