Somos una gran porción del pueblo, su inmensa mayoría, los que celebramos la sabia, digna y soberana decisión del presidente Daniel Ortega de sacar al país de un chiquero que con la apariencia de organismo hemisférico sirve aún, en tanto su agónica existencia respire sus últimos aires, a quien siempre lo controló, el imperio norteamericano, los Estados Unidos, el enemigo de la humanidad.

Había que decir basta ya, había que poner un detente, había que golpear la mesa y responder con la fuerza que se hizo a una OEA, que con el cuento de albergar a un conjunto de gobiernos que hipócritamente dicen arroparse con la democracia, son en realidad caricaturas de libertades que demandan para aquellos que las tenemos y las niegan en sus propios países porque ese es el modelo, el paradigma que les impuso la mayor dictadura del planeta, la que encarna y representa la Casa Blanca.

Nadie tenga duda que sobre los ripios que aún quedan de la OEA la salida de Nicaragua de esa cloaca será el comienzo del fin para su mayor sepulturero, el tristemente célebre, payaso y bufón de Luis Almagro y el reforzamiento de la Alianza Bolivariana para los pueblos como expresión ideológica de la democracia social que Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua tenemos para responder solidariamente a esos pueblos, nuestros respectivos pueblos, que además de elecciones y pluralismo político quieren que el respeto a sus derechos humanos se traduzcan en hospitales y educación gratuita, en caminos de penetración para sacar sus cosechas y comercializarlas, en carreteras que los comuniquen, en energía para emprender negocios, en viviendas dignas, merienda escolar, en subsidios para el transporte y para el costo de la electricidad y en proyectos sociales que solucionen los problemas de las mujeres, de los jóvenes y de los ancianos que no comen, ni se curan, ni se educan con esas democracias hipócritas que avala la OEA solo porque son las que aparentan aquellos serviles que llegaron al poder porque el imperio les puso la banda presidencial.

Más allá de empezar el proceso que nos conduce a la salida definitiva de la OEA, que no es una decisión del gobierno de Daniel Ortega, sino que es una decisión del Estado de Nicaragua que él representa, lo que le estamos reafirmando al dueño del circo, el enemigo de la humanidad, no a sus payasos ni a sus animales, es que aquí no estamos dispuestos a que se sigan metiendo en nuestros asuntos, que los dueños de esta parcela del planeta somos los nicaragüenses y que estamos ejerciendo soberanía territorial y política y que no importa el tamaño del gigante abusivo que nos quiere gritar y amedrentar porque aquí, moralmente hablando, es más poderosa la piedra de Andres que la arrogancia de quien indudablemente, repito, es el enemigo de la humanidad.

Esa OEA es un organismo fallido, pero terminó de ahogarse en el escusado que así misma se hizo cuando puso en uno de sus asientos a un falso representante del gobierno y estado venezolano para votar en nombre de un tal Juan Guaido que nunca fue electo como presidente de su país.

La OEA siempre fue una payasada y carece de toda legitimidad desde el momento que un mequetrefe, dizque venezolano, opinó y votó por situaciones y resoluciones claramente ilegales por haber tenido parte en eso alguien que está ahí por decisión de la Casa Blanca, mientras por otro lado el traidor de nuestra américa indígena, Luis Almagro, obedeciendo a quien le mantiene la sede de la OEA en Washington y le paga la bicoca de 23 mil dólares mensuales, no reconoce un proceso electoral que el pasado 7 de noviembre refrendó la reelección del presidente Daniel Ortega con un poco más de tres millones de sufragios de los cuales el 75 por ciento fueron emitidos a favor de la Alianza Unida Nicaragua Triunfa que encabeza el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Luis Almagro, el asalariado del imperio, argumenta como pretexto impuesto por su financiero, Estados Unidos, que no reconoce nuestras elecciones porque no las observó, porque no estuvo aquí para certificar la “correcta” transparencias de las votaciones y porque tampoco se permitió a medios independientes a cubrirlas.

Aquí tara de babosos no tenemos porque nadie ha pensado que la OEA es un observador idóneo si a sus tropelías históricas nos atenemos y menos aun cuando fresco está el golpe de estado en la Bolivia contra Evo Morales y que a nombre de ese fallido organismo hemisférico ejecutó el guasón de Luis Almagro dejando centenares de muertos, grandes pérdidas económicas y herida mortalmente una democracia que solo se recuperó con un contra golpe cívico a través de nuevas elecciones, pero que otra vez atraviesa una crisis sobre la que por supuesto la tal Organización de Estados Americanos no ha dicho nada de nada.

Y quien pensó en algún momento que los medios imperiales como CNN, UNIVISIÓN, TELEMUNDO y otras agencias de propaganda del capitalismo salvaje vendrían a hablar maravillas de nuestro proceso electoral con el cuento de ser medios independientes si en realidad son agentes satelitales de los Estados Unidos que los hace mercenarios y jamás periodistas y por lo que simplemente son enemigos pagados para lanzarse contra los que ejercemos soberanía en nuestros países.

Las profundas carencias morales de los gobiernos peleles que responden a los intereses imperiales en la OEA han nicaraguanizado sus propias crisis internas para seguir contando con el respaldo de Washington así mantenerse en pie ante el creciente reclamo de pueblos que saben que el más grande enemigo de sus intereses es Estados Unidos.

A través de plataformas propagandísticas se insiste en posicionar, como si fuese una percepción global, continental, hemisférica o regional, que el nuestro fue un proceso irregular, pero la verdad es que la elección presidencial en Nicaragua es legítima y constitucional y la masiva votación que recibe el presidente Daniel Ortega se debe a que por sus hechos se convirtió en lo mejor que como gobernante hemos tenido en toda nuestra historia lo que implica un reconocimiento a la transformación social del país y de sus ciudadanos por lo que cualquier otra cosa es una campaña mediática y diplomática dirigida y financiada por un enemigo que desde hace más de 150 años nos considera como una piedra contra el que aún no puede ni podrá.

Así las cosas es tal la demencia de cada inquilino que ha pasado por la Casa Blanca contra la Nicaragua sandinista, que en la desesperación por no vernos de rodillas, ni siquiera han medido la desproporción de sus estupideces y de sus imbecilidades. Nicaragua como estado jamás ha querido tener malas relaciones con Estados Unidos, pero el imperio lleno de soberbia, de arrogancia y herido en su amor propio no perdonan las pedradas de Andrés Castro, la victoria de José Dolores Estrada en la Hacienda San Jacinto, la expulsión y derrota del gringo Willian Walker quien se nos impuso como presidente, los poemas de Rubén Dario, la Resistencia del General José Santos Zelaya, la heroicidad de Benjamín Zeledón, el nacionalismo de Sandino, el derrocamiento de Anastasio Somoza Debayle, la Revolución de 1979, la retoma del gobierno por Daniel Ortega, la derrota del fracasado y fallido golpe de estado de 2018 y menos ahora que la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, a la cabeza de tal se encuentra el FSLN, haya vencido abrumadoramente en votaciones ciertamente atípicas por la pandemia, pero fundamentalmente, por la aceptación inmensa hacia la fórmula ganadora.

Como todo eso en su conjunto son fantasmas que andan por los corredores de la Casa Blanca entonces la miseria humana de los dictadores norteamericanos, que no se conformaron con intervenir en nuestros asuntos, sino que además nos invadieron nuestro territorio y nos asesinaron, violaron a nuestra mujeres, mataron a nuestros niños y además nos saquearon, entonces deducimos que hágase lo que se haga nada será suficiente para ellos y de ahí que sus agresiones vayan siempre en ascenso creyendo que con eso aquí vamos a claudicar y a capitular porque desde la concepción imperial lo que ellos tienen contra nosotros es una guerra en la que por acabar con la Nicaragua que resiste son capaces de lanzar una tercera bomba atómica como antes lo hicieron con Hiroshima y Nagasaki.

Desgraciadamente estos enemigos de la humanidad son tan, pero tan estúpidos, tan, pero tan imbéciles, que apuestan a que con una bomba atómica acabaran con lo que ellos dicen es su problema, cuando basta que uno solo de los nacidos en esta tierra bendita por Dios quede vivo para volver a empezar.

Lo que está viviendo Nicaragua no tiene marcha atrás porque lo que vive es más que una idea que no hay bala, ni misil, ni bomba atómica que mate porque por primera vez somos libres, porque por primera vez en el decir de nuestra bicentenaria independencia centenaria estamos decidiendo nosotros y vivimos nuestra realidad entra nacionales y más nunca para el extranjero y ese es un sueño que no es exclusivo para los nicaragüenses, sino que es un anhelo de toda la humanidad y es lo que lamentablemente en su esquema de poder y soberbia no entienden que el mundo ni les pertenece ni es unipolar.

Estados Unidos desde todos los puntos de vista ha sido derrotado desde afuera o adentro de la agónica OEA y nadie dude que ahora mismo se retuerce de impotencia y percibiendo lo que políticamente le es un grave revés dicto habilitar la cínica ley a la que llamaron “renacer”, pero cuyo pretendido real es “rematar” y después de eso sancionar a más personeros del gobierno de Daniel Ortega y después prohibir la entrada a territorio imperial para todos los cargos reelectos y electos que corrieron en la casilla “2”.

Saben qué nadie lloró por eso más bien estábamos tristes porque a muchísimos no nos habían puesto esa medalla. Más bien nos estimuló lanzarnos una gran carcajada porque no veo a un sandinista o nicaragüense que ame a este país preocupado por viajar a la pesadilla americana para atender ranchos, apartamentos, negocios o cuentas bancarias que no existen ni tienen y más risa nos causó oír después la reiteración del viejito loco de la Casa Blanca por extender por tiempo indefinido la declaratoria de que nuestra Nicaragua es una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos.

Se imaginan ustedes, nosotros el segundo país más pobre del continente americano, -así nos pintan- agredido por el más grande poder militar del mundo, siendo declarados una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. No sé con qué se come eso. Lo único que se me viene a la mente es que el viejito este se la fumó verde y créanme que la expresión es legítima porque no veo por ningún lado cómo nuestros cayucos y pipantes vayan a rodear las costas del imperio o a los Antonov lanzándose contra la Casa Blanca.

Francamente no logro construir un imaginario donde submarinos que solo en películas y juegos de guerra he visto hundan los portaviones de la fuerza naval imperial o que la infantería del Ejército de Nicaragua abandone sus labores humanitarias en el país para liberar la base de prisioneros políticos del imperio en Guantánamo o para desmantelar las bases siete militares que los gringos tienen en Colombia.

El imperio en su inmensa brutalidad decepciona hasta los suyos porque se han ganado el desprecio del mundo y lo saben. Se han dado a odiar, se han ensañado contra países, que, empobrecidos por ellos mismos, lo único que quieren es renacer no seguir siendo rematados. Nosotros somos uno de esos países al que históricamente intervinieron, invadieron, saquearon, asesinaron e impusieron en él gobiernos afines, peleles y entreguistas que solo pensaron en el poder y en sus propios intereses, pero nunca jamás en el pueblo que siempre fue la víctima, el postergado y claro desde una revolución como la que aquí tenemos hoy reclama su espacio como protagonista.

Que, al imperio, que a la OEA y a quien sea no les gusta Daniel Ortega, pero a nosotros sí, porque es quien construyó lo que tenemos, porque es quien hizo tanto desde la nada que se puede afirmar que refundó a la nación y lo hizo prácticamente desde cero, desde las cenizas que nos dejó la guerra de los ochenta, de las tres tragedias involutivas de los noventas y muy a pesar de los misiles devastadores que nos ha lanzado el maldito imperio enemigo de la humanidad.

¿Qué Daniel Ortega fue mucho más el solo con el sandinismo, que la chorrera de siglas de un oposicionismo que jamás tuvo líderes o conductores, pero sí figurines mediáticos que querían ser percibidos como Mesías?

¿Qué el sandinismo es más una expresión ideológica y mística que la estructura tradicional de un partido político y que contrario a eso el oposicionismo en Nicaragua jamás quiso entender que nunca alcanzaría madures alguna sin base social que lo acompañara y menos sin un proyecto de nación que fuera capaz de hacer al menos cosquillas a lo grande que sigue haciendo Daniel Ortega?

¿Qué en el frente sandinista nunca existió la concepción de un partido electorero, sino que su propuesta se transformó en una revolución auténtica basada en la solidaridad y no en el egoísmo que caracteriza la propuesta neo liberal de un capitalismo salvaje que estaba destinado al fracaso porque se pretendió aplicar a un pueblo que históricamente había sido empobrecido por ese sistema?

Hay muchas cosas más que decir que siempre van a estar lejos del entendimiento y comprensión del imperio respecto a nuestra realidad interna y lo mismo aplica a gobiernos peleles de nuestra américa latina a los que por razones de sobrevivencia y por mantenerse en el poder solo leen lo que el imperio les escribe y en consecuencia meten a sus pueblos en vergüenza a la hora de decidir, dicen ellos, sobre nuestros asuntos cuando se encuentran en el mortuorico y pestilente recinto de la OEA, sigla a la deberé traducir simplemente como “Olvidemos Ese Asunto”.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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